por IRENE GREISER
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Aperiódico Psicoanalítico). LA ACTUALIDAD DEL YO SOY
Lacan convoca a los analistas a unirnos al horizonte de nuestra época y esa recomendación presupone una relación entre la época y los síntomas a contraer.
Violencia de género, pornografía, abusos sexual infantil y transexualismo son síntomas de nuestra actualidad que desde el psicoanálisis leemos como respuestas al malentendido entre los sexos.
La época de Freud no era la de Lacan y la época de Lacan no es la nuestra. Cuando el padre oficiaba como semblante de la ley y agente de la castración, imponía la restricción del goce y la norma heterosexual. Lacan vivió la época del mayo francés, cuyo slogan era “prohibido prohibir” y esa época promovió el sexo libre; la época actual, donde todo parece estar permitido desde el orden médico-jurídico, no trae aparejado una liberación sexual sino que, justamente, esa libertad pone de manifiesto una cierta banalización del sexo.
Tal como señala Laurent, “asistimos a una desconfianza en el padre en tanto universal, en el padre que distribuye el goce según la norma heterosexual. Lo que prevalece en su lugar son los modos de goce, produciendo una multiplicidad de nominaciones que provienen del sujeto mismo.” Yo soy gay, bisexual, alosexual, drag, etc.
Pero ¿podemos a todas estas diversidades nominativas ubicarlas como posiciones sexuadas?
Freud descubrió a través de la histeria de conversión una complacencia somática que convierte al síntoma en acontecimiento del cuerpo, pero las histéricas freudianas eran complacientes a la lectura del síntoma que develaba un sentido que giraba en torno al amor al padre. Hoy en día se ponen de manifiesto ciertos usos del cuerpo que más que una complacencia somática dan cuenta del rechazo del cuerpo sino también de un rechazo a la lectura del sentido del síntoma. Ciertos síntomas de la actualidad ya no son tan charlatanes.
Esas formas de rechazo van desde las anorexias hasta una nueva modalidad en la cual los niños desde muy pequeños ponen de manifiesto un rechazo al cuerpo que tienen y se los escucha decir que han nacido en un cuerpo equivocado.
Si Freud, en su época, planteó un debate con el discurso médico cientista, hoy se suma otro debate fundamental con los Derechos Humanos.
Hay una brújula de orden ético para un analista: el equívoco es del orden del lenguaje, no del cuerpo. El cuerpo no habla, el hombre habla con su cuerpo. Ese cuerpo funciona como caja de resonancia porque es un cuerpo pulsional que se hace eco de un decir que no es lo mismo que plantear que el cuerpo hable, que el cuerpo pida; el cuerpo no habla, el hombre habla con su cuerpo. El equívoco es del orden del significante, no del cuerpo.
Los significantes del feminismo de hoy -tales como empoderamiento, cosificar, cuerpo, opresión, objetalización, discriminación, tu cuerpo es tuyo- son significantes preponderantes de nuestra actualidad y no lo eran de la época freudiana. La pregunta histérica ‘soy hombre’ o ‘soy mujer’, toma en el fenómeno trans, la certidumbre de haber nacido en un cuerpo equivocado.
TRANSEXUALIDAD
Lacan es quien introduce el término “transexualismo”, que no encontramos en Freud. Lo que Freud sí nos aporta, contradiciendo la frase napoleónica que la anatomía no es el destino: la pulsión es asexuada, y si hay diferencias psíquicas respecto del sexual anatómico, esas diferencias requieren de un sujeto que las lea.
El transexualismo lacaniano nos servirá de guía para efectuar una lectura de este fenómeno en algunos casos de la actualidad, me refiero en especial a quienes deciden operarse porque hay muchos trans que no quieren pasar por la cirugía alegando que es una mutilación a la cual no están dispuestos a prestarse.
Una cuestión que se nos impone en relación con la transexualidad es la relativa a su ubicación diagnóstica, y no por un afán de poner etiquetas sino para orientarnos: si es una psicosis y apelamos a la clínica de las suplencias, si se trata de fenómenos mixtos, incluso como pensar la certeza transexual.
A los fines de abordar la problemática, cabe mencionar dos precisas indicaciones de Lacan para diferenciar si se trata del “empuje a la mujer” o del “pasaje al Otro sexo”. Una referencia la tomaré del ‘Seminario 18, De un Discurso que no fuera del semblante’, y otra del ‘Seminario 19… O peor’.
