“Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
Juan 3:16
El libre albedrío es la potestad de las personas para tomar sus propias decisiones, por reflexión y elección.
El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y científicas.
La existencia del libre albedrío ha sido un tema central en la historia de la religión, la filosofía y la ciencia.
El libre albedrío es diferente al concepto hoy día entendido como libertinaje, que es una actitud de abuso de la libertad dada en que el sujeto no asume las consecuencias de sus propios actos.
Y es lo contrario al determinismo, el punto de vista según el cual ninguno de los actos de nuestra voluntad es libre, sino necesariamente preestablecido, o sea causalmente determinado por la irrompible cadena causa-consecuencia.
Desde un punto de vista teológico, es un tema muy complejo: si Dios es omnisciente y omnipotente, y conoce qué pasará, por adelantado, ¿cuál es la libre elección de los humanos?
Así, libre albedrío está en conflicto con predestinación.
En verdad, el libre albedrió se encuentra presente desde el inicio del conflicto entre el Bien y el Mal. Dios concedió la libertad para decidir obedecerle o desobedecerle.
Esto es evidente en Génesis 2:16 y 17.
Quienes proponen el “libre albedrío”, defienden que el conocimiento de un suceso por venir es enteramente diferente a causar el suceso.
Por lo tanto, Dios informó y advirtió con respecto al árbol prohibido, pero no quitó la facultad de decidir. Porque eran seres moralmente libres, Adán y Eva podían creer en su palabra y obedecer sus mandamientos, o no y asumir las consecuencias. Nada ha cambiado.
El llamado Plan de Redención, que es el tema central de la Biblia y la única explicación de la vida, muerte, resurrección y promesa de regreso de Jesús, fue la provisión hecha para resolver el problema del pecado en el universo, si se considera que en el Libro de Job se deja constancia de que el problema trasciende a los humanos.
Si no existiera el libre albedrío, ¿cuál es el alcance de Génesis 1:26 y 27?
Sin embargo, tanto Juan Calvino como Martín Lutero limitaron el libre albedrío. En su debate epistolar con Erasmo de Rotterdam, es evidente que Lutero cree que el libre albedrío sería una limitación de la gracia de Dios. Son temas diferentes y complementarios pero vayamos al personaje de este contenido digital.
Jacobus Arminius puso en entredicho a calvinistas y luteranos.
Y antes que él, Menno Simons, religioso anabaptista y líder de los menonitas, también había escrito contra la doctrina de la predestinación, sosteniendo que Dios ha dejado la vida y la muerte a nuestra decisión.
Él invocó textos tales como:
Al respecto, son notables los dos versículos de Josué 24:14 y 15.
La existencia de pactos, sellados y renovados, entre Dios y los hombres, es una demostración evidente del libre albedrió.
El Gran Debate
Hay dos corrientes teológicas respecto a la interpretación de la salvación del hombre: una es la de Juan Calvino y la otra es la de Jacobo Arminio.
Es peligroso que persista la brecha. En la época de Jesús también había dos escuelas de interpretación del Antiguo Testamento: la de Hilel y la de Shamay, y sus diferencias fueron muy perjudiciales para los judíos.
El calvinismo y el arminianismo son dos intentos de explicar cómo la soberanía de Dios funciona en relación al libre albedrío / responsabilidad de la humanidad en la salvación individual.
La diferencia entre el calvinismo y el arminianismo depende de cuánta responsabilidad tiene cada humano con respecto a su propia salvación, en oposición a la suprema soberanía de Dios.
Los arminianos creen que la Caída ha afectado de manera negativa a todos los descendientes de Adán y Eva. No obstante, los seres humanos siguen teniendo libre albedrío, el cual pueden ejercer para arrepentirse y creer en el Evangelio.
El destino eterno del pecador depende de cómo emplea su voluntad. Puede escoger lo bueno o lo malo. Pero si una persona decide poner su fe en Dios, será regenerada por el Espíritu Santo.
