Si se decide ignorar los casos de cardenales Theodore McCarrick, Roger Mahony, George Pell y Bernard Law, y otros, todos vinculados a casos de pedofilia; o de los sacerdotes tales como Fernando Karadima, Marcial Maciel, el flamante suicidado capellán Eduardo Lorenzo, etc. etc….
Si se decide ignorar los casos turbulentos de evasión, lavado de dinero y ocultamiento de activos de Michele Sindona, Licio Gelli, Umberto Ortolani, Roberto Calvi y monseñor Paul Marcinkus, etc. etc….
Si se decide ignorar las circunstancias de la destitución de Ettore Gotti Tedeschi de la dirección del Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el banco vaticano; o bien el reciente relevo de Vicenzo Mauriello, Fabrizio Tirabassi, Mauro Carlino y Tommaso Di Ruzza, etc. etc….
Sí, omitiendo estos hechos y otros de los escándalos vaticanos casi cotidianos, resulta que una historia de dos hombres diferentes, poderosos, ancianos, que discrepan pero coinciden siempre impresiona para bien y hasta emociona, en especial cuando la historia está bien guionada y hay grandes actores que la protagonizan.
Sí, gracias a Netflix, el Vaticano logra un impacto mediático.
Antecedentes
La elección como pontífice del hasta entonces cardenal polaco Karol Wojtyla, el 16/11/1978 inició una nueva fase en la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que pareció confirmarse con la elección, a su muerte, de su sucesor, Joseph Ratzinger, aunque hubo una diferencia que a muchos cardenales se les escapó a la hora de votar: un teólogo profesional quedaba al comando.
Sin duda, algo que infrecuente desde el medievo, ya que siempre se había elegido al cardenal de una diócesis importante o al comandante de una Orden religiosa o a un canonista (ah los abogados, siempre ellos… ).
Más tarde, Jorge Bergoglio, jesuita, resultó una confirmación de lo atípico.
Para algunos, Ratzinger repitió el caso el de Celestino V, elegido tras 26 meses de sede vacante y que solo rigió la Iglesia del 05/07/1294 al 13/12/1294.
Sin embargo, Olegario González de Cardedal, de la Universidad Pontificia de Salamanca, recordó:
“Su elección (Celestino V) ocurrió en un contexto de luchas y partidos movidos por esperanzas utópicas de reforma de la iglesia y de sueños milenaristas, en medio de los cuales se eligió a un monje de vida eremítica en los Abruzos (N. de la R.: al este de Roma), sin apenas formación teológica, que no sabía latín (por primera vez se tuvo que usar la lengua vulgar (N. de la R.: el italiano) en la corte pontificia) y sin capacidad ninguna para el gobierno. La renuncia era inevitable. ¿Fue el suyo un gesto de humildad o de cobardía? Los años siguientes a esa renuncia fueron de luchas entre los grupos que consideraban inválida la renuncia y quienes, considerándola no sólo válida sino necesaria, apoyaron a su sucesor, Bonifacio VIII (…).
La renuncia de Ratzinger, por el contrario, ha tenido lugar con la forma jurídicamente prevista en el Código de Derecho Canónico (N. de la R.: ah, los canonistas… ), en situación de normalidad eclesial, como fruto de una decisión tomada con plena libertad y realizada mediante una expresión pública ante el colegio de Cardenales, con un texto pronunciado en latín, en el que se explicitan las razones de esa renuncia: la incapacidad física y espiritual de poder cumplir la misión que el ministerio petrino lleva consigo. (…)”.
El lunes 11/02/2013, a las 11:00, Ratzinger renunció:
“(…) Tras examinar ante Dios reiteradamente mi conciencia he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. En el mundo de hoy, sujeto a rápidas trasformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el evangelio, es necesario el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Siendo bien consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de San Pedro.”
En verdad, la vida del alemán Ratzinger (Benedicto XVI), ya acumulaba experiencia en renuncias sucesivas a la propia voluntad, agrega González de Cardedal:
“(…) Rogado por Pablo VI renunció a ser profesor de la Universidad para ser arzobispo de Munich; rogado por Juan Pablo II dejó el arzobispado de la capital bávara para ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con acuerdo de poder volver pronto a Alemania, vuelta que se le hizo moralmente imposible tras el atentado al Papa y su enfermedad posterior; elegido finalmente por los cardenales para ser obispo de Roma se cerró toda ilusión de volver a ser profesor y de escribir lo que consideraba irrenunciable. Esto último se manifestó en el hecho de mantener este propósito escribiendo los tres volúmenes sobre Jesucristo y de cumplirlo aún siendo Papa. (…)”.