En el ‘Seminario 18’, Lacan, al tiempo que recomienda la lectura del libro de Stollen, ‘Sex and Gendler’, realiza una crítica sobre la obra, basada en que el autor, carente del concepto de forclusión lacaniana, elude por completo la cara psicótica de los casos tratados. No obstante, en el ‘Seminario 19’, Lacan se ubica desde otra perspectiva y aborda el transexualismo desde la locura.
“Su pasión, la del transexual, es la locura de querer librarse de ese error común que no ve que el significante es el goce y que el falo no es más que el significado. El transexual ya no quiere ser significado por falo, por el discurso sexual que, lo enuncio, es imposible. Su único yerro es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual que, en cuanto imposible, es el pasaje a lo real”.
Lacan, Seminario 18.
Ahora bien, es preciso aquí diferenciar una falla de un error. La falla está referida a la falta “en serie” que habita a todo ser hablante, en tanto no hay inscripción ni de lo femenino ni de lo masculino en el inconsciente. Esta falta es común y no privativa del transexual. No hay inscripción de hombre ni de mujer, porque la relación sexual no existe y no existe para todos. Por ello, Lacan afirma, irónicamente, que se trata de “un error común”.
Francois Ansermet, en la “Elección del sexo”, dice que en el transexual se trata de una identidad sexual provisoria que le ocasiona sufrimiento y la vive como un error a la espera del cambio de una identidad sexual que subsane ese error y que todo el tema del transexualismo se dirime alrededor de la certeza. La relación con el falo es lo que, fundamentalmente, se pone en juego en estos sujetos.
En este contexto, podemos identificar un detalle clínico que funciona como contrapunto entre el transexual y el travesti. En el travestismo, la relación con el falo se torna imperiosa, hay una sobre investidura fálica; el travesti, siendo hombre disfrazado de mujer, busca al partenaire con su falo escondido bajo las ropas, es decir que no escamotea el encuentro sexuado.
En cambio, el transexual que exige la intervención quirúrgica, al no falicizar el órgano se le torna un obstáculo. Existe determinada casuística que verifica que, muchas veces, luego del “paso al Otro sexo”, algunos transexuales no buscan el encuentro sexual; muchos de ellos aseturan que no gozan “como hombres”.
TRANSEXUALISMO Y ACTUALIDAD
Si en la época freudiana el temor a la castración resguardaba el falo, hoy parecería que acontece todo lo contrario.
La conjunción del avance tecno-científico y la ideología de los derechos hyumanos confluyen en un supuesto que, basado en la democratización de los lazos y la autodeterminación del sujeto, se puede realizar la elección del sexo.
La ciencia posibilita y la ley legitima. El significante de la época de haber nacido en un cuerpo equivocado nos permite plantearnos la siguiente pregunta: ¿Cabe la posibilidad de nacer en un cuerpo acertado? ¿O cada quien debe hacerse su propio cuerpo? Un nuevo capítulo se introduce en la materia de biopolítica de los cuerpos a través del adagio del individualismo democrático que pregona ‘sé tu mismo, tú puedes’ y ‘tienes derecho a elegir tu sexo’, tomando la forma de un orden de hierro que obliga al sujeto a hacerse su propio sexo. ¿Se le posibilita elegir o se impide elegir?
Es claro que, en tanto analistas ciudadanos celebramos el avance en materia de los derechos de las minorías trans, lesbis, homos, pero esos avances en el terreno jurídico no nos llevan a equiparar la igualdad jurídica con la disparidad sexuada. Un sujeto puede hacerse un cuerpo a través de la cirugía y otros encontrar una nominación a través de la nueva identidad de género. Otros preservar sus derechos en el trabajo sexual y no hay argumentos desde el psicoanálisis para ir en contra de estas adquisiciones, pero sea cual sea la elección sexuada, para el psicoanálisis no se trata de un mero enunciado proferido desde el yo sino que atañe a una elección de goce y la misma es inconsciente. Para Lacan se trata del gosoy, neologismo que apunta al goce y no al yo.
Lacan, en “La Ciencia y la Verdad”, afirma al psicoanálisis como escolta de la ciencia. Escoltar a la ciencia no es lo mismo que enarbolar su bandera, no se trata para un analista tampoco ir en su contra sino de ver como la escoltamos de acuerdo no sólo en cada época sino también en cada caso. Hay sujetos que, a través de la cirugía consiguen hacerse un cuerpo, y en otros casos sólo con el cambio de documentación es suficiente.
