por EDGAR MAINHARD
La humanidad conoce los estimulantes desde hace miles de años. Sin embargo no se las imaginaba adicciones. Algunos afirman que todo comenzó con el alcohol, que se extraía de la fermentación de la miel. El uso era diferente al del presente porque el contexto del consumo eran ceremonias religiosas.
Durante muchas generaciones fue la bebida para adultos en un amplio espectro cultural, social y geográfico.
Aparece en los versos del Rig Vedá, uno de los libros sagrados del Vedismo. En Alemania se han encontrado cuernos de vacuno, usados como vasos o recipientes llamados «cuernas», para beber hidromiel. En Grecia se llamaba «melikraton» y en Roma, «aqua mulsum», aunque en este caso prevaleció el vino endulzado con miel. Según la mitología nórdica, este licor ‘hidromiel‘ era el único alimento del dios Odín.
Lo bebieron griegos (se embriagaban para honrar a Baco), romanos, celtas, normandos, sajones y vikingos. En América, los mayas produjeron un tipo de hidromiel llamado “balché”, porque incluía trozos de corteza de árbol de balché.
La hidromiel fue la bebida predilecta del emperador Cayo Julio César.
Pero también aparecieron bebrajes más complejos: el Soma védico de la tradición Hindú fue consumido por los fieles durante siglos y su ingesta provocó el siguiente texto en el sagrado Rig Veda, escrito unos 1.000 años antes de Cristo:
Beber el Soma era no sólo un rito sino el centro de la experiencia religiosa.
“Hemos bebido Soma, nos hemos hecho inmortales, llegado a la luz, hemos hallado a los dioses“.
En Persia, los seguidores de Ahura Mazda bebían el Haoma, un licor sagrado que les provocaba estados visionarios.
En Egipto se utilizaba un incienso ceremonial llamado Kyphy, extraído, probablemente, del cáñamo.
La pitonisa estaba drogada
En América, los indígenas consumían en sus ritos sustancias alucinógenas mientras el Chamán o sacerdote se “desprendía” del cuerpo y viajaba a otros planos de la realidad.
El suizo K. Meuli destacó la intervención del cáñamo como vehículo de éxtasis entre escitas, caucásicos e iranios, a mismo tiempo que mencionó la conexión de esos ritos con sesiones de culto en tribus altaicas y siberianas.
El viejo término indoiranio para cáñamo (“bhanga” en iranio, “bhang” en sánscrito) designa también cualquier tipo de embriaguez mística en Asia central y septentrional. Esta mención obliga a otra: el éxtasis ligado a la amanita muscaria, una seta que aparece siempre en los cuentos de hadas, con un pileo rojo jaspeado de puntos claros y un níveo fuste.
Los nómadas de las estepas árticas, desde el Báltico a Siberia oriental empleaban esa amanita en rituales extáticos y de iniciación; también guerreros tan distantes como los bersekir escandinavos y los marya védicos.
Algunos inciensos estaban preparados para ejercer un efecto determinado sobre el espíritu. Por ejemplo, el ‘kyphi‘, un compuesto psicoactivo que se utilizaba en ritos y ceremonias, mencionado en los papiros egipcios de magia, citado a su vez por Dioscórides y Plutarco.
En el santuario de Delfos, dedicado a Apolo, la pitia o pitonisa emitía sus oráculos luego de mascar ciertas hojas, aspirar sahumerios y beber agua de una fuente determinada, además de ubicarse en un lugar del templo donde surgían vapores embriagadores de una hendidura. Ella entraba en un trance visionario que Platón llamó “estado de delirio“.
Los llamados “misterios de Eleusis“, que se celebraban en el otoño del Hemisferio Norte, en honor de la diosa Deméter y de su hija Perséfone, que fue raptada por Hades, dios del Averno para hacerla su esposa, exigía a los participantes un riguroso secreto sobre lo que allí ocurría, y sólo se podía asistir a esta celebración una vez en la vida. Participaron Aristóteles, Sófocles y Cicerón, entre otros.
La ceremonia principal era por la noche. Los aspirantes bebían un elixir llamado ‘Kykeón‘ y así entraban en trance. Se desconocen los ingredientes del ‘Kykeón’, salvo que tenía menta y harina. Sí son conocidos los efectos del cornezuelo o ergot, un hongo que parasita los cereales y que contiene alcaloides tales como la amida, propia del ácido lisérgico. Una harina procedente de grano contaminado por este hongo produciría perfectamente el ‘viaje’ de muerte y resurrección al que aludían algunos participantes.
