En las sinagogas judías de la época de Jesús había un recinto llamado mejitsá. Se trataba de un espacio reducido, a un costado o al fondo del edificio, destinado a las mujeres.
Aunque no estaban obligadas a asistir al servicio religioso, se les permitía concurrir y participar desde ese lugar apartado para no causar distracciones o interferir en el desarrollo armonioso del culto, el cual tenía al elemento masculino como componente principal.
Esta, al igual que otras tantas costumbres, era parte del conjunto de prácticas que el Maestro repudiaba de la tradición judaica, la cual invalidaba el mandamiento de Dios y enseñaba mandamientos de hombres como doctrinas (Mateo 15:6, 9).
Hoy, dos mil años más tarde, se sigue debatiendo sobre la participación femenina en la iglesia.
Mucho se discute sobre las mujeres pero, lamentablemente, pocos mensajes son orientados hacia las mujeres, quienes resultan las mayores perjudicadas por las posturas de algunos dogmáticos y cortos de vista espiritual.
Es por eso que este artículo sigue un orden sinagogal a la inversa: se dirige a la mujeres en primer lugar (aunque sería útil que los varones escuchen atentamente desde el fondo).
Son ellas las que merecen, antes que nada, un esclarecimiento de ciertas cuestiones en relación al rol femenino en la comunidad eclesiástica, cuestiones que se suelen presentar difusas o se tratan muy por encima.
Cada texto en su contexto
El pasaje de 1 Timoteo 2:11-15 contiene uno de los razonamientos teológicos más controvertidos del apóstol Pablo.
Con frecuencia se lo utiliza para probar que la Biblia es un libro machista, lo cual es una acusación muy grave en una sociedad como la actual, en la que estos temas son muy sensibles de tratar.
Pero, antes de adentrarse en el análisis del texto, es necesario conocer las características socio-culturales de sus destinatarios originales.
Pablo escribe a Timoteo, quien en ese momento se encontraba pastoreando la iglesia de Éfeso. No es un dato menor.
La deidad principal en Éfeso era Diana o Artemisa, considerada como la diosa madre en el panteón de deidades grecolatinas. Sus cultos se caracterizaban por otorgar un rol prominente a la mujer, sobre todo como incitadora de la sensualidad.
Los consejos que Pablo escribe a Timoteo van dirigidos a las mujeres de la iglesia de Éfeso, entre las cuales debía haber varias que se habían convertido del paganismo al cristianismo.
Sumado a esto, había una revolución sexual ocurriendo en todo el territorio del Imperio Romano, caracterizada por el comportamiento presuntuoso y perturbador de ciertas mujeres que interrumpían en forma impropia las reuniones públicas y rechazaban el matrimonio y la maternidad para elegir vivir una vida promiscua.
En este contexto debe evaluarse el contenido del texto. La versión que se utilizará es la Reina-Valera 1960, una de las lecturas más polémicas del párrafo a analizar.
¿En silencio?
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción” (1 Timoteo 2:11).
El Dr. Hugo Cotro, especialista en el griego bíblico del Nuevo Testamento, señala que la exhortación a participar silenciosamente más bien parece ser una forma de generar un contraste con los cultos paganos, cargados de sensualidad, en los cuales las mujeres participaban ruidosa y desenfrenadamente.
No sería extraño que Pablo estuviera aconsejando a Timoteo sobre algún caso de insubordinación a causa de alguna o algunas mujeres conversas, provenientes del paganismo, que deseaban participar en el culto cristiano según sus antiguas costumbres.
¿En sumisión?
“Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Timoteo 2:12).
La pregunta que subyace a este versículo es si realmente admite el uso que se le da en los debates sobre el liderazgo femenino o se refiere a algo totalmente distinto.
El texto original dice literalmente “enseñar por medio de mujer”, lo cual podría estar sugiriendo la idea pagana de la comunicación de oráculos de origen divino a través de pitonisas en trance, lo que hoy se conoce como médiums.
Además, el término griego que normalmente se traduce como “ejercer dominio” no denota un ejercicio de la autoridad neutro o positivo, sino que está cargado de un sentido peyorativo.
Evidentemente, no es el liderazgo de la mujer en la iglesia lo que se discute en este texto.
La evidencia más concreta de que Pablo no se oponía al protagonismo femenino cristiano es que no tuvo problemas para hospedarse en la casa de Felipe, quien tenía cuatro hijas que profetizaban (Hechos 21:9).
¿Engendrando?
“Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1 Timoteo 2:13-15).
Pablo no está siendo machista ni cometiendo errores teológicos, simplemente exhorta a las mujeres de Éfeso a evitar la conducta de Eva, quien se convirtió en un instrumento de tentación para su esposo.
El apóstol no desliga al varón de la desobediencia ni culpa únicamente a la mujer por la entrada del pecado en el mundo, como algunos plantean (este punto queda aclarado en Romanos 5:12-21).
Por otro lado, resulta sumamente extraño que Pablo diga que la mujer se va a salvar engendrando hijos. ¿Acaso la salvación para la mujer no es también por gracia?
La palabra teknogonías aparece una sola vez en todo el Nuevo Testamento y como sustantivo, no como participio, lo que pone en duda el uso del gerundio “engendrando”. Además, se trata de un sustantivo singular, haciendo cuestionable el plural “hijos”.
“Por medio del engendramiento” parece ser una traducción más cercana al concepto de teknogonías, aunque se desconoce el sentido exacto que Pablo quiso darle en este texto.
Finalmente, la palabra griega que se traduce como “salvará” se encuentra en una forma verbal pasiva, dando a entender que la teknogonías no es algo que ella pueda hacer por sí misma para salvarse, sino algo que Dios hace en su favor.
Entendiendo el pasado, transformando el presente
Un repaso al 2do. capítulo de la 1ra. Carta a Timoteo revelará que las palabras de Pablo no deberían entenderse como un principio universal y atemporal respecto del sexo femenino.
Fueron dirigidas en particular a algunas mujeres cristianas de Éfeso que aparentemente no se estaban ataviando de manera decorosa y modesta, no se caracterizaban por sus buenas obras, eran alborotadoras e indisciplinadas, dominantes, y no estaban perseverando en la fe, el amor y la santidad.
La religión de Cristo llegó para derribar las paredes divisorias que dejaban a ciertos grupos marginados y apartados. En su ministerio terrenal, Jesús trató constantemente con mujeres, sin importar su condición o procedencia.
Él dejó que una exprostituta lavara sus pies, salvó de la muerte a una adúltera, sanó a una encorvada en una sinagoga, curó al hijo de una sirofenicia, terminó con el sufrimiento de 12 años de una impura y reveló -siendo judío él- su identidad a una samaritana.
No le importó ninguna de esas etiquetas despectivas, ya que a todas las veía como hijas de Dios. Él mismo había tomado una costilla de Adán para formar a Eva, creando a la pareja humana en condición de igualdad y complementariedad.
Quien desee ser un auténtico seguidor de Cristo no puede aceptar argumentos torcidos y explicaciones superficiales que oscurezcan el mensaje bíblico detrás de un discurso basado en mandamientos de hombres y tradiciones sin sentido.
Mujeres, señoritas y niñas: Sigan trabajando para la obra del Señor y para el avance de su mensaje en la Tierra. Son altamente estimadas a los ojos de Dios, y de los caballeros que las admiran profundamente.