La clave aparece en la pluma de Pablo de Tarso en la Epístola a los Gálatas:
“Ya no hay judío ni griego,
no hay esclavo ni libre,
no hay varón ni mujer;
porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.”
Gálatas 3:28
El teólogo alemán Gerd Theissen afirmó que sólo se puede evaluar la dimensión de lo que este versículo significó en el siglo 1 d.C. si se consideran las diferencias sociales de los grupos que identifica. La afirmación resultó revolucionaria aunque contradictoria con otras afirmaciones del mismo Pablo de Tarso.
En el pasado, en el judaísmo en que había sido formado Pablo, varios líderes religiosos había redactado una nube de prohibiciones y regulaciones que, entre otras consecuencias, provocaba una limitación extrema del rol de la mujer en esa sociedad.
Un análisis feminista en el siglo 21 podría afirmar que las leyes judías fueron creadas por los hombres que gobernaron Judea, probablemente individuos que intentaban que las normas los favorecieran dentro de la estructura organizacional. Ellos decían seguir el mandato de su ancestro, Moisés: “Conságrame todo primogénito; todo el que abre la matriz entre los hijos de Israel, tanto de los hombres como de los animales, es mío.” (Éxodo 13:2).
Sin embargo un análisis de los tiempos históricos podría atribuir las restricciones cuestionadas a una cultura complicada desde el comienzo para toda mujer. Por ejemplo, desde los días en el desierto, entre Egipto y Canaán, si una madre daba a luz a una niña, tenía que durar más tiempo su purificación:
“El Señor habló a Moisés diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles que cuando una mujer conciba y dé a luz a un hijo varón, será considerada impura durante 7 días; será impura como es impura en los días de su menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio de su hijo, pero la mujer permanecerá 33 días en la sangre de su purificación. No tocará ninguna cosa santa, ni vendrá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación.
Si da a luz una hija, será considerada impura y permanecerá aislada durante 2 semanas, como en el caso de su impureza. Y permanecerá 66 días en la sangre de su purificación.”(Levítico 12:1-5).
La tradición
El asunto es bien complejo porque el mismo Pablo que escribió a los Gálatas también afirmó:
“La mujer aprenda con tranquilidad, con toda sujeción; porque no permito a una mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre sino estar con tranquilidad. Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no fue engañado sino la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos si permanece en fe, amor y santidad con prudencia.” (1ra. Timoteo 2:11-15).
¿Esta afirmación era consecuencia de la influencia rabínica que arrastraba Pablo o era un mensaje del Espíritu Santo? Resulta necesario advertir que un enfoque similar aparece en antiguos libros apócrifos de los rabinos. Por ejemplo, 2 Enoc 31:6 y 4 Macabeos 19:6-8, culpando a la mujer por el pecado del hombre y haciendo depender la salvación de la mujer en la crianza de hijos.
En la cultura judía resultaba preferible que la mujer joven no saliese de la casa antes de su matrimonio, e incluso después. En la primera mitad del siglo I el filósofo judío helenístico Filón de Alejandría, escribió lo siguiente:
“Mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas, reuniones de grandes multitudes de hombres, en una palabra: toda la vida pública, con sus discusiones y sus negocios, tanto en la paz como en la guerra, está hecha para los hombres. A las mujeres les conviene quedarse en casa y vivir retiradas. Las jóvenes deben estarse en los aposentos retirados, poniéndose como límite la puerta de comunicación (con los aposentos de los hombres), y las mujeres casadas, la puerta del patio como límite.”
Filón de Alejandría, De specialibus legibus III, § 169
La situación puede resultar aún peor, mirando hacia atrás. Una autoridad en el tema, el ya fallecido teólogo luterano alemán Joachim Jeremias, erudito en Estudios del Cercano Oriente y profesor universitario de estudios del Nuevo Testamento, recordó:
“[…] se podían vender también las muchachas israelitas, pero únicamente las menores y sólo hasta la edad de 12 años. En virtud de Éxodo 21:7, la patria potestad concedía al padre el derecho de vender a sus hijas menores a un judío. En la práctica, la venta de una hija menor significaba la mayoría de las veces que estaba destinada a convertirse más tarde en mujer del comprador o de su hijo.”
Los romanos también
En el caso de Roma, heredera de Atenas, si bien las ciudadanas romanas aristócratas tenían acceso a la educación y la cultura, se les impedía su presencia en las instituciones y en la política.
Al fin de cuentas, el número de mujeres que podía tener el varón en aquellos tiempos, dependía de su capacidad económica.
Uno de los más influyentes y distinguidos juristas romanos escribió:
“Más no todos pueden ser nombrados jueces por aquéllos que tienen poder para nombrar juez. A algunos les es vetado por la ley ser jueces, a otros por la naturaleza y a otros por las costumbres: por la naturaleza al sordomudo; también al enfermo mental incurable y al impúber, ya que carecen de juicio; la ley lo impide al que fue expulsado del Senado; las costumbres, a las mujeres y a los esclavos, y no por carecer de juicio, sino porque está admitido por la costumbre que no pueden desempeñar funciones civiles.”