En cuanto a su sucesor, el argentino Bergoglio, dicen que ya había sido candidato en la elección anterior, se ignora el motivo de la aparición de su nombre o cómo ocurrió ni qué grupos fueron los decisivos para la valoración de él o si fue por exclusión de otros candidatos que fueron apareciendo en las fases previas al cónclave.
- ¿Es verdad que en la elección anterior había sido candidato y se apartó apenas le pareció posible su elección?
- ¿Era él aliado / simpatizante de otro cardenal jesuita, Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, quiene por razones de salud no podía aceptar y fue quien le propuso avanzar en su lugar aquella vez?
- ¿Orientó Martini el voto hacia Ratzinger cuando Bergoglio rechazó pero quedando en puerta para la siguiente elección, lo que explica la corta duración del conclave?
Tres etapas
Wojtyla (Juan Pablo II) llegó desde una situación política e ideológica como la de Polonia, habiendo vivido bajo las dos grandes ideologías totalitarias del siglo XX, comunismo y nazismo, que se habían propuesto marginar al cristianismo. De ahí su permanente reclamo de libertad política y religiosa, de respeto a la dignidad del hombre y de anticomunismo.
Ratzinger (Benedicto XVI), un alemán, catedrático de universidad, forjado en el diálogo con la Ilustración y la razón crítica de la modernidad, en reflexión permanente con los críticos de la religión en el espacio abierto de la sociedad. Defensor de un credo ante los seguidores de Friedrich Wilhelm Nietzsche («Dios ha muerto»), cuyo grito se ha extendido como una mancha de aceite a amplias capas de la humanidad, arrastrando consigo el orden de valores tales como son el ser, la verdad, el deber, el sentido, la esperanza y el futuro.
Jorge Bergoglio (Francisco) es la ruptura. Argentino de Ciudad de Buenos Aires, porteño. En una Sudamérica agitada política y teológicamente, por intelectuales y guerrilleros, durante varias décadas, entre cimbronazos políticos e intentos revolucionarios. Unas veces desde las cúpulas militares y otras desde el pueblo; con personas y grupos de iglesia en papeles claves o con la palabra o con el silencio, y no siempre en la misma dirección política.
En el caso de la Argentina, tres terremotos:
- los grupos políticos y la guerrilla (los Montoneros), con la presencia cercana física y hasta ideológica de los sacerdotes del 3er. Mundo o la Teología de la Liberación);
- los regímenes militares que surgen con la voluntad de aniquilar a los anteriores, gozando de la simpatía o el aval de la potencia hemisférica dominante, USA; y
- la fractura dentro de la Compañía de Jesús en la Argentina, con el vuelco dado a su orientación al final del Concilio Vaticano II, que provocó una gran pérdida de vocaciones y la secularización de quienes eligieron la acción política directa o la animación indirecta. Bergoglio fue provincial (autoridad principal en ese territorio) en el periodo crítico de 1970-1980. El 20/05/1992 fue nombrado por Juan Pablo II obispo auxiliar del cardenal Antonio Quarraccino, en el Arzobispado de Buenos Aires y el 03/06/1997 coadjutor con derecho de sucesión y después arzobispo de Buenos Aires.
Sin duda a favor de Bergoglio influyó la voluntad del Colegio Cardenalicio de salir de una Europa con tantos problemas y una especie de cansancio de la fe, de cierta pérdida de la confianza en sí misma.
También el desafío de ir desde el centro a la periferia, de las bellas pero estériles teorías ejercitadas en Occidente, a la experiencia de las feligresías que han mostrado gran vitalidad en los decenios recientes; quizá también la mirada a una América hispano-lusa que tiene el mayor número de católicos del mundo. Y Bergoglio había logrado protagonismo durante la reunión del CELAM (Consejo del Episcopado Latinoamericano), en mayo 2007, reunido en Aparecida (Brasil). Él estuvo a cargo de la redacción del texto final.
