¿Cuál es la relación entre la Fe y el Dinero?
La historia es fascinante porque el Libro de Job es espectacular aunque unos cuantos predicadores intenten subestimar esa porción de la Biblia.
En el siglo II, Marción de Sinope llegó a la conclusión de que el Antiguo Testamento no ofrecía casi nada al cristianismo, y fue excomulgado por sus puntos de vista; pero en el siglo XX, los nazis ejecutaron una eliminación notable de porciones del Antiguo Testamento y muchos “cristianos alemanes” adhirieron a la modificación. En días más recientes, varios teólogos debaten qué hacer con el Antiguo Testamento, y algunos hasta “desenganchan” un testamento del otro. Sin embargo, el versículo 1:1 de Mateo, inicio del Nuevo Testamento, es un ejemplo de que no hay desenganche posible: “El siguiente es un registro de los antepasados de Jesús el Mesías, descendiente de David y de Abraham“.
Sin el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento sería inexplicable. Entonces, reivindicado Job, hay que aclarar que él era un creyente ideal, que aportaba ofrendas impresionantes y diezmos voluminosos:
“Había un hombre llamado Job que vivía en la tierra de Uz. Era un hombre intachable, de absoluta integridad, que tenía temor de Dios y se mantenía apartado del mal. Tenía siete hijos y tres hijas. Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas burras; también tenía muchos sirvientes. En realidad, era la persona más rica de toda aquella región. Los hijos de Job se turnaban en preparar banquetes en sus casas e invitaban a sus tres hermanas para que celebraran con ellos. Cuando las fiestas terminaban —a veces después de varios días— Job purificaba a sus hijos. Se levantaba temprano por la mañana y ofrecía una ofrenda quemada por cada uno de ellos, porque pensaba: «Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en el corazón». Esta era una práctica habitual de Job.“
En algún momento, toda esa prosperidad entró en conflicto y no fue por culpa de Job:
“Entonces el Señor preguntó a Satanás: —¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la Tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal. Satanás le respondió al Señor: —Sí, pero Job tiene una buena razón para temer a Dios: siempre has puesto un muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades. Has hecho prosperar todo lo que hace. ¡Mira lo rico que es! Así que extiende tu mano y quítale todo lo que tiene, ¡ten por seguro que te maldecirá en tu propia cara! —Muy bien, puedes probarlo —dijo el Señor a Satanás—. Haz lo que quieras con todo lo que posee, pero no le hagas ningún daño físico. Entonces Satanás salió de la presencia del Señor.”
Entonces, ocurrió lo peor para Job:
“Un día cuando los hijos y las hijas de Job celebraban en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job con las siguientes noticias: «Sus bueyes estaban arando y los burros comiendo a su lado, cuando los sabeos nos asaltaron. Robaron todos los animales y mataron a los trabajadores, y yo soy el único que escapó para contárselo». Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó otro con esta noticia: «Cayó del cielo el fuego de Dios y calcinó a las ovejas y a todos los pastores; yo soy el único que escapó para contárselo». Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó un tercero con esta noticia: «Tres bandas de saqueadores caldeos robaron sus camellos y mataron a los sirvientes; yo soy el único que escapó para contárselo». No había terminado de hablar el tercer mensajero cuando llegó otro con esta noticia: «Sus hijos e hijas estaban festejando en casa del hermano mayor y, de pronto, un fuerte viento del desierto llegó y azotó la casa por los cuatro costados. La casa se vino abajo y todos ellos murieron; yo soy el único que escapó para contárselo».”
Algunos que sólo predican la prosperidad, sin duda tienen un problema con este relato.
Lauren D’Alessandro es la fundadora y administradora de la web ‘The You Are Project’, una revista online para mujeres cristianas. Y difunde diversos contenidos en www.laurendalessandro.com/
Ella escribió:
“Como miembros de la Iglesia, todos hemos estado expuestos a varios niveles de enseñanzas sobre prosperidad y bendiciones. Honestamente, toda la conversación se vuelve algo confusa después de un tiempo. Hay extremos en ambos lados, desde aquellos que creen que Dios sólo quiere hacernos materialmente ricos y que el sufrimiento significa que no tienes relación con Dios, hasta aquellos que creen que la riqueza material es mala y que la única garantía de Dios son las pruebas.
Lo complicado es que todos parecen tener un versículo para respaldar sus creencias. Entonces, ¿cuál es la verdad? Si la Biblia dice: “Nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades” (Romanos 5: 3) y también, “¡Pónganme a prueba! … les abriré las ventanas de los cielos. ¡Derramaré una bendición tan grande que no tendrán suficiente espacio para guardarla!” (Malaquías 3:10), entonces, ¿qué podemos esperar realmente en esta vida con respecto a la prosperidad y la riqueza? (…)”.