Primero fe, luego regeneración. La fe, pues, es un acto de la voluntad del hombre.
Los calvinistas dicen que la Caída afectó a los seres humanos de tal forma que no es posible que crean el Evangelio. Su voluntad espiritual está sorda, ciega y muerta. No tienen libre albedrió porque su voluntad está esclavizada por el poder del pecado. El hombre es solamente libre para pecar.
Por lo tanto, para que éste sea salvo, el Espíritu de Dios le tiene que regenerar.
Entonces, primero regeneración, luego fe y arrepentimiento. Pero la regeneración no es para todos.
Un caso práctico:
El calvinismo sostiene que estos versículos enseñan la depravación total, elección incondicional, y también implica la expiación limitada, y la doble predestinación:
** “Nadie puede venir a mí a menos (…)”, ya que son totalmente depravados.
** “(…) a menos que el Padre me lo entregue“, es decir la elección incondicional porque la causa es el padre, no el individuo.
El arminiano está de acuerdo en que estos pasajes enseñan la depravación total.
Sin embargo, sostiene que el Padre atrae a los hombres a Cristo:
Asimismo, afirma que al considerar Juan 6, no se puede desconocer
** “Jesús les dijo:
—La única obra que Dios quiere que hagan es que crean en quien él ha enviado.”
** “Jesús les respondió:
—Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás.”
** “Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.”
** “Les digo la verdad, todo el que cree, tiene vida eterna.”
Atribuir la salvación exclusivamente al Padre, independientemente de la respuesta de la persona, va en contra de la voluntad declarada del Padre.
Juan Calvino
El popularmente llamado ‘calvinismo’ representa lo que se reconoce en Teología como ‘tradición reformada‘, desarrollada por Martin Bucer, Heinrich Bullinger, Pietro Martire Vermigli, Ulrico Zuinglio, Teodoro de Beza y Juan Calvino (en su nacimiento en Noyon, Francia, bautizado como Jehan Cauvin).
Calvino nació en un hogar católico pero estudiando Abogacía, para cumplir con un deseo paterno, se relacionó con el protestantismo.
En esos días, el pastor de origen francés Guillaume Farel había logrado introducir la reforma en Ginebra (Confederación Helvética o Suiza). En nombre de la teocracia, Farel reclamó que todos aceptaran en la ciudad vivir “según el Evangelio y la palabra de Dios”, vinculando la religión y el gobierno del Cantón.
Al enterarse Farel que Calvino, de 26 años aunque ya reconocido en Europa como ensayista, estaba de tránsito en Ginebra, lo convenció de que trabajara con él.
Calvino se estableció en Ginebra como lector de la Santa Escritura en la iglesia de San Pedro.
Uno de los conceptos decisivos del calvinismo enseña que todas las personas dependen enteramente de la misericordia de Dios, a quien le sería justo el condenarlos a todos por sus pecados, pero ha escogido ser misericordioso con algunos para dar gloria a su propio nombre. Esto quiere decir que una persona es salvada mientras que otra es condenada, no por causa de la voluntad, fe o alguna otra virtud en la persona, sino por elección soberana de Dios.
Calvino creía en la doble predestinación: desde el principio de la Creación, Dios predeterminó a quién salvaría y a quién condenaría.
En el siglo XVI, el calvinismo se extendió por los Países Bajos (Holanda) y Francia, Inglaterra, Hungría, Lituania y Polonia.
Quien cuestionó estos conceptos con mayor firmeza y claridad fue el teólogo protestante neerlandés, Jacobo Arminio o Jacobus Arminius.
La Confesión Belga
Tres documentos cristianos protestantes se utilizan juntos como base de la fe para muchas iglesias, en especial las Iglesias Reformadas:
** la Confesión Belga o de Valonia,
** el Catecismo de Heidelberg, y
** los Cánones de Dort.
La Confesión Belga fue escrita en el sur de las Tierras Bajas, hoy día Bélgica.
