El año 2020, hasta ahora, ha sido un catalizador de reflexiones y opiniones sobre la responsabilidad individual de cada habitante del mundo por el cuidado de su planeta y sus ocupantes.
Una de las lecciones que dejan la emergencia sanitaria por la COVID-19 y los numerosos desastres naturales que tuvieron lugar en diferentes regiones del globo es que el compromiso social y ambiental van de la mano, son complementarios.
Pero no todos parecen verlo con los mismos ojos.
Llama la atención que un buen número de quienes manifiestan apatía hacia las medidas de precaución contra el coronavirus e ignoran el deterioro del medioambiente, se identifican como cristianos practicantes.
Un factor determinante
“Los nacionalistas cristianos han indicado en varios estudios que… es más probable que crean en teorías de conspiración, que desconfíen más de los medios de comunicación y que sientan que hay algún tipo de agenda conspirativa que está detrás de todo eso”, afirma Samuel Perry, profesor asociado de Sociología de la Universidad de Oklahoma.
En una nota reciente, Religion News Service analizó los resultados de los estudios realizados por Perry y un grupo de colegas en base a los datos obtenidos de la Encuesta sobre la Ética Pública y del Discurso, realizada en Estados Unidos entre agosto de 2019 y mayo de 2020.
Las conclusiones a las que arribaron concuerdan en que el nacionalismo cristiano es uno de los atributos más característicos del sector de la población que no respeta las medidas sanitarias, tales como el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarilla.
Los ciudadanos que están de acuerdo con que la administración federal declare a Estados Unidos una nación cristiana o que adopte valores cristianos, también se encuentran entre los más proclives a manifestar conductas imprudentes en lo que respecta a la lucha contra el coronavirus.
Esta tendencia se debe, según Perry, a una creciente crisis de autoridad, manifestada en el hecho de que, en líneas generales, los nacionalistas cristianos eligen a referentes políticos y organizaciones religiosas como su fuente de información principal sobre la pandemia, incluso por encima de los expertos médicos.
También se advirtió que la pertenencia a este grupo es un predictor importante de la afinidad con ciertos argumentos xenófobos o racistas, como culpar a los inmigrantes y comunidades minoritarias por la alta tasa de contagios.
Dos realidades inversamente proporcionales
Uno de los razonamientos más utilizados por los evangélicos conservadores para justificar el rechazo de las medidas preventivas contra el virus es que éstas van en contra de las libertades individuales.
Según una encuesta realizada por el Centro Pew de Investigación en marzo, se trata del grupo religioso de EE.UU. que menos considera al COVID-19 como un riesgo para la salud pública.
Samuel Perry destacó que estas posturas políticas, generalmente alineadas con el nacionalismo cristiano, no implican necesariamente una devoción real.
De hecho, la gente religiosa suele ser la más dispuesta a utilizar desinfectante para manos y evitar tocarse la cara, entre otras cosas.
“Es una paradoja interesante: parece que en casi todos los estudios que hacemos, si tomamos en cuenta el nacionalismo cristiano, el compromiso religioso salta en la dirección opuesta”, concluyó.
Cabe mencionar que Estados Unidos no es el único lugar del mundo donde ciertos grupos religiosos resisten a las restricciones aconsejadas por los organismos internacionales de salud.
En Latinoamérica, Brasil es uno de los casos más patentes, sobre todo por la oposición al confinamiento de su presidente Jair Bolsonaro, quien recibe un fuerte apoyo de parte de influyentes líderes evangélicos que presiden grandes congregaciones y ven amenazadas sus ganancias monetarias por la cuarentena.
Una cuestión cultural
Como se pudo apreciar hasta aquí, uno de los factores claves para entender la negligencia en relación a cuestiones que conciernen a la salud pública es la inclinación política de los individuos. Lo mismo ocurre en materia de preservación ambiental.
Dan Kahan, profesor en la Facultad de Derecho de Yale, opina que la relación entre la religiosidad y las diferentes posturas anti-científicas se debe más a la identidad cultural que a la teología en sí.
Según sus investigaciones, aquellos que se identifican como políticamente conservadores, casualmente la mayoría de los protestantes evangélicos blancos en USA, tienden con mayor frecuencia a rechazar el consenso sobre el cambio climático.
Por ejemplo, ven la evidencia sobre el calentamiento global como una amenaza para el status quo social y económico, algo que les gustaría conservar y continuar (de allí la designación “conservador”).
El “lado” prudente y razonable
Pero no todo es oscuridad en las filas de la religión respecto al estado crítico del planeta. Varias voces abogan actualmente por una postura más comprometida con la protección de los recursos naturales que se agotan cada vez más rápido.
Laurel Kearns, profesora asociada de la Escuela Teológica de la Universidad Drew de Madison, Nueva York, señala que “toda religión con un alcance mundial – como el cristianismo, judaísmo e islamismo – tiene dentro de sí las semillas de la preocupación por el medio ambiente”.
Analizando el razonamiento de los grupos que niegan la emergencia ecológica, advierte que muchos de ellos se basan en una interpretación incorrecta del Génesis, donde Dios le entrega al hombre el dominio de la Tierra.
En este punto, el antropólogo y ecologista judío Jeremy Benstein propone una lectura integral del relato de la Creación, considerando también el segundo capítulo de Génesis, en el que se hace evidente que Dios puso al hombre como su mayordomo para servir a la naturaleza y preservarla.
También apunta que el descanso semanal del Shabbat, observado por judíos y algunas denominaciones cristianas, puede considerarse ambientalista en el sentido de que no sólo supone un cese de las actividades laborales sino que también ayuda a mitigar el consumismo, uno de los mayores problemas ambientales del siglo XXI.
Dejar a un lado el trabajo y las actividades comunes de la semana durante el reposo sabático representa un descanso tanto para las personas como para el medioambiente.
Volviendo a las bases
Un estudio a conciencia del mensaje bíblico en su totalidad permite ver un hilo conductor desde el principio al final.
El libro de Apocalipsis muestra que el mundo que originalmente había sido creado perfecto y sin mancha será restaurado a su estado original luego del regreso de Cristo.
En ese lapso intermedio entre los dos estados que representan el ideal de Dios para sus criaturas es donde se encuentra la humanidad ahora.
Su responsabilidad respecto a la Creación divina no ha disminuido. Y si el cuidado de la Casa es importante, también lo es el cuidado de sus habitantes.
En sus discursos públicos, Jesús de Nazaret exaltó el interés del Creador por la naturaleza como un modelo a seguir para el mayordomo humano y también ordenó a sus seguidores: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).
Desde esta perspectiva, parece claro que la negligencia en cuanto a las medidas sanitarias –que pueden proteger la salud propia y la de otros– y la irresponsabilidad ecológica encuentran sus raíces en concepciones culturales que, si bien utilizan la religión como una fachada, niegan los principios esenciales del verdadero cristianismo.