David, hijo de Jesé, de Belén, ya no sólo era rey de Judá sino que era uno de los dos reyes que gozó de la unificación con Israel.
En sus días de éxito, que en verdad era una bendición, David se permitió infringir la Ley de Dios.
Por un lado, él tuvo relaciones sexuales con una mujer casada, llamada Bat-seba o Betsabé.
Por otra parte, al fracasar sus intentos de encubrir su adulterio, planificó la muerte de Urías, el esposo de ella.
David creyó que podía mantener en secreto su doble falta grave. Pero Dios lo estaba mirando.
Dios esperó, paciente, que David tomara la iniciativa de reconocer su pecado. Sin embargo, el rey no lo hizo.
Cuando Betsabé se enteró de que Urías, su esposo, había muerto, hizo duelo por él. Después del luto, David la llamó al palacio y la tomó por esposa. (2da. de Samuel 11:26 y 27).
Con el tiempo, ella le dio un hijo.
Sin embargo, David, quien a diario pedía la bendición de Dios en todo lo que hacía, no había confesado a Dios lo que había ocurrido. Ni demostró remordimiento alguno.
Ya había nacido el bebé y Dios seguía esperando que David recapacitara pero eso no sucedía.
De todos modos, Dios conocía bien a David y sabía que podía darle una nueva oportunidad para que se arrepintiera.
El Reino en peligro
- ¿David realmente creyó que su pecado podría permanecer siempre en secreto?
- ¿Creyó que la historia con Betsabe podía asimilarse a su propia historia con Abigail, la viuda de Nabal? (1ra. de Samuel 11).
Gravísimo error de percepción. No hay peor ciego que aquel que no quiere ver.
Cuando un día, pocos o muchos, conocieran la verdad, David y Betsabé serían apedreados hasta la muerte, de acuerdo a la ley de Moisés.
El único que estaba por sobre las leyes morales y ceremoniales ordenadas por Moisés era Dios, cuya Ley, la de los 10 Mandamientos, es eterna.
Sólo Dios podía librar a David y Betsabé del peligro de la ejecución.
Sólo la misericordia de Dios podía superar la antigua ley mosaica (Deut 22: 22).
Y aún si ninguno de los súbditos se enterase alguna vez del doble pecado, Dios sí lo sabía.
- ¿Podría Dios tolerar lo que había sucedido si, al fin de cuentas, la Justicia es uno de sus fundamentos?
- ¿Cómo Dios podría habitar el Lugar Santísimo en el día de la expiación del pueblo cuando el líder de la nación era adúltero y autor intelectual de un asesinato?
Dios no es hipócrita.
El problema era enorme y afectaba la supervivencia del Reino.
Natán, el enviado
Dios tenía una enseñanza no sólo para David sino también para generaciones futuras, acerca del sacrificio del Mesías.
Aquel sistema funcionaba con Dios como autoridad permanente. Debajo el rey. Además, Dios tenía gente que difundía su palabra: los profetas.
Entonces, Dios habló con el profeta Natán, y Natán fue hablar con David.
Con la ayuda del Espíritu Santo, el profeta pudo elegir correctamente las palabras para abordar al monarca y hacerle entender la gravedad de sus delitos.
Para evitar que David se pusiera a la defensiva, Natán le contó una historia de un pastor. El rey había cuidado rebaños de su padre, en su adolescencia.
Cierto hombre rico que tiene “muchísimas ovejas y ganado vacuno” decide prepararle una comida a un visitante. Pero, en vez de utilizar una de sus ovejas, decide tomar la de un hombre pobre que “no tenía más que una ovejita”.
“—Dos hombres vivían en un pueblo. El uno era rico, y el otro pobre.
El rico tenía muchísimas ovejas y vacas;
en cambio, el pobre no tenía más que una sola ovejita que él mismo había comprado y criado. La ovejita creció con él y con sus hijos: comía de su plato, bebía de su vaso y dormía en su regazo. Era para ese hombre como su propia hija.
Pero sucedió que un viajero llegó de visita a casa del hombre rico y, como este no quería matar ninguna de sus propias ovejas o vacas para darle de comer al huésped, le quitó al hombre pobre su única ovejita.”
Creyendo que la historia es cierta, David se enfureció y gritó: “¡Tan cierto como que el Señor vive, que quien hizo esto merece la muerte! ¿Cómo pudo hacer algo tan ruin? ¡Ahora pagará cuatro veces el valor de la oveja!”.