Su autor principal fue, en 1561, el predicador itinerante Guido de Bräs, mártir en 1567.
En las Tierras Bajas dominadas por el católico monarca Felipe II de España, se perseguía duramente a los creyentes reformados, tratándolos como revolucionarios contra la Corona.
La Confesión Belga intentó dar un testimonio al monarca español de que los creyentes reformados no eran rebeldes sino que se trataba de ciudadanos respetuosos de la ley que profesaban doctrinas que respondían a las enseñanzas de la Biblia.
En 1562 una copia de la Confesión Belga fue enviada al rey español, acompañada de una petición para el alivio de la persecución. Los peticionarios declararon que estaban dispuestos a obedecer al gobierno en todas las cuestiones vinculadas al Estado.
La confesión y la petición no tuvo efecto sobre las autoridades españolas, totalmente controladas por la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Sin embargo, se convirtió en una expresión de la fe de un pueblo dispuesto a soportar el sufrimiento por amor a Jesús.
El problema es que Bräs utilizó como apunte una confesión de fe de las Iglesias Reformadas en Francia, escrita por Juan Calvino, dos años antes.
En 1566 el texto de la Confesión Belga fue revisada en un sínodo celebrado en Amberes.
En los Países Bajos u Holanda fue bien recibido por las iglesias, y adoptado por los sínodos nacionales durante las últimas tres décadas del siglo XVI.
Es fundamental señalar que en aquellos tiempos, el debate teológico se mezclaba intensamente con disputas de poder territorial.
El texto de la Confesión Belga, traducido del francés al holandés en 1562, ganó la aprobación sinodal en Amberes en 1566, en Wesel en 1568, en Emden en 1571, y en Dordrecht en 1618.
Antes, en 1608, por invitación de Johan van Oldenbarnevelt, líder republicano clave en el intento de organización del Estado de Holanda y simpatizante de los arminianos, 41 predicadores y 2 miembros de la universidad de Leiden (o Leyden) se reunieron para expresar por escrito su opinión sobre las doctrinas en disputa.
Pero en 1609 falleció Arminio. Las deliberaciones continuaron. En 1610 los seguidores de Arminio redactaron un documento titulado “Remonstrancia” (literalmente significa “una expresión de protesta”, una queja contra la doctrina calvinista de la predestinación a la que adhería la Confesión Belga, que se había impuesto como eje de la fe).
El escrito fue presentado por Johannes Wtenbogaert o Uytenbogaert el 14 de enero de 1610 en La Haya durante los Estados Generales de Holanda y Frisia.
Jacobo Arminio
Jacobo Arminio o Jacobus Arminius nació en Oudewater (Utrecht, Holanda). Su padre murió cuando era niño, y lo adoptó el clérigo Theodorus Æmilius. Su madre murió víctima de una insurrección contra la administración española, y Arminius fue enviado a estudiar Teología en la Universidad de Leiden.
Entre sus profesores estuvo Johann Kolmann, quien creía que el calvinismo presenta a Dios como un tirano y un verdugo.
Sin embargo, Arminius conoció por sí mismo el calvinismo, estudiando con Teodoro de Beza en Ginebra, en 1582.
Arminius fue ordenado pastor en 1588, tuvo un excelente ministerio en Ámsterdam, se casó con Lijsbet Reael, y fue nombrado profesor de Teología en Leiden.
En 1589, Arminius debía defender la doctrina calvinista de la predestinación contra el punto de vista de Dirck Volckertszoon Coornhert o Theodor Coornhert, secretario de los estados de Holanda, quien no aprobaba ninguna religión y las combatía a todas, pero en especial cuestionaba a los calvinistas.
Estudiando la predestinación, Arminius concluyó que el punto de vista calvinista era insostenible y le introdujo modificaciones.