Luego, Bergoglio era observado como un hombre que había vivido situaciones nuevas y arriesgadas tanto en la vida interna de la Iglesia Católica (su crítica situación dentro de la Compañía de Jesús, donde pasó de autoridad provincial, con sede en Buenos Aires, a permanecer marginado en el interior de la Provincia de Córdoba, y ubicándose él mismo a distancia de la Compañía para continuar su ministerio cuando fue obispo). Luego, él era un emergente de un continente convulso por las alteraciones políticas y sociales violentas.
Ratzinger era admirado a distancia pero no muy citado. Bergoglio, en cambio, devino en una cita permanente en diálogos, conferencias y conversaciones. A ello han contribuido su sencillez, inmediatez, cercanía personal y un discurso nada teórico sino concreto, acerca de las grandes situaciones negativas de la humanidad: la guerra, el hambre, la inmigración, el tráfico de personas y de órganos humanos entre el 3er. M undo y el 1er. Mundo, la destrucción del medio ambiente. También la novedad en los gestos y en la forma de vida, de lenguaje y de trato directo.
Su elección provocó sorpresa por la novedad de resultar un candidato que venía, según dijo él mismo, “del fin del mundo”.Más tarde, la percepción de que los lejanos, los marginados, los que no contaban en el centro del poder mundial, tanto político como religioso, llegaban al centro, y con ellos el reverso de la historia, los no asumidos ni aceptados hasta ahora: esa idea fue manejada intesamente en el marketing que se activó en torno a él y provocó el entusiasmo casi universal con que fue recibido.
La revista católica alemana Herder Korrespondenz (diciembre de 2013) explicó la percepción de Bergoglio:
“Hay una alegría y entusiasmo generalizados, pero con tres matizaciones importantes:
- una primera postura es de espera con cierta perplejidad (para decirlo con una nomenclatura impropia, sería la propia de una actitud de centro);
- una segunda postura es de malestar por considerar la actitud de Francisco falta de seriedad, de respeto y de aquella compostura externa que corresponde a las grandes realidades internas y signos sagrados, mientras cede a fáciles y ambiguas posturas cercanas al populismo (sería la postura de derechas);
- una tercera postura es de escepticismo y de rechazo para la cual todo esta novedad es un superficial lavado de la fachada, mientras que todo lo esencial del pontificado, de Roma y de la iglesia católica sigue igual (sería la postura de la izquierda radical).”
Dos hombres
Otra vez al católico Olegario González de Cardedal:
“Simplificando diríamos que si a Ratzinger le preocupan sobre todo la verdad y la santidad de la inteligencia, a Bergoglio le preocupa sobre todo la santidad de la acción y de las manos. (…) Éstas son las preguntas que desvelan a Benedicto XVI: ¿Qué podemos y cómo debemos creer a la altura de nuestra conciencia histórica y del evangelio, recitando el Credo con sinceridad intelectual, en un mundo donde las filosofías, ideologías y políticas no saben qué hacer con la fe cristiana y cuando otras grandes religiones orientan en otra dirección? Estas son, en cambio, las situaciones históricas que desvelan a Bergoglio: ¿Cómo superar las estructuras políticas y económicas que han creado diferencias abismales entre los hombres, generando marginación y nuevas formas de pobreza, sin que disminuir las diferencias entre continentes, naciones, y grupos humanos sino incluso incrementándolas?”
En 2013, entonces, el ‘conservador‘ Benedicto XVI (en el largometraje, Anthony Hopkins) renunció repentinamente para permitir que un pontífice más ‘progresista’ se convirtiera en el líder de la Iglesia Católica Apostólica Romana, asediada por el escándalo. El cardenal argentino Bergoglio (en la pelicula, Jonathan Pryce), es el polo opuesto del Papa emérito, y es elegido para reemplazarlo. Pero antes del cambio de poder, los dos se reunieron en Ciudad del Vaticano para compartir y transmitir sus puntos de vista sobre la dirección en la que la Iglesia debería proceder. Fue un intercambio entre dos hombres bien diferentes.
