La Administración del Vaticano precisa reformas estructurales, una ambición del argentino Jorge Bergoglio desde que fue proclamado papa Francisco. Pero hasta la fecha ha fracasado en el intento, aún cuando tuvo muchos otros éxitos en su gestión pontificia.
El Obispo de Roma, quien fue un integrante importante de la jerarquía jesuita, ha decidido delegar la tarea en el jesuita español Juan Antonio Guerrero Alves, hasta hoy consejero general de la Compañía de Jesús.
Los recientes escándalos financieros, tales como la compra de un inmueble en Londres por 200 millones de euros que provocó una investigación de la fiscalía vaticana y la dimisión del jefe de Seguridad del Papa, decidieron a Francisco a designar a un jesuita como prefecto de la Secretaría de Economía vaticana, vacante desde que el cardenal australiano George Pell se marchó a su país para defenderse de las acusaciones de abusos sexuales, el 29/06/2017.
Pell resultó condenado -en primera y segunda instancia- a seis años de cárcel, por lo que se encuentra recluido en una prisión de Melbourne desde febrero. El Tribunal Superior de Australia anunció que acoge su recurso de apelación aceptando revisar el caso pero, en cualquier caso, su mandato en el Vaticano ya concluyó.
Francisco nunca le pidió la renuncia, una forma gestual de expresar que reconocía que Pell había sido embestido por un sector de la Curia que se opone a cambios estructurales en el Vaticano.
En el caso de Guerrero Alves, él no es ni cardenal ni arzobispo sino sólo un jesuita al servicio del Papa.
También es un clérigo de la total confianza del superior de los Jesuitas, el venezolano Arturo Sosa, quien lo designó hace tiempo delegado del Padre General para las Casas y Obras Interprovinciales Romanas.
Guerrero Alves carece de vínculos con la compleja trama de intereses vaticanos, y probablemente por ese motivo Francisco lo ha designado porque aportará una visión diferente de la reforma que Bergoglio consideró prioritaria a su llegada al Vaticano pero que ha fracasado ya demasiadas veces, tal como le sucedió a Benedicto XVI y a Juan Pablo II y a Paulo VI, y en el interín algunos afirman que se llevó a Juan Pablo I.
Guerrero estudió con salesianos, primero, y con jesuitas, después.
Cuando cursó sus estudios universitarios, él vivió en un colegio mayor de claretianos. Luego, a los 20 años, ingresó a la Compañía de Jesús y estudió en España, Brasil, Francia y USA. Él es licenciado en Economía (1986), en Filosofía (1993) y en Teología (1994).
El padre Guerrero habla con fluidez cinco idiomas: italiano, inglés, francés, portugués y español.
Él es coautor de un libro, ‘Vidas que sobran. Los excluidos de un mundo en quiebra’ (Editorial Sal Terrae), escrito junto a Daniel Izuzquiza. Y también fue profesor de Filosofía Social y Política en la Universidad Pontificia de Comillas.
Más tarde fue enviado durante 3 años a Mozambique, pero en 2017 fue convocado a Roma para la misión que actualmente desempeña: delegado del Padre General, ya convertido en un personaje importante de la Iglesia Católica Apostólica Romana que imagina Francisco.
En una entrevista con la web de noticias del Vaticano, Guerrero explicó:
“Ha sido algo absolutamente inesperado. Al comienzo me asustó y me tuvo varios días aturdido. Pero lo acojo con humildad, con confianza en el Señor y en el equipo que ya lleva adelante el trabajo de la Secretaría para la Economía. Por mi parte, colaboraré al servicio de esta misión con lo mejor de mí”.
“Como jesuita es una alegría recibir una misión directamente del Papa. Es un modo privilegiado de realizar mi vocación. La obediencia que profeso me ha llevado siempre por caminos inesperados, ha ido sacando de mí lo que yo nunca habría osado intentar y estoy agradecido. La obediencia es, para mí, un lugar privilegiado de encuentro con el Señor”.
“Personalmente, parece que cambia todo en mi vida y en realidad no cambia casi nada. Al final siempre hacemos lo mismo: ‘una cosa sola’, tratar de estar con el Señor, agradeciendo tanto bien recibido y poniendo todo lo que somos y tenemos a su servicio y al de su Iglesia. Obviamente, soy una persona que viene de fuera de la Curia Vaticana y que entra en un mundo nuevo. Necesitaré un tiempo de adaptación y aprendizaje, de conocer y familiarizarme con las personas, con los procedimientos, con las relaciones con otros dicasterios, etc. Y lo haré entregándome plenamente a la tarea que se me encomienda”.
Pero sería un error suponer que Guerrero llega desvalido a su nueva función o que la designación de Francisco es fortuita.
En su rol de Delegado del Padre General para las casas y obras interprovinciales Romanas, él es Superior Mayor de 360 jesuitas procedentes de 69 provincias de todo el mundo, 150 de los cuales están en formación, y 210 que desempeñan su misión en:
- Pontificia Universidad Gregoriana,
- Pontificio Instituto Bíblico,
- Pontificio Instituto Oriental,
- Specola Vaticana,
- Civiltà Cattolica,
- Centro Aletti,
- Collegio Russicum,
- Collegio Bellarmino,
- Collegio del Gesù,
- Dicasterio para la Comunicación (Radio Vaticana) y otros dicasterios de la Santa Sede.
Él ha trabajado en el proyecto de integración de las tres instituciones académicas confiadas a los jesuitas por el Papa en Roma:
- Gregoriana,
- Bíblico, y
- Oriental.
El Superior General de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, manifestó su aval ante la decisión de Francisco: “Cuando la petición del Santo Padre me llegó, la acogí con apertura y disponibilidad”. Solamente le pidió al Papa que el nombramiento no llevase asociado el episcopado, de modo que, cuando concluya su misión, el padre Guerrero pueda volver a su servicio entre los jesuitas.
El padre Guerrero comenzará su cargo en enero de 2020.
El español Guerrero se suma a los otros dos cargos importantes de los españoles en la Curia romana:
- Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y
- Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.