El punto en disputa radicaba en el papel de la gracia de Dios en la salvación de los pecadores. Arminius concluyó: “Toda persona no regenerada posee una voluntad libre, y la capacidad de resistir al Espíritu Santo, de rechazar la gracia de Dios que le es ofrecida, de menospreciar el consejo de Dios contra sí mismo, de rehusar aceptar el evangelio de la gracia, y de no abrirle a Aquel que toca la puerta de su corazón”.
Pero ocurrió que en Leiden también era profesor, Franciscus Gomarus o François Gomaer o Franz Gomar o Francisco Gomar, teólogo y orientalista nacido en Brujas, de estricto calvinismo, grandes dotes de polemista y fuertes convicciones, conocedor del hebreo aunque muy crítico de todo la cultura judía.
Los debates que ocurrieron en Leiden entre Arminius y Franciscus Gomarus terminaron por producir un enfrentamiento con repercusiones sociales y políticas tanto en Holanda como en el resto de la Europa protestante.
Los bautistas ingleses John Smyth y Thomas Helwys, exiliados en Ámsterdam entre 1606 y 1612, fueron influenciados por el arminianismo, y así comenzaron los Bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él.
También los menonitas holandeses encontraron afinidades con los arminianos.
Y John Wesley, fundador del Metodismo, adhirió a la teología arminiana.
En el siglo XIX, el pensamiento fue reivindicado por el movimiento restauracionista de los Discípulos de Cristo e Iglesias de Cristo.
Según Arminio, Dios concede a todos los hombres una gracia previa que hace posible la salvación de todos, al incorporar al libre albedrío la capacidad de responder afirmativamente al llamado de Jesús, pero sin asegurar la salvación de ninguno. Esta gracia previa es universal, pero no irresistible. De manera que la decisión final está en las manos del hombre, no en las manos de Dios.
Según Arminio, “la voluntad del hombre no es libre de hacer ningún bien a menos que sea […] libertada por el Hijo de Dios a través del Espíritu de Dios”.
Arminio: “Toda persona no regenerada posee una voluntad libre, y la capacidad de resistir al Espíritu Santo, de rechazar la gracia de Dios que le es ofrecida, de menospreciar el consejo de Dios contra sí mismo, de rehusar aceptar el evangelio de la gracia, y de no abrirle a Aquel que toca la puerta de su corazón”.
En este punto, Arminio parece estar de acuerdo con Agustín de Hipona, Martín Lutero, y Juan Calvino. El punto en disputa es el papel de la gracia de Dios en la salvación de los humanos.
De modo que si el pecador no responde al llamamiento, la culpa es enteramente suya.
Pero, ¿de quién depende si el pecador acepta el mensaje y acude a Jesús con arrepentimiento y fe?
Arminio responde: Depende de la voluntad del pecador que ha sido previamente capacitado por la gracia de Dios.
Según Arminio, Dios concede a todos los hombres una gracia previa que hace posible la salvación de todos, al equipar el libre albedrío con la capacidad de responder afirmativamente al llamado del evangelio, aunque sin asegurar la salvación de ninguno. Esta gracia previa es universal, pero no irresistible. De manera que la decisión final está en las manos del hombre, no en las manos de Dios.
El arminianismo no debe ser confundido con el semi-palagianismo que abunda en tantas iglesias en el siglo 21.
El semi-pelagianismo enseña que el hombre es capaz de iniciar su propia salvación, aunque no puede completarla por sí mismo.
El arminianismo, en cambio, dice que el hombre no puede dar el paso inicial hacia la salvación, a menos que sea capacitado primero por la gracia “resistible” de Dios. Pero el paso final es una decisión de la voluntad humana en la que Dios no interviene.
Francisco Gomar
Franciscus Gomarus o François Gomaer o Franz Gomar o Francisco Gomar era docente en Leiden cuando Jacobus Arminius ingresó a esa facultad enseñando una doctrina contraria al concepto calvinista de la predestinación.
Gomarus y Johannes Bogermann -luego profesor de Teología en Franeker- enfrentaron a Arminius, a quien consideraron un hereje.