Entre ambos, la crisis en la Iglesia Católica, explicitada en la renuncia repentina de Benedicto XVI, citando una “falta de fortaleza de cuerpo y mente” (revelación completa en la película: “eso es algo que cito la mayoría de los días”), rompiendo así una tradición que se remontaba a unos 700 años: los papas siempre mueren en su rol de papas.
Las ingeniosas respuestas en las que se involucran son espirituales, intelectuales, sarcásticas, cáusticas y silenciosamente hilarantes. El escritor Anthony McCarten, un católico fallecido, se inspiró después de visitar el Vaticano y presenciar una de las misas al aire libre de Francisco en Roma. Luego él se imaginó una reunión en 2012 entre el Papa saliente y el hombre que lo reemplazaría, un Bergoglio que vuela de la Argentina a Italia con la esperanza de que el hombre con el gran sombrero puntiagudo firmaría sus planes de jubilación, sin saber que Benedicto tiene un plan similar en mente.
Anthony Hopkins y Jonathan Pryce interpretan a estos ‘hombres de Dios‘, ninguno de los cuales ha sido tan bueno en muchos años. Es un poderoso mensaje sobre el diálogo y la misericordia. Es difícil precisar cuál es la realidad y cuál la ficción del autor pero el producto es interesante.
El director brasileño Fernando Meirelles desarrolló una obra impulsada por el diálogo y consiguió un producto emocionante. Las confesiones de ambos pontífices son extremadamente personales y devastadoras. Pero la lenta cercanía de dos seres humanos siempre alivia el alma.
La cinematografía elegida es suntuosa, con imágenes aéreas de Roma y el paisaje circundante. La musicalización de Bryce Dessner es apropiada.
Y la combinación entre dos actores del calibre de Hopkins y Pryce resuena por encima de todo.
Un comentario
“(…) “Al final, la película habla sobre cómo es posible el diálogo, y esto no es solo para la Iglesia, es realmente para el mundo”, dijo el director Fernando Meirelles en una entrevista con Religion News Service el jueves (11/12/2019), y agregó que “estamos en un momento de la historia donde el mundo está muy polarizado”.
Los dos papas “pueden estar en desacuerdo, pero pueden tener una conversación”, continuó, y “creo que es un mensaje bonito y hermoso no solo sobre la Iglesia”.
La película, aunque no es una representación perfectamente precisa de la vida dentro del Vaticano, se las arregla muy bien. Incluso aquellos que están bien familiarizados con el funcionamiento interno del Vaticano y la curia, que la película describe acertadamente como una “picadora de carne”, no pueden resistirse a sentirse atraídos por los lugares y situaciones familiares. En general, el escritor Anthony McCarten claramente hizo su tarea.
El pretexto de la película es pura ficción y sirve como estratagema narrativa. El cardenal Jorge Bergoglio, quien en la película es interpretado con asombrosa precisión por Jonathan Pryce (“Brasil”, “Carrington”), nunca visitó previamente al papa Benedicto XVI, interpretado por el ganador del Oscar, Anthony Hopkins (“El silencio de los corderos”), en la finca de verano del Papa en Castel Gandolfo. Ni Bergoglio entregó su renuncia al igual que Benedicto anunció la suya en un movimiento casi sin precedentes que dio forma a la trayectoria de la Iglesia Católica en medio de escándalos históricos y un clima político global cambiante.
Pero sería un error enfocarse en la precisión histórica mientras se ve “Los dos papas” (de Netflix). Estructurada a la manera del sacramento católico de la confesión, la película retrata a los representantes percibidos de dos puntos de vista muy diferentes y opuestos sobre la Iglesia, entablando un diálogo fructífero, luego en la comprensión y en el perdón.
“Es un confesionario”, dijo Meirelles, y agregó que “la película trata sobre la culpa”.
“Ambos (papas) han hecho cosas increíblemente estúpidas en su pasado de las que se sienten culpables. (La película) habla de lo que sienten culpa, y tienen que perdonarse a sí mismos y perdonar al otro. Entonces, el perdón es uno de los temas principales de la película “.
Como el mundo católico de hoy está dividido en campos conflictivos, esta película sirve como un recordatorio apropiado de que todavía hay espacio para la tolerancia y la comprensión, un mensaje que fácilmente se extiende desde el ámbito religioso hacia la sociedad cada vez más polarizada de hoy.