Julius Paulus Prudentissimus
(en ‘Paulus libro septimo decimo ad edictum’).
Pablo de Tarso, quien era de padres judíos y ciudadano romano, también escribió uno de los pasajes más controversiales acerca del rol de la mujer y aún sobre las modas masculinas:
“Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo.
Los alabo porque en todo se acuerdan de mí y retienen las enseñanzas transmitidas tal como yo se las entregué. Pero quiero que sepan que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo. Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza no cubierta, afrenta su cabeza, porque da lo mismo que si se hubiese rapado.
Porque si la mujer no se cubre, que se corte todo el cabello; y si le es vergonzoso cortarse el cabello o raparse, que se cubra.
El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre.
Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre.
Por lo cual, la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles.
No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer ni la mujer existe aparte del hombre. Porque así como la mujer proviene del hombre, así también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios. Juzguen por ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios con la cabeza no cubierta? ¿Acaso no les enseña la naturaleza misma que le es deshonroso al hombre dejarse crecer el cabello, mientras que a la mujer le es honroso dejarse crecer el cabello? Porque le ha sido dado el cabello en lugar de velo. Con todo, si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios.”
1ra. Corintios 11:1-15.
Según el sacerdote católico Jerome Murphy-O’Connor, considerado una autoridad en todos los temas referentes al apóstol Pablo, investigador de los Rollos del Mar Muerto en la Universidad de Heidelberg y de teología del Nuevo Testamento en la Universidad de Tübingen, y luego designado profesor de Nuevo Testamento en la École Biblique, de Jerusalén, hasta su muerte, la idea central de Pablo era diferenciar entre varones y mujeres, no el dominio de los unos sobre las otras.
La Biblia de Jerusalén señala que la argumentación de Pablo está en íntima dependencia de las costumbres con las que está habituado, relativizando sus conclusiones.
Jesús de Nazaret
Entonces, llegó Jesús, quien denunció y quebró toda la normativa institucional y religiosa que transmitían las regulaciones judías de diferenciación clasista, racista, y sexista vigente en la sociedad judía. Jesús se enfrentó a toda forma de discriminación.
Carmen Bernabé Ubieta es teóloga especializada en Teología Bíblica, incluidos los estudios joánicos, el cristianismo primitivo y las mujeres y el cristianismo, profesora de Teología en la Universidad de Deusto, en Bilbao, País Vasco, España. Ella escribió acerca de aquella conducta de Jesús:
“Las mujeres viven este reconocimiento en cuanto mujeres, puesto que el anuncio del Reino de Dios que trae Jesús incluye la superación de las estructuras y las relaciones patriarcales que la subordinaban, despersonalizándola al tratarla como un objeto o como un ser permanentemente menor de edad, valorada tan sólo como madre o esposa, y reducidas sus funciones a las del hogar. Jesús valora a la mujer, por encima de todo, como persona, y jamás restringe su misión a la tarea del hogar y a la maternidad. En el movimiento de Jesús se establece una nueva forma de relación y vinculación entre hombre y mujer, ya sea como pareja, o como miembros de una comunidad.”
Un documento del catalán Departament de Religió i Moral Catòlica de l’IES Dr. Lluís Simarro (Departamento de Religión y Moral Católica del IES Dr. Lluís Simarro), acerca de la mujer en el cristianismo primitivo, explica lo siguiente:
- “En primer lugar, no era una historia de griegos y romanos, sino de judíos de nacimiento. Aunque dentro del ámbito cultural palestino-helenístico pudieran hablar en algunos casos arameo o griego, transmitieron a toda la Iglesia naciente la lengua, la idiosincrasia y la teología judías, y ese es el cuño que de modo inevitable imprimieron a toda la cristiandad posterior -incluidos los cristianos de procedencia pagana- hasta nuestros días. La primera constelación global (Paradigma 1) del cristianismo fue la judeocristiana.”
- “Pero, además, en segundo lugar, no se trataba de la historia de una élite, por la que suele orientarse la historiografía, sino de la historia de capas sociales bajas: pescadores, labriegos, artesanos, gente corriente que normalmente no tiene cronistas. Las primeras generaciones de cristianos no dispusieron del menor poder político ni tampoco buscaron puestos en el establishment religioso-político. Constituían un grupo marginal, débil, combatido y desacreditado de la sociedad de entonces.”
- “Pero, sobre todo, es importante lo tercero: desde el comienzo mismo no fue solo un movimiento de varones, sino una historia también de mujeres, que siguieron a Jesús. La praxis de Jesús, de llamar también a seguidoras, era poco convencional y contradecía las estructuras patriarcales imperantes.”
Jesús estableció igualdades cuando le preguntaron sobre el divorcio (Marcos 10:2-12, Mateo 19:3-9, etc.).