En 1608, Arminius y Gomarus polemizaron públicamente en las sesiones de los Estados Generales de los Países Bajos (Holanda).
En 1609 continuó el debate hasta que Arminius murió. Para cubrir la vacante en Leiden fue designado su seguidor, Konrad Vorstius, y con gran enojo Gomarus renunció, pasando en 1611 a Middleburg, como predicador de la Iglesia reformada.
En Leiden ocupó la vacante dejada por él, Simón Episcopius, también arminiano, lo que provocó más protestas de los gomaristas.
En 1614 se le ofreció a Gomarus la cátedra de Teología de la Academia de Saumur (una universidad hugonote en Francia), donde permaneció 4 años, pasando luego a enseñar Teología y Hebreo en Groninga (Holanda).
En 1618, Gomarus participó activamente del Sínodo de Dordrecht (en inglés se decía “Dort”), consiguiendo la condena de los arminianos, poco antes del reinicio de la guerra contra la Monarquía católica.
Aquel sínodo fue una reacción contra el nombramiento del teólogo Simón Episcopius, principal discípulo de Arminius, como profesor de Leiden. El asunto, en verdad, es mucho más complejo porque se relaciona con la historia política de Holanda.
El sínodo de Dort definió las doctrinas calvinistas en cinco puntos, opuestos a los del arminianismo:
** Depravación total de la humanidad, que a causa del pecado ha quedado en un estado de esclavitud.
** Elección incondicional de los que han de ser salvos, basada solamente en la libre gracia de Dios.
** Expiación limitada, por la que la muerte de Cristo es eficaz solamente para los escogidos.
** Gracia irresistible, que asegura la respuesta al evangelio de los que Dios ha escogido para salvación.
** Perseverancia final otorgada a los que han sido escogidos, de manera que aun pasando por periodos de tentaciones y caídas, no caen totalmente de la gracia salvadora.
Orange-Nassau
Luego de 1610, los calvinistas presentaron a los Estados de Holanda una contra-protesta del punto de vista de los ‘remonstrantes’.
Los Estados convocaron a diversas conferencias para debatir los puntos en disputa.
A causa de que las discusiones llevaron a disturbios populares, los Estados de Holanda y Frisia prohibieron la discusión en los púlpitos, pero no lograron la concordia.
La polémica desembocó en una lucha entre la oligarquía mercantil de la próspera Holanda y los intereses dinásticos de la casa Orange-Nassau.
La mayoría de los Estados de Holanda se negaban a convocar a una asamblea nacional, defendida por los ‘contrarremonstrantes’.
A causa de que la conferencia de 1615 fue favorable a los arminianos, los gomaristas la hicieron anular por el príncipe Mauricio de Nassau y los Estados Generales, convocando al sínodo de 1618 en Dordrecht.
En Holanda había una nueva coyuntura política, que favorecía a los gomaristas, por el apoyo de Mauricio de Nassau, estatúder y capitán general de las Provincias Unidas de los Países Bajos.
Tras la muerte de su hermanastro Felipe Guillermo de Orange-Nassau, Mauricio se convirtió en Príncipe de Orange, apoyado por la baja burguesía y los campesinos. Mauricio I de Nassau fue estatúder de la parte norte de los Países Bajos, hijo de Guillermo de Orange-Nassau, el Taciturno, y de Ana de Sajonia.
El Principado de Orange se encontraba en el sur de Francia, con capital en Orange. Antes de ser anexado por Francia, el territorio perteneció a diversas familias nobles francesas hasta que en 1530 llegó la alemana Casa de Nassau, en la persona de Renato de Châlon, quien murió sin descendencia, cediendo todos sus derechos a su primo, Guillermo de Orange, en adelante Orange-Nassau.
Tras el fin de la tregua con España, en 1621, empezada la Guerra de los 30 Años, Guillermo murió en la campaña para rescatar a su hermano Justino de Nassau, que estaba en la asediada plaza de Breda.