Para la ciencia y el capitalismo no hay límite. “Tú puedes hacerte el cuerpo que quieras: convertirte en metrosexual, quitarte los pechos, ponerte un pene o una vagina.” ¿Y si se llegara a pedir dos brazos, una vagina y también un pene?
¿Qué aportes podemos hacer respecto de la democracia de las diversidades sexuadas? ¿Qué podemos decir los psicoanalistas respecto de auto-percibido?
En relación a la Ley de Identidad de Género se impone un análisis respecto del autopercibimiento que merece un comentario desde el psicoanálisis. También la inmediatez que saltea el tiempo de comprender.
El “Yo soy yo” / “Yo me autodetermino” de la actualidad plantea una identidad consigo mismo, pero esa mismidad fue desmentida por Lacan tanto en lo referente a la captura especular como también a la identificación simbólica, el único núcleo indiviso del sujeto está marcado por ese goce opaco del síntoma allí donde el sujeto no puede reconocerse bajo un Yo soy sino que Lacan allí utilizó el Yo-Gozoy.
El sujeto requiere del otro para hacerse un cuerpo, para identificarse y para sexuarse también.
Por otro lado, respecto de la sexualidad, en Freud requiere de un proceso que culmina en la pubertad y la latencia es esa interrupción entre la primera infancia y la metamorfosis de la pubertad en la cual se asienta el tiempo de comprender. Pareciera que hoy en día, con el calificativo de infancias trans, se le impide al niño ese tiempo de comprender y se concluye anticipadamente en una nominación a partir del instante de la mirada.
En una época en la cual todo lo auto se impone, la autodeterminación del sexo, el consentimiento autoinformado, la voluntad procreacional, el autopercibimiento que refuerza el ‘Yo soy libre‘, ¿No habrá que mostrarle al sujeto sus ataduras? ¿Los lugares en los cuales está determinado por las marcas del Otro? Frente a esa aparente libertad, ¿no habrá que recordarle a los padres que los hijos les pertenecen?
Esa supuesta libertad, liberada de las marcas del Otro que no impone ni el rosa ni el celeste, ¿liberta o condena al sujeto?
Si hay algo preliminar para cualquier abordaje del cuerpo en psicoanálisis es señalar que no se es un cuerpo sino que tenemos un cuerpo.
El cuerpo biológico para un analista no es biología a secas es biologia lacaniana, es decir un cuerpo que goza. No se trata de ponernos en contra de los avances científicos porque en muchos casos, la cirugía puede ser un alivio y una solución para un sujeto, pero ello no implica seguir ciegamente un orden de hierro que empuja al sujeto a ser él mismo.
Todos los testimonios de trans se asientan sobre la base del sufrimiento, y allí los analistas podemos alojar ese padecimiento con nuestra escucha antes de precipitar al sujeto a un empuje al corte.
¿Cómo situarnos desde el discurso analítico en relación a estos avances de la ciencia?, constituye el verdadero desafío.
En el texto “El reverso de la biopolítica”, Laurent se pregunta: ¿Quién sabe lo que le ocurre a un cuerpo? Y responde: “El saber no es del cuerpo, es del inconsciente.”
La diferencia entre ser un cuerpo y tener un cuerpo se torna fundamental para una lectura del transexualismo en la actualidad.
Lacan, a partir de Joyce, afirma que el LOM (el hombre) tiene un cuerpo y no tiene más que uno. “El hombre tiene un cuerpo, cree que lo tiene, y no tiene más que uno”.
Nadie es idéntico a sí mismo: identificación y sexuación no son sin el lazo al Otro. Desde Freud sabemos que la anatomía no es el destino, pero también que esa diferencia sexual anatómica debe ser leída por el sujeto. Por ello Lacan habló de sexuación, implicando no sólo la elección del sujeto en cuanto a su elección sexuada sino también que esa elección lo es en relación a su modalidad de inscripción en relación al goce y ello nunca es sin las marcas que le vienen del Otro.
Quizás, frente a los avances medico-científicos y la ideología de los derechos humanos, a los analistas nos quede el esfuerzo de poesía para acompañar con nuestra escucha el sufrimiento de los sujetos que dicen haber nacido en un cuerpo equivocado y frenar el empuje al quirófano, a sabiendas que aún obteniendo un cuerpo en el quirófano, la posición sexuada requiere del consentimiento subjetivo a la causa sexual que siempre viene del Otro nunca es autónoma.