La industria alimenticia no quiere quedarse atrás con las nuevas y crecientes tendencias en alimentación saludable. Por eso, rotulan los paquetes con imágenes de alimentos naturales, los colorean de verde y ostentan los famosos “sin grasas trans” o “rico en minerales”.
Pero la realidad es que no hacen más que vender espejitos de colores: productos ultraprocesados disfrazados de alimentos saludables, que muestran solo una cara de la totalidad.
En Argentina el 61% de la población tiene exceso de peso y 3 de cada 10 personas padecen obesidad, según la 4º Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) realizada por la Secretaría de Gobierno de Salud y el INDEC.
Además, otro dato alarmante es que el consumo de sal es el doble del recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y es el país que consume más azúcar agregado de la región.
Etiquetado engañoso
Los niños llevan a la escuela de merienda pequeños envases con colores llamativos, personajes animados, sabores adictivos y presuntamente saludables: galletitas, magdalenas y aparentes “cereales”.
La realidad es que no son más que combinaciones de azúcares, harinas refinadas, colorantes, sodio y grasas. El intercambio es absurdo: se canjea la salud de los niños por nada más que espejitos de colores.
Según una investigación de la Fundación Interamericana del Corazón de Argentina, 4 de cada 10 paquetes de cereales, postres y galletitas de baja calidad exhiben mensajes de salud en su packaging.
Dadas estas consideraciones, la urgencia de ofrecer información fidedigna y clara en los productos alimenticios es aún más imperiosa.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) afirma en su portal web:
“Los sistemas de etiquetado frontal de advertencia nutricional en la región pueden informar al consumidor de forma fácil y rápida cuando los productos contienen excesiva cantidad de azúcar, grasas y/o sal/sodio. El etiquetado nutricional y el etiquetado frontal de advertencia nutricional puede contribuir a un entorno alimentario saludable que empodere a los consumidores”.
En Argentina la deuda de parte de las grandes industrias hacia los ciudadanos crece cada día y demora su saldo, al contrario de otros países de la región como Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, México, Perú, Panamá y Uruguay que han mejorado sus regulaciones en este aspecto.
La Ley
México fue el último país en alistarse en la lucha contra la obesidad con una reforma de la Ley General de Salud que contempla el etiquetado de alimentos a favor de la educación e información del consumidor.
En la actualidad, según el marco normativo vigente, lo único que deben hacer las industrias argentinas es informar en los envases de sus productos la denominación del alimento, los ingredientes, la tabla nutricional con los correspondientes valores, el contenido y algunos detalles más no relacionados directamente a la salubridad.
Pero entre tanta campaña de marketing a las empresas les queda a la mano confundir a los compradores con técnicas de venta que ponderan la estética ante los componentes reales de lo que hay dentro del envoltorio plástico.
Según los datos relevados en la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), sólo tres de cada 10 personas leen los ingredientes de lo que compran. Y de esa minoría, sólo la mitad los entiende claramente.
Varios legisladores intentaron enfrentarse a los grandes de la producción alimenticia con la presentación de proyectos reguladores en los últimos años. Actualmente se encuentra en discusión en comisiones de Diputados el proyecto de “Ley de etiquetado frontal y publicidad de los alimentos y bebidas destinadas al consumo humano”, que comenzó a tratarse en noviembre de 2018.
El texto entiende por Etiquetado Frontal Informativo a:
“La advertencia que complementa la información nutricional y de ingredientes y que se presenta de manera gráfica y textual en la cara principal o en el frente del envase de los productos para brindar al consumidor una indicación veraz, simple y clara relativa contenido nutricional de los alimentos o sustancias aptas para consumo humano, con el objetivo de mejorar la toma de decisiones en relación con el consumo de estos productos”.
Sistema de advertencia
Existen diversos estilos de envoltorios informativos que progresivamente fueron aplicados en los países de la región y el mundo. A grandes rasgos, se subdividen en los que se enfocan en nutrientes y los que incluyen un resumen de componentes.
A fines del año pasado el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Presidencia de la Nación redactó un documento que tuvo por objeto reunir la bibliografía necesaria para la toma de decisiones en el proceso legislativo posterior.
Los firmantes del documento acordaron que es el denominado “sistema de advertencia” el que ha dado mayores resultados para modificar el patrón de comportamiento del consumidor y es más fácil decodificarlo.
Desde la heterogeneidad de la sociedad se aguarda activamente la actualización de una normativa que priorice a los ciudadanos frente a las grandes industrias.
Se exige que el canje sea justo, porque para llegar a intercambiar la salud, la información debe estar disponible, ser clara y accesible.
Por Elizabeth Maier