Antes, desde el 13 de noviembre de 1618 y hasta el 9 de mayo de 1619 ocurrieron las 154 sesiones del Sínodo que rechazó las ideas arminianas, estableciendo la “Doctrina Reformada” o ‘Los Cinco Puntos del Calvinismo‘, escritas en el documento final llamado ‘Cánones de Dort‘.
Gomarus fue el líder del sínodo. Casi no dejó intervenir a Simón Episcopius, y condenó la teología arminiana y a sus seguidores.
Episcopius fue condenado al destierro durante ocho años. El régimen de Holanda fue derrocado y el estadista Johan van Oldenbarnevelt, quien tenía el título de Gran Pensionario o sea que era la autoridad política de los republicanos, fue ejecutado.
Gran Pensionario era el funcionario holandés más importante durante la época de las Provincias Unidas. En teoría, era sólo un funcionario del condado de Holanda, la provincia dominante entre las Siete Provincias Unidas. Pero, en la práctica, fue el líder político de la república holandesa.
Probablemente todo el Sínodo apuntó a que la casa de Orange-Nassau tuviera un argumento para ejecutar al líder del partido republicano, Johan van Oldenbarnevelt, cuya influencia chocaba con las aspiraciones de los príncipes de Orange, quienes querían instaurar la monarquía.
Simón Episcopius
Simón Episcopius o Simon Bischop se matriculó en la Universidad de Leiden en 1600, donde estudió Teología bajo la dirección de Jacobus Arminius, quien falleció en 1609.
Episcopius fue quien sistematizó y divulgó los estudios y las opiniones de Jacobus Arminius.
En 1610, cuando los arminianos presentaron el ‘Manifiesto de Cinco Puntos’ o ‘Remonstrance‘, Simón era pastor en Bleyswick, población cerca de Rotterdam.
Sin embargo, un año después él defendió la causa de los ‘remonstrantes‘ en la Conferencia de La Haya.
En 1612, él sucedió al calvinista Franz Gomarus como profesor de Teología de Leiden (Gomarus había renunciado en protesta por la designación del arminiano Konrad Vorstius en sustitución de Arminius), lo cual provocó la protesta de los gomaristas, alarmados por la influencia que ganaban los arminianos.
Otra vez: la controversia teológica se entrelazó con los conflictos políticos holandeses entre los monárquicos, apoyados por los gomaristas, y los republicanos, apoyados por los arminianos.
Esto llevó a la convocatoria al Sínodo de Dort en 1618.
Episcopius fue escogido como portavoz por los 13 representantes arminianos que acudirían al sínodo, pero no se le permitió exponer.
Episcopius y los otros 12 representantes arminianos fueron destituidos y desterrados del país.
El jesuita Luke Wadding intentó en vano ganar a Episcopius para el catolicismo. La Compañía de Jesús estimaba el conocimiento teológico de Episcopius.
En 1625, tras la muerte de Mauricio de Nassau, cesó la persecución contra los arminianos, y Episcopius pudo regresar. Él fue designado pastor de la congregación arminiana de Rotterdam y luego rector del seminario arminiano (Remonstrant College) en Ámsterdam.
Final: Los 5 artículos del arminianismo
En 1610 los seguidores de Arminio redactaron un documento titulado “Remonstrancia” (quiere decir “una expresión de protesta”, una queja contra la doctrina calvinista de la predestinación a la que adhería el credo belga).
Por invitación de Johan van Oldenbarnevelt, simpatizante de los arminianos, 41 predicadores y 2 miembros de la universidad de Leiden (o Leyden) se reunieron para expresar por escrito su opinión sobre las doctrinas en disputa.
Presentada por Johannes Wtenbogaert el 14 de enero de 1610, con modificaciones menores, fue aprobada, firmada y presentad en julio de 1610, pidiendo a la convocatoria de un sínodo para la revisión y examen de la Confesión de los Países Bajos y el Catecismo de Heidelberg, a los que no reconocían como cánones de fe permanentes e inmutables.