El castigo
Había un problema de fondo: los reyes de Israel eran condicionales porque el verdadero Rey era Dios, que Vive para Siempre. Así funcionaba aquella teocracia.
¿Acaso la posición de monarca le daba a David el derecho de resolver el pecado ‘a su manera‘?
No, porque, en cualquier caso, él estaba transgrediendo la Ley de Dios, que permanece por encima de la monarquía terrenal.
Que David creyera que podía tener una autoridad absoluta, no sólo lo convertiría en un déspota sino que modificaría el concepto de religión y de nación que tenía Israel.
“Entonces Natán le dijo a David:
—¡Tú eres ese hombre! Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey sobre Israel, y te libré del poder de Saúl.
Te di el palacio de tu amo, y puse sus mujeres en tus brazos. También te permití gobernar a Israel y a Judá. Y por si esto hubiera sido poco, te habría dado mucho más.
¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del Señor haciendo lo que le desagrada? ¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa! ¡Lo mataste con la espada de los amonitas!
Por eso la espada jamás se apartará de tu familia, pues me despreciaste al tomar la esposa de Urías el hitita para hacerla tu mujer”.
(2 Samuel 12:7-10)
Crimen y castigo
Dios estaba muy ofendido con David: “Me despreciaste”, asegura Jehová (versículo 10).
Abrumado por la culpa, David confiesa: “He pecado contra el Señor”. (versículo 13).
Natán le informó a David que
- Dios lo perdonaba pero
- tendría que sufrir las consecuencias de sus actos.
Dios conocía el corazón de David y aceptó su arrepentimiento como sincero. (Proverbios 17:3)
Por eso le dijo que no moriría.
Sin embargo, alguien sufriría las consecuencias de ese pecado: “Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá.”
También le reprochó: “Tú has hecho que los enemigos del Señor le pierdan el respeto.”
Para tener en cuenta: nuestros errores provoca que quede en duda el nombre de nuestro Dios.
Dios esperaba que el heredero de David construyera el Templo donde Él moraría, en medio de Israel, pero David estaba alterando los planes de Dios, y Él no podía bendecir lo que estaba mal.
Siempre la transgresión tiene consecuencias. Es imposible evitarlo. Siglos después, cuando Jesús le dijo a su Padre, “si fuese posible que pase de mi esta copa” (Mateo 26:39), Él no pudo ayudarlo… y se trataba de su Hijo.
¿Qué sintió David?
Él lo relató en el Salmo 51.
En ese texto degarrador, David apela a la compasión divina por haber ofendido a Dios.
“Ten compasión de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.
Yo reconozco mis transgresiones;
siempre tengo presente mi pecado.
Contra ti he pecado, solo contra ti,
y he hecho lo que es malo ante tus ojos;
por eso, tu sentencia es justa,
y tu juicio, irreprochable.”
Él pidió, además de piedad por sus rebeliones:
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.
Así enseñaré a los transgresores tus caminos,
y los pecadores se volverán a ti.”
Y reconoció
- Sus rebeliones.
- Su pecado.
- Que hizo lo malo delante de los ojos del Señor.
Perdonar
Perdonado
Perdonarse
¿Por qué una persona -cualquiera- yerra de esa manera tan flagrante?
En muchas ocasiones todo transcurre tan velozmente que cuando se intenta razonar, ya es demasiado tarde.
Sólo queda pedir perdón, y confiar en la misericordia de Dios.
Por esto es que siempre hay que estar alerta. Y reclamar Su dirección.
Sin embargo, pese a todo, David sintió el poder del perdón. De lo contrario no hubiera podido seguir adelante.
Perdonar es una bendición para quien perdona. También para quienes se encuentran a su lado.
Sentirse perdonado es sinónimo de paz. Pero es difícil lograrlo si no se acepta perdonar.
Probablemente el error cometido provoca consecuencias difíciles de remediar pero eso no debería impedir la posibilidad del perdón.
Perdonar a otros y/o perdonarse a uno mismo es liberarse del pasado para enfocarse en el potencial propio.
Perdonar permite una liberación de prejuicios, resentimientos y otras creencias y actitudes que me limitan.
Si no has perdonado todavía, o no te has perdonado aún, una parte de tu energía está atrapada en un complejo rincón, entre la ira, el dolor, la culpa y algún tipo de sufrimiento.
Las mejores decisiones se toman en paz con Dios, con el prójimo y con uno mismo.
Por todo eso es tan importante no juzgar a otros cuando tropiezan.
“Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes“, dijo un descendiente de David. (Mateo 7:2)
Misericordia recibimos si misericordia damos.