Él insistió en eliminar restricciones tal como dejó constancia en Marcos 3:33-35:
“Él, respondiendo, les dijo:
—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
—¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, este es mi hermano, mi hermana y mi madre.”
Hay textos que explicitan la vinculación de las mujeres al movimiento de
Jesús: Marcos 15:40-41; Mateo 27:55-56; Lucas 8:1-3, etc..
Mateo, Marcos y Juan relataron que las mujeres le seguían y servían desde Galilea hasta Jerusalén, y estuvieron hasta la muerte y resurrección de Jesús.
El regreso a Pablo
Hora de regresar a Pablo de Tarso, tan citado en el debate teológico, antropológico y eclesiológico contemporáneo acerca del papel de la mujer en el cristianismo primitivo.
Es interesante, más que la teoría, qué ocurrió en la vida concreta. La historia exhibe a un Pablo que realiza reconocimientos y agradecimientos muy importantes a algunas mujeres.
Las epístolas paulinas fueron escritas apenas 20 o 25 años después de la muerte de Jesús de Nazaret, y quizás antes de la redacción de alguno de los evangelios en su versión definitiva.
En las epístolas paulinas aparecen cuatro mujeres con responsabilidades muy definidas en el cristianismo inicial: Lidia, Priscila, Febe y Junia.
El teólogo Jorge Elio Chaparro Escalante escribió un documento en la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, acerca del rol que representa cada una de ellas, Lidia, Priscila, Febe y Junia.
Es interesante revisarlo.
- Mujer discípula: Lidia
- Lidia adhiere a las palabras de Pablo y en consecuencia ella y los de su casa reciben el bautismo (Hechos 16:12-40). De este hecho podemos inferir cómo su adhesión al mensaje de Cristo posibilitó que este fuese llevado a otros, empezando por los más cercanos. Cabe agregar que ante la propuesta de Lidia (“Ya que han juzgado que soy fiel al Señor, entren en mi casa y quédense”), se puede afirmar que “la razón que aduce para convencerlo [a Pablo] es la credibilidad de su fe“. Con esto se corrobora la actitud de discipulado que asiste a Lidia por ser el medio que propició que los de su casa acogieran la invitación. Su apertura para disponer su hogar como hospedaje, permite ver los efectos de su compromiso cristiano.
- Mujer evangelizadora: Priscila
- Pablo, a través de su carta a los Romanos, cuenta de Priscila (Romanos 16:3). Pablo destaca a Priscila como “colaboradora en Cristo Jesús”, lo que indica una actitud misionera de ella, que enseña la Palabra, sirve, ora, comparte el pan, y vive en común unidad (Hechos 2:18); y él afirma: “ellos expusieron sus cabezas por salvarme” (Romanos 16:4). Es el rol del evangelizador, dispuesto a entregar por otros lo más preciado que es su propia vida. Pablo reconoce el papel que Priscila tuvo dentro de la Iglesia misionera, ya que ella creó una comunidad misionera en su casa y trabajó para la obra de Cristo, aportando económicamente para su crecimiento y extender la evangelización a través de las personas que llegaban a su casa, las formaba a través de la predicación y el testimonio de vida.
- Mujer profeta: Febe
- Pablo reconoce la autoridad de Febe como mujer profeta (Romanos 16:1-2). Se refiere a ella como de la Iglesia en Cencrea, y diaconisa, lo que supone receptora de las necesidades de los más desprotegidos: viudas, huérfanos, ancianos, enfermos. Una vez, Pablo le escribió a Timoteo acerca de la condición de los diáconos: ser dignos, sin dobles, honrados, cuidadoso del ministerio de la fe, conciencia pura e irreprensibles. Esto es trasladable, entonces, a Febe. Pero Pablo agrega una condición no menor a Febe: la santidad, una característica propia de todo profeta, y en este caso de Febe. Pablo la reconoce como protectora de muchos, incluso de él mismo.
- Mujer servidora: Junias
- La carta a los Romanos identifica claramente a Junias con un papel destacado en la misión por comunicar las enseñanzas y vivencia de Jesús (Romanos 16:7). Pablo habla de ella como su compañera de prisión, lo cual indica que estuvo como él, dispuesta a asumir las consecuencias de seguir a Cristo. Pero la palabra “compañera” se relaciona, además, con un servicio de quien está atento a las necesidades de otros, que acompaña, anima, fortalece. Eran los dones de los misioneros itinerantes. Un apóstol refleja la imagen de Jesús, fundamentalmente en la entrega, no buscando ser de los primeros sino de los últimos. Pablo hace mención de ella y Andrónico, que llegaron a Cristo antes que él, y así les está reconociendo a ambos una extraordinaria autoridad, y es motivo de un gran honor para él saberse acogido por auténticos seguidores de Jesucristo.
Por lo tanto, habrá que revisar con cuidados muchos preconceptos y prejuicios. Quizás sean tiempos de nuevas conclusiones.