Los cinco artículos resumen la doctrina de Jacobo Arminio, y se insertaron al final de un alegato en favor de la tolerancia: la libertad espiritual del hombre frente la doctrina de la doble predestinación:
Artículo I:
Dios, por un objetivo eterno e inmutable en Jesucristo su Hijo, antes de la fundación del mundo, tiene determinado, de la raza caída, pecaminosa de los hombres, salvar en Cristo, para Cristo, y por Cristo, a los que, por la gracia del Espíritu Santo, creerán en este su Hijo Jesús, y perseverarán en fe y obediencia de fe, por esta gracia, hasta el fin; y, de otra parte, dejar a los incorregibles e incrédulos en el pecado y bajo la ira, y condenarlos como enajenados de Cristo, según la palabra del evangelio en Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” y de acuerdo también con otros pasajes de la Escritura.
Artículo II:
De acuerdo con esto, Jesucristo, el Salvador del mundo, ha muerto por todos los hombres y por cada hombre, de modo que haya obtenido para todos ellos, por su muerte en la cruz, el rescate y el perdón de pecados; aunque nadie en realidad disfrute de este perdón de pecados excepto el creyente, según la palabra del Evangelio de Juan 3.16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Y en la Primera Epístola de Juan 2:2: “Él es la propiciación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.
Artículo III:
Que el hombre no posee gracia salvífica ensimismo, ni tampoco de la energía de su libre voluntad (albedrío), en la medida que el, en estado de apostasía y pecado, puede ni pensar, desear, ni hacer nada realmente bueno, (como la fe salvífica eminentemente es); sino que es necesario que este sea nacido de nuevo de Dios en Cristo, a través de su Santo Espíritu y renovado en la compresión, inclinación, o voluntad y en todos sus poderes, de manera que este pueda correctamente entender, pensar, desear y efectuar lo que es realmente bueno, conforme a la Palabra de Cristo, Juan 15:5: “Separados de mí nada podéis hacer”.
Artículo IV:
Que esta gracia de Dios es el comienzo, la continuación, y el cumplimiento de todo lo bueno, incluso en la medida que por sí mismo el hombre regenerado, sin la precedencia o la asistencia, el despertamiento, seguimiento, y la gracia cooperativa, no puede pensar, desear, ni hacer el bien, ni resistir cualquier tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones o movimientos, que pueden ser concebidos, deben ser atribuidos a la gracia de Dios en Cristo. Sin embargo, en respecto al modo de operación de esta gracia, esta no es irresistible, puesto que ha sido escrito concerniente a muchos, que estos han resistido al Espíritu Santo. Hechos 7 y en otros muchos lugares.
Artículo V:
Que aquellos que están incorporados en Cristo por una fe verdadera, y de esta manera se han hecho partícipes de su Espíritu vivificante, tienen por lo tanto pleno poder para luchar contra Satanás, el pecado, el mundo y su propia carne, y para ganar la victoria, siendo bien entendido que esto es siempre a través de la gracia asistente del Espíritu Santo; y que Jesucristo les asiste por medio de su Espíritu en todas las tentaciones, extendiendo a estos su mano, y si sólo están listos para el conflicto y desean su ayuda, y no están inactivos, les impide caer, de modo que ellos por ninguna artimaña o poder de Satanás, pueden ser engañados, ni arrancados de las manos de Cristo, según la palabra de Cristo, Juan x. 28: “Nadie los arrebatará de mi mano”. Pero si son capaces, por negligencia, de abandonar de nuevo los primeros comienzos de su vida en Cristo, regresando nuevamente a este mundo malvado presente, de apartarse de la santa doctrina que les fue dada, de perder una buena conciencia, siendo desprovistos de gracia, eso debe ser determinado más particularmente de las Sagradas Escrituras antes de que puedan enseñar esto con la plena persuasión de sus mentes.