Los cónclaves, la ceremonia durante la cual los papas son elegidos por el colegio de cardenales, proporcionan el ritmo de la película, ya que la película lleva al espectador al interior de la Capilla Sixtina, donde el cardenal Joseph Ratzinger hará campaña como el Papa Benedicto XVI.
La canción “Dancing Queen”, de ABBA, ofrece una banda sonora lúdica para la ocasión trascendental. La letra, “Vienes a buscar un rey. Cualquiera podría ser ese tipo “, juega de fondo mientras los cardenales deciden quién será su próximo líder.
(…) A medida que avanza la película, encontramos a Benedicto luchando por mantener el control del Vaticano, mientras los escándalos sexuales y financieros golpean a la Iglesia. Si bien los desafíos que enfrenta el catolicismo hasta el día de hoy se mencionan en la película, permanecen en un segundo plano, un movimiento inteligente para una película que se beneficia al enfocarse en los hombres en lugar de las instituciones.
Ahí es cuando entra Bergoglio, con una nota de renuncia en la mano, y el espectador es guiado a través de su creciente relación, que comienza con escepticismo y desconfianza, solo para terminar unos días después con amistad y un tango.
Ambos protagonistas se convierten en caricaturas de ideas que representan, destacando sus puntos de vista y enfoques opuestos. La película olvida mencionar que las reformas financieras y espirituales actualmente en curso en el Vaticano fueron iniciadas y promovidas por Benedicto y que el propio Francisco a menudo ha dicho que es conservador.
Benedicto es retratado como casi ciego e incapaz de “escuchar la voz de Dios” y aparentemente insensible al mundo exterior. La representación de Hopkins es muy física, e intenta transmitir la fragilidad del pontífice ahora retirado, así como su mente ingeniosa y perspicaz. “En el teclado, no soy infalible”, dice en broma Benedicto mientras toca el piano.
Pryce no se basa solo en la sorprendente similitud entre su apariencia y la de Francisco, sino que realiza imitaciones notablemente familiares de la inclinación de la cabeza del Papa, la intensidad y la sonrisa de doble mentón.
Fuera del set, en la vida real, Pryce dijo: “Me dejo la barba para que la gente no me pida que los bendiga cuando estoy en la calle”. Sin embargo, para la película, le dijo a RNS que incluso fue a la peluquera de Francisco.
El actor dijo que personalmente considera a Francisco como un líder político con ideales compartidos. Pero mientras filmaba en Argentina y fue bendecido por un sacerdote católico, Pryce, quien fue criado como cristiano, admitió que fue “una experiencia reveladora ver el asombro y el respeto que la gente siente por la Iglesia”.
La película nos lleva a través del difícil legado de Bergoglio cuando encabezó la orden jesuita durante la ‘Guerra Sucia’ de Argentina. El cardenal intenta enmendar sus pecados escuchando confesiones y alimentando a los pobres. “Aprendí a escuchar”, le dice Bergoglio al Papa.
Transmite su culpa a Benedicto, quien después de absolverlo confiesa sus propios pecados. Bergoglio, renovado en su fe a través de la expiación, llega al papa “cambiado”, no comprometido, y a su vez es capaz de efectuar un cambio en Benedicto.
“Ahora puedo ver una necesidad para Bergoglio”, dice Benedicto, sentado en la Capilla Sixtina, condenando el pecado común del “orgullo espiritual”.
La película lleva al espectador al cónclave que elige al papa Francisco y su saludo histórico a la plaza de San Pedro.
Los temas católicos han tenido un momento en la cultura popular, con numerosos cineastas, diseñadores de moda y actores interesados en lo que a menudo se considera un nicho de mercado. Esto se debe en parte a la popularidad que Francisco ha inspirado desde su elección en 2013, pero Pryce sugirió una respuesta diferente.
“Nos falta liderazgo, liderazgo político”, dijo, refiriéndose a la ola populista que se apodera de los países occidentales. “Ahora estamos buscando personas que sean librepensadores y de mentalidad más abierta sobre la sociedad para guiarnos a través de ella”.
“Y sucede que tenemos un muy buen líder en la Iglesia Católica”, agregó Meirelles.”