Una prosperidad
«Teología de la Prosperidad» es el nombre más conocido y descriptivo de una corriente teológica neopentecostal evangélica convencida de que Dios quiere que sus fieles sean económicamente ricos, físicamente sanos e individualmente felices.
El enfoque corre riesgos evidentes porque, entonces, afirman muchos:
- Dios se encontraría al servicio de sus seguidores,
- la Iglesia sería un supermercado de la fe,
- la religión se convertiría en un fenómeno utilitarista,
- ¿dónde aparece el Mal, liderado por un ángel caído poderoso?
La doctrina se ha asociado con el ‘positive thinking‘ («pensamiento positivo»), expresión del denominado ‘american way of life‘ («modo de vida estadounidense»), a su vez derivado de una afirmación de Alexis de Tocqueville, en su obra ‘La democracia en América‘ (1831), acerca de la “excepcionalidad” de la sociedad estadounidense, el ‘american dream‘ («sueño estadounidense»), la tierra de oportunidades, motivación de muchos migrantes económicos ambicionando un legítimo ascenso socioeconómico y cultural, según explicó en cierta ocasión la publicación católica jesuita La Civilitá Cattolica.
Pero esto lleva a una conclusión peligrosa:
- la fe provoca riqueza, salud y bienestar, y
- la falta de fe lleva a la pobreza, la enfermedad y la desdicha.
Los fariseos, en los tiempos de Jesús, tenían interpretaciones similares. Y Jesús mantuvo grandes debates con ellos por semejante doctrina, historias que serán abordadas en breve.
El origen de la «Teología de la Prosperidad» es el pastor neoyorkino Essek William Kenyon (1867-1948), quien sostenía que, a través del poder de la fe, pueden modificarse las realidades materiales de una persona.
Luego, irrumpió el denominado «movimiento de la fe», del autoproclamado «profeta» Kenneth Hagin (1917-2003).
Tanto Kenyon como Hagin comprendieron que la comunicación de masas era un instrumento fundamental para la rápida difusión de sus enseñanzas, y ocuparon espacios en la radio y/o la television:
- «Kenyon’s Church of the Air» [«La Iglesia del aire de Kenyon»], y
- «Faith Seminar of the Air» [«El seminario de fe del aire»].
Más recientemente ocurrieron experiencias similares con
- Kenneth Copeland, conductor de su programa televisivo «Believer’s Voice of Victory» [«La voz de victoria del creyente»]; y
- Norman Vincent Peale (1889-1993), pastor de la Marble Church de Nueva York, autor de los libros “El poder del pensamiento positivo”; “Cambia tus pensamientos y cambiará todo”; “Guía para una vida apacible”.
Oral Roberts, Pat Robertson, Benny Hinn, Robert Tilton, Joel Osteen, Joyce Meyer y otros han alcanzado popularidad y riqueza extremando este evangelio.
Joyce Meyer afirma que su programa televisivo «Enjoying everyday life» [«Gozar de la vida de cada día»] llega a dos terceras partes del mundo, traducido a 38 idiomas.
Los teólogos de la prosperidad propagan la idea de que la riqueza está en relación proporcional con la fe personal.
Este grupo obtiene un gran poder mediático y político, crecimiento proporcional a los beneficios económicos, físicos y espirituales que prometen a sus seguidores.
Para este grupo de predicadores, la «palabra de fe» que pronuncian ocupa el lugar que tradicionalmente tenía la Biblia como norma de fe y de conducta.
El «ungido» habla en nombre de Dios de manera directa, concreta y específica, dando a la «palabra positiva» un sentido creativo considerado capaz de hacer que las cosas sucedan si los que asisten no la obstaculizan con su falta de fe.
Kenneth Copeland escribió en su libro ‘The Laws of Prosperity’ [Las leyes de la prosperidad] que, habiendo Dios establecido la alianza (con Abraham) y estando la prosperidad entre los legados de esa alianza, el creyente debe tomar conciencia de que, hoy, la prosperidad le pertenece por derecho.
En el libro ‘God’s Will is Prosperity’ [La voluntad de Dios es la prosperidad], la predicadora Gloria Copeland escribió: «Das 1 dólar por amor al evangelio, y ya te tocan 100; das 10 dólares, y a cambio recibirás 1.000 de regalo; das 1.000 dólares, y a cambio recibes 100.000. Si donas un avión, recibirás 100 veces el valor de ese avión. Regala un automóvil y obtendrás tantos automóviles que ya no tendrás necesidad de ellos durante toda la vida. Dicho brevemente, ¡Marcos 10:30 es un buen negocio!».
“—Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o bienes por mi causa y por la Buena Noticia recibirá ahora a cambio cien veces más el número de casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y bienes, junto con persecución; y en el mundo que vendrá, esa persona tendrá la vida eterna.” Marcos 10:29-30.
El principio espiritual de siembra y cosecha consiste, entonces, en un hecho economicista que se mide en términos de retorno sobre la inversión.