Moloc era un narcodios
En la América precolombina, aztecas, mayas, olmecas y diversos pueblos amazónicos basaban sus ritos religiosos en el consumo de vegetales como el teonanácatl -un tipo de hongo psilocibio-, el ololiuhqui -una trepadora-, el peyote -una cactácea- y la ayahuasca o yagé -una liana-, todas ellas portadoras de alcaloides de gran efecto.
La “abominación de Moloc” condenada por los profetas hebreos era el sacrificio de niños, en los que también incurrieron israelitas, y en esos ritos había un consumo de alcohol y de sustancias narcóticas.
El culto a Astarté (o Ashtaroth o Afrodita para los griegos), otra diosa que llegó a atraer a infieles hebreos, se asociaba con la adormidera u opio. En la tradición y la iconografía se asocia a Astarté con el junípero, el ciprés y el pino, además de la flor del loto y la adormidera, con los que se preparaban inciensos capaces de provocar rituales extáticos.
El loto (Nymphaea lotus) era considerada por los antiguos egipcios una planta sagrada que simbolizaba la inmortalidad y la resurrección pero en el Papiro Ebers se mencionó que contiene potentes alcaloides narcóticos, nympherina, nuciferina, nupharidina y alfa-nupharidina, tanto en las flores como en los rizomas, que no son disolubles en agua sino en alcohol.
El médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia, Pedanio Dioscórides Anazarbeo, explicó sus efectos narcóticos como inductor de sueños. Los alcaloides del loto pueden llegar a tener propiedades psicoactivas para inducir alucinaciones o un tipo de sueño muy vívido. De hecho, se trata de una cuestión de dosis.
Evidentemente, drogas y sexo con prostitutas y prostitutos sagrados fue el cóctel con el que los cananeos intentaban atraer a los israelitas a abandonar a Jehová, la fuente de su poder.
Y llegó la heroína
La diferencia entre el pasado y el presente resulta en que aquellos consumos vinculados con lo ritual no pueden ser considerados adicciones que consumían a diario a los individuos. La necesidad de utilizar estimulantes para suplir una cantidad de faltantes en la identidad y la conducta de los seres humanos, es una enfermedad contemporánea.
El opio llegó a Europa Occidental en el siglo XVI con el médico y alquimista suizo Paracelso que difundió el uso de lo que llamó “la piedra de la inmortalidad” en forma de láudano o tintura. En el siglo XIX ya era un problema sanitario a causa del incremento del consumo como complemento del ocio.
A pesar de la popularidad de las hojas de coca, el uso de la cocaína fue bastante limitado hasta 1883, año en que un médico militar, Theodor Aschenbrandt, compró un suministro a la compañía farmacéutica Merck para utilizarlo en los soldados durante unas maniobras e informó sobre sus efectos beneficiosos a la hora de soportar la fatiga física, en un artículo que publicó poco después. El joven doctor Sigmund Freud, que se encontraba en una etapa difícil de su vida —sufría melancolía y fatiga crónica— leyó el artículo, obtuvo más información sobre las hojas de coca y se decidió a probar la cocaína.
En 1874 se creó el primer opiáceo semisintético, la heroína, comercializada por la fábrica Bayer como sustitutivo del opio y la morfina en los tratamientos de deshabituación. De inmediato logró una alta adicción en el Reino Unido y USA, extendiéndose al resto de Occidente.
Synanon
Charles Edwin Dederich fue un ejecutivo de ventas y un alcohólico, a quien su segunda esposa le exigió, en 1956, ingresar a Alcohólicos Anónimos. Al final, Dederich perdió a su mujer pero permaneció en el programa y sobrio.
Dederich se convirtió en un orador admirado en las reuniones de autoayuda.
Pero AA no aceptaba otros tipos de adictos en sus reuniones. El LSD ya era una sustancia que promovían hasta los psicólogos.
Albert Hofmann había sintetizado en Suiza en 1938 un producto químico a partir del hongo cornezuelo y lo bautizó con un acrónimo del alemán Lyserg-säure-diäthylamid, seguido de un nombre secuencial: LSD-25.
