Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento el sábado es el día original de reposo. Además de las páginas bíblicas, en el registro histórico secular se corrobora la relevancia de entender las Escrituras en su contexto y de respetar el origen y sentido que los escritores querían otorgarle a las palabras.
En el Antiguo Testamento
A pesar que distan aproximadamente 1600 años entre la escritura del primer libro de la Biblia hasta el último, hay principios allí plasmados que han sido respetados por diferentes generaciones sucesivas.
Tal es el caso del sábado, que fue guardado por Dios en el origen de la Tierra cuando al finalizar la creación de la naturaleza, los animales y los seres humanos, descansó:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. (Génesis 2:2-3)
Con el pasar de los años, cuando al pueblo de Israel ya se le había comisionado la responsabilidad de representar a la deidad en la Tierra, le fueron dados los 10 Mandamientos entre los que se encuentra en cuarto lugar el respeto por la jornada de reposo:
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas”. (Éxodo 20:8-10)
Además, estos versos muestran la contracara del reposo del séptimo día, ya que los restantes seis son dedicados al trabajo y la actividad secular. De esta forma da relevancia a un único espacio de 24 horas como destacado, distinto, separado.
Para los hebreos, el Sabbat o Shabat, era distintivo. En su origen “שבת” significa descanso y consideraba el período entre una puesta de sol y la siguiente durante el que se dejaban de lado todas las labores diarias para dedicarle cada acción y momento a Dios.
Jesús y el Nuevo Testamento
Podría aseverarse que el cuarto mandamiento pertenece al período anterior a la venida de Jesús, que según el Nuevo Pacto que hizo Dios con los cristianos y no solamente con los judíos el sábado ya no es un requerimiento.
Sin embargo, hay sobrados argumentos que demuestran que el día de reposo continuó en el Nuevo Testamento:
- Jesús se calificó como el Señor de sábado: “Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lucas 6:5).
- Resucitó en domingo y durante el sábado descansó, ya que según Job 14:10-12 o Daniel 12:2 la muerte es como un sueño.
- Las mujeres que prepararon el cuerpo de Cristo, como dictaba la costumbre cuando la persona yacía en el sepulcro, también guardaron el mandamiento: “Y vueltas, aparejaron drogas aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al mandamiento” (Lucas 2:56).
- Juan registró que “en el día del Señor quedé bajo el poder del Espíritu, y oí detrás de mí una fuerte voz, como un toque de trompeta” (Apocalipsis 1:10). Algunos creen que la expresión “en el día del Señor” refiere al momento del Juicio, pero esta posición desconoce que un mismo símbolo bíblico puede representar a más de una literalidad. Es decir que en ciertas tramas argumentativas refiere al tiempo final y en otras al sábado.
- En la descripción de las señales del tiempo del fin dadas en Mateo 24, se insta a “Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado” porque en aquel contexto el reposo era principalmente físico.
- Otro relato que apoya la vigencia del cuarto mandamiento está en Marcos 2:23-28 cuando Jesús enseña el verdadero respeto del decálogo cuando los discípulos recogían espigas para comer y los fariseos los acusaron que transigir: “El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado. Así que el Hijo del hombre es Señor aun del sábado”.
Después de los primeros cristianos
Antes de establecer un único día de reposo, en el Imperio Romano tardío se adoró al sol a través del culto “Sol invictus” que celebraban los paganos cada domingo y fue la religión oficial hasta que se impuso el cristianismo como fe única.
El 7 de marzo del año 321 d.C. el emperador Constantino I fusionó aquel culto con el sábado cristiano y dio por iniciado la primera jornada de la semana como sagrada. De esta forma, la práctica pagana y la cristiana estuvieron obligadas a coincidir en un mismo espacio temporal de adoración y asueto civil, según se dispuso por ley.
Siglos después en el XVI, se llevó a cabo un concilio ecuménico de la Iglesia Católica Apostólica Romana en Trento, Italia, en el que definitivamente se declaró que “complace a la Iglesia de Dios que la celebración religiosa del día Sabbat se debe transferir al día del Señor: el domingo“.
Sin embargo mucho antes de esta declaración y desde los primeros años después de Cristo, durante las 24 horas de duración del descanso solo se admitía realizar tareas indispensables, mientras que los negocios, el teatro y festividades quedaban relegadas.
Esta situación no se mantuvo indefinidamente, sino que con el transitar de los años tras la modernidad inaugurada con la Revolución Francesa en 1789 el domingo comenzó a tener otra impronta ligada al derecho laboral y no así tanto con la religión. Es decir que pasó a considerarse un espacio recreativo y de ocio necesario, en contraste con los seis días dedicados al trabajo.
Actualmente
Llegado este punto, podría afirmarse que la confusión radica en la consideración de cuál es el primer y séptimo día de la semana y, en consecuencia, cuáles las horas sagradas.
La Organización Internacional de Normalización (ISO) dispuso que el lunes es el primero debido al comienzo de las jornadas laborales (ISO 8601) a fines de estandarizar el orden de la semana en la mayor cantidad de países posibles.
Esta norma rige en la mayoría de las regiones a excepción de aquellas con gobiernos teocéntricos dónde el sábado sigue siendo el séptimo.
No obstante, en su contexto originario el primer día en la tradición hebrea y luego cristiana es el domingo, de hecho todas las jornadas para los judíos llevaban nombres numéricos excepto el Sabbat.
Es decir que si se retorna al origen de la discusión sobre la verdadera posición del espacio temporal santo en la semana y el espíritu correcto con el que debe respetarse, cabe volver a la pregunta ¿qué dice la Biblia al respecto?
“No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos”. (Marcos 5:17-19).