Difícil explicar Gálatas 6:7-10:
“No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. Los que viven solo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna. Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, en especial a los de la familia de la fe.”
¿Y si casi todo esto fuese o relativo o falso?
Es momento de volver a Lauren D’Alessandro:
“Aquí hay tres puntos que me han ayudado a encontrar una mayor claridad cuando se trata de la complicada relación entre dinero y fe:
1. Nuestras posesiones terrenales no son pecaminosas en sí mismas, pero son temporales.
En Mateo 19, Jesús fue abordado por un hombre rico que le preguntó: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” El hombre le dice a Jesús que ya ha seguido los mandamientos de la ley y le pregunta: “¿Qué más me falta?” Jesús responde: “Si quieres ser perfecto, ve, vende tus posesiones y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Entonces ven, sígueme. El hombre se fue molesto porque era rico, y Jesús les dijo a sus discípulos: “Les digo la verdad, es difícil para un hombre rico entrar al reino de los cielos. Una vez más, les digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un hombre rico entre en el reino de Dios “.
Muchas personas interpretan que este pasaje significa que las personas ricas no pueden entrar al cielo. Nos imaginamos el pequeño ojo de una aguja de coser y pensamos en lo imposible que sería pasar a cualquier ser humano por ese pequeño agujero. Pero en su Biblia Companion, E.W. Bullinger explica a qué se refería realmente Jesús: “el ojo de la aguja, una pequeña puerta fijada en una puerta más grande, abierta después del anochecer. Para pasar, el camello debe estar descargado. De ahí la dificultad del hombre rico. Debe ser descargado … “
Entrar al cielo es como entrar por esta pequeña puerta. Si llevamos todas nuestras posesiones con nosotros y no estamos dispuestos a dejarlas, no podremos pasar. Me encanta la forma en que Bullinger lo dice: debe estar descargado. Para entrar al cielo, todos debemos descargar nuestras posesiones para poder entrar por la puerta angosta y recibir las verdaderas bendiciones del otro lado.
2. Cuando “cuentas todo como pérdida”, te vuelves más agradecido por tu riqueza material, pero también menos apegado a ella.
La mayoría de nosotros conocemos el pasaje de Filipenses 3: 7-8, donde Pablo escribe: “Pero lo que sea para mi beneficio, ahora considero la pérdida por el bien de Cristo”.
En mi vida, “considerar todo como pérdida” fue un proceso de renunciar a la alegría temporal que encontré en mis “cosas”. No fue un proceso especialmente placentero. Por un tiempo, sentí que nada a mi alrededor podría hacerme feliz nunca más, hasta que me di cuenta de cuánta alegría se podía encontrar en Cristo.
Ahora, la alegría que encuentro en mis posesiones es saber que todo lo que tengo es simplemente una expresión física del amor de Dios por mí. Ahora disfruto más de mis cosas, porque el amor que reflejan durará mucho más de lo que ellas duren. En cualquier momento, estoy dispuesto a entregar cualquiera de estas cosas a Dios para su propósito, porque realmente, todas le pertenecen.
3. El sufrimiento también puede ser una bendición.
Creo que cuando pasamos por pruebas o cuando Dios nos llama a renunciar a las cosas por Él, tenemos en mente que estamos haciendo esto
- para hacernos dignos ante Dios, o
- para demostrarle nuestro amor.
Pero la verdad es que tu mayor y más grande sacrificio no logra absolutamente nada para ganar el favor de Dios. De hecho, tal pensamiento muestra que nuestra visión de Dios es mucho más baja de lo que debería ser. Por eso Jesús tuvo que morir. Su sacrificio de una vez por todas significa que cualquier cosa que hagamos ahora para servir a Dios no podría ser con el propósito de ganar un lugar que Él ya nos regaló.
Entonces, ¿por qué sufrimos? No sé completamente la respuesta a eso, pero sí sé que en nuestro sufrimiento, es el amor abrumador de Dios por nosotros lo que nos permite ser transformados. Dios quiere bendecirnos, pero nuestros corazones están tan endurecidos, especialmente por las cosas espirituales que Él desea darnos. Si revelara todo lo que tiene para nosotros, no podríamos recibirlo ni entenderlo. Entonces el sufrimiento se convierte en el campo de entrenamiento; vuelve a entrenar nuestros corazones y nos prepara para recibir las cosas buenas que tiene guardadas.
¿Dios quiere bendecirte? Creo que lo hace. Su deseo es “derramar tanta bendición que no tendrá espacio suficiente para ello”. Esto no se ve exactamente igual para todos, y la bendición no es sinónimo de riqueza, por lo que no podemos medirlo simplemente comparando cuentas bancarias. Si bien Él satisface nuestras necesidades y nos proporciona cosas materiales, creo que descubriremos que las bendiciones espirituales de experimentar su Amor y vivirlo en nuestras vidas son las bendiciones más satisfactorias que podríamos recibir.”