Los laboratorios Sandoz lo comercializaron desde 1947 como medicamento para usos psiquiátricos bajo la marca Delysid. Y muchos psiquiatras y psicoanalistas en las décadas de 1950 y 1960 lo aconsejaron como agente terapéutico.
Narcóticos Anónimos, fundada en Los Ángeles (California), en 1953, estaba muy desorganizada como institución. En 1958, Dederich decidió formar su propio grupo que abarcaba todo tipo de adictos: “Tender Loving Care” (Cuidado amoroso y cariñoso), donde acuñó su famosa frase “Hoy es el primer día del resto de su vida”.
A causa de muchos acontecimientos terribles que ocurrieron años después con Dederich, a veces se olvidan algunos aportes interesantes que él realizó a la elaboración de una terapia para adictos a los narcóticos.
En 1958, Dederich inició la Fundación Synanon. En latin, “Syn” es “unión” y “Anonymous” es “desconocido“. ¿Unión ante lo desconocido?
Los miembros de Synanon vivían juntos en una comunidad. El liderazgo de Dederich impactaba.
La búsqueda del método
A principios de la década de 1960, Dederich supo atraer a medios de comunicación a publicitar su organización, y esto provocó muchos beneficios y el crecimiento de la organización, que incluyó la compra del Club Casa del Mar, en la playa de Santa Mónica, y el Athens Athletic Club, en Oakland, también California.
En la rehabilitación se incluía el trabajo en estaciones de servicio o vender lápices para apoyar a la organización y aprender la ética del trabajo.
Synanon devino en uno de los mayores distribuidores estadounidenses de bolígrafos de marcas importantes y otros artículos utilizados por las corporaciones para merchandising.
Synanon llegó a gestionar mucho dinero. La explotación de una sola empresa que le fue donada -vinculada al registro de fideicomisos en el sur de California- generó ingresos anuales por US$ 18 milloneses.
Los solicitantes eran entrevistados por los líderes de la comunidad y, si eran aceptados, estaban obligados a dejar de consumir drogas, y durante sus primeros 90 días en la comunidad no podían contactar con amigos ni familiares externos.
Syanon requería a todo paciente, un fuerte compromiso inicial.
El programa rechazó cualquier forma de productos farmacéuticos o disminución de las dosis de drogas. Los adictos se quedaban en un sofá para vomitar, si fuese necesario, mientras iniciaban su desintoxicación.
Durante la 1ra. década de vida de Synanon, se trataba de un programa de hasta dos años de duración, en tres etapas, destinadas a preparar a los miembros para reingresar a la sociedad.
Las 3 etapas de un tratamiento
Durante la 1ra. etapa, los miembros permanecían dentro de la comunidad, donde hacían trabajo comunitario y de limpieza.
Durante la 2da. etapa, los miembros trabajaban fuera de la comunidad pero aún residían dentro de la comunidad.
Durante la 3ra. etapa, los miembros trabajaban y vivían fuera de la comunidad, pero asistían a reuniones regulares.
Una de las prácticas distintivas de Dederich fue The Game (El Juego), una sesión durante la cual un miembro hablaba sobre sí mismo y luego soportaba las críticas frontales de sus compañeros. La idea era que cuando concluyera The Game las agresiones fueran olvidadas y todo permaneciera como un apoyo mutuo.
Las personas se sentaban en círculo para expresar (y a menudo gritar) sus frustraciones entre sí. El enfoque de confrontación fue una forma de analizar todo lo que te molestaba sobre los demás en tu grupo. Se suponía que era una forma de aprender sobre uno mismo.
Ahora bien, en el juego, las frustraciones ni siquiera tenían que ser ciertas. Mentir era solo una de las estrategias en The Game, que podía durar hasta 72 horas ininterrumpidas.
A causa de que no había una jerarquía en The Game, los miembros podían criticar libremente hasta el liderazgo de Synanon.
Un problema fue que el ejercicio terminó en prácticas más allá de lo terapéutico. Y esto resultó al final negativo porque devino en mecanismo de control de los pacientes internos.
Esto ocurrió más adelante, cuando Dederich llegó a la conclusión que la rehabilitación es una tarea de toda la vida, y hacia 1968 él convirtió a Synanon en el supuesto german de una sociedad alternativa, con la premisa de que los adictos nunca se curarían lo suficiente como para regresar a la sociedad.
El problema del guetto
Dederich afirmó que él iba más allá de la rehabilitación y quería crear una nueva forma de vida: “Éste es el tipo de revolución que movió al mundo del judaísmo al catolicismo al protestantismo al sinanismo. Éste es un juego de revolución total”, afirmó antes de desbarrancar.
Aquí aparece una cuestión fundamental: es correcta la apreciación de que el adicto debe convivir con su adicción toda la vida, superándola a diario, ya sea al alcohol o a una sustancia narcótica u otra adicción. Y también es cierto que es importante superar los agujeros en la personalidad y el comportamiento que en el pasado eran ocultos o llenados por la adicción. Pero la construcción de un ‘ghetto‘ o gueto no es la respuesta al problema sino la incorporación de valores esenciales. En esto consiste la clave que ignoró Dederich.
Con todo, hubo un momento de gran reconocimiento social a esta propuesta de Synanon como una sociedad ‘progresista‘. Por ejemplo, se abrió una escuela dirigida por Al Bauman, quien creía en la filosofía innovadora y tenía como objetivo enseñar a los niños a pensar de manera diferente. La escuela atrajo a abogados, guionistas y ejecutivos de negocios que enviaban a sus hijos a educarse en un entorno ‘progresista’.
Synanon llegó a tener propiedades en siete condados, US$ 50 millones de 1970 en el banco y abrió centros en otros países comenzando por Alemania.
Pero no funcionó esta nueva idea de imaginar a Synanon como sociedad alternativa. Dederich, quien ya sufría algún deterioro en sus conductas, a mediados de los años ’70 ordenó a las mujeres afeitarse la cabeza y a las parejas casadas separarse y contraer nuevas parejas. Los hombres recibieron vasectomías forzadas, y algunas mujeres embarazadas fueron obligadas a abortar. El derrumbe había comenzado.
Casos notables
También surgieron problemas fiscales. Entonces Dederich declaró que Synanon era una organización religiosa exenta de impuestos, la “Iglesia de Synanon“.
El ocaso de Dederich -que fue previo al de Syanon- ocurrió cuando amenazó de muerte al abogado Paul Morantz, quien patrocinaba a varios ‘rebeldes‘ que denunciaban excesos en Synanon entre 1975 y 1978, y resultó que éste encontró dentro de su buzón de correo una serpiente de cascabel que lo mordió y su veneno casi lo mata. Dederich tuvo que renunciar a Syanon.
Sin embargo de aquella experiencia surgieron varios aportes con profundo impacto positivo en la terapia de rehabilitación.
Al menos temporalmente, Syanon recuperó a los músicos de jazz adictos a la heroína Frank Rehak, Arnold Ross, Joe Pass y Art Pepper (quien lo explicó en su autobiografía ‘Straight Life’) y el actor Matthew Barba. Y la oradora motivadora Florrie Fisher elogiaba a Synanon en sus discursos ante estudiantes de secundaria por haberla curado de su adicción a la heroína, que a su vez había provocado que se prostituyera para comprar la sustancia.
Un caso notable fue el de Mel Wasserman, quien creó CEDU Education, un oneroso programa de educación para adolescentes problemáticos, donde se utilizó el modelo de confrontación de Synanon (The Game).
La periodista y activista Maia Szalavitz afirma que Synanon influyó en otros programas tales como Phoenix House, Straight, Delancey Street Foundation, Incorporated y Boot Camps.
El psiquiatra y psicoanalista Daniel Harold Casriel, quien creó un método de psicoterapia grupal vigente. Él estuvo en Synanon para conocer el sistema y luego participó activamente en la creación de los centros de tratamientos de adicciones Daytop, junto al sacerdote católico William B. O’Brien, quien también conoció Synanon.
En julio de 1962, Casriel visitó Synanon y quedó tan impresionado que se mudó a la comunidad para una “mirada más cercana” y escribió un libro sobre la experiencia (“So Fair A House: The story of Synanon” o “Tan sólo una Casa: La historia de Synanon”). En febrero de 1963, Casriel donó US$ 2.000 de entonces a 7 miembros de Synanon para iniciar una comunidad en Greens Farm Road, Westport, Connecticut, dirigida por Jack Hurst, ex presidente de Synanon en Santa Mónica.
El paso siguiente fue Daytop Village.
(Continuará).