Manasés fue, según la Biblia, el primero de los dos hijos de José, hijo de Jacob o Israel (“—Tu nombre ya no será Jacob —le dijo el hombre—. De ahora en adelante, serás llamado Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” Génesis 32:28“), y de su esposa egipcia Asenat.
Manasés deriva de la voz griega ‘nashah’, que quiere decir “olvido”. Su significado es “el que hace olvidar”. Manasés fue el primogénito de José -ya una personalidad en Egipto, reino al que había llegado como esclavo y Manasés fue prueba de la bendición de Jehová-, y el jefe de la tribu de ese nombre que ocupó tierras en la ocupación de Canaán.
¿Cómo ocurrió esto? De los hijos de Jacob, a Leví no se le asignó territorio, sino que su descendencia se dedicó al culto del Templo. Pero el territorio correspondiente a José, fue repartido entre sus hijos, Manasés y Efraín.
Sin embargo, además de un Manasés bueno, hubo un Manasés malo. Sucede que fue el nombre también de un rey de Judá, hijo y sucesor de Ezequías.
Manasés fue corregente entre 697 a. C. y 642 a. C., y soberano entre 687 y 642 a. C.
El padre
Ezequías (“Yahweh ha fortalecido“) fue el 13er. rey de Judá, mencionado en la genealogía de Jesús, igual que su hijo Manasés.
Resulta impactante que entre los ancestros de Jesús haya existido un personaje tan complejos, controversial, malvado pero redimido como Manasés.
En cambio, Ezequías fue un monarca interesante: ascendió al trono a los 25 años y reinó durante 29 años, período en el que purificó y reparó el Templo, eliminó muchas de las imágenes paganas que se habían construído, como Nehushtán, la “serpiente de bronce” atribuida a Moisés, y reformó el sacerdocio.
Ezequías, bendecido por Dios, pudo mantener el reino de Judá pese a la acechanza de los asirios de Senaquerib, mientras que el reino de Israel fue sometido y su población llevada cautiva a Nínive. Recordar que luego de Salomón, hubo división y dos reinos: Judá, al sur, con centro en Jerusalén; e Israel, al norte, con centro en Samaria. Israel, abandonando a Jehová, no duró mucho. Se suponía que Judá consideraría esa experiencia negativa.
La campaña de los asirios en contra de Judá se relata en el prisma de Senaquerib y en la Biblia. Ambos relatos coinciden en:
- Ezequías no aceptó ser vasallo de Senaquerib.
- Excepto Jerusalén, Senaquerib asoló todas las ciudades amuralladas de Judea (46 según el prisma de Senaquerib).
- Ezequías terminó pagando tributo a Senaquerib.
- Senaquerib envió un gran ejército contra Jerusalén. Según el prisma de Senaquerib, el asirio lo encerró “como a un pájaro” y después sin detallar que ocurrió, dice que Ezequías le pagó tributo y se sometió a él. Pero según la Biblia (2 Reyes 18 y 19; 2 Crónicas 32; Isaías 36 a 37), Senaquerib rodeó la ciudad, Ezequías clamó a Dios, quien le respondió por intermedio del profeta Isaías que Senaquerib se retiraría por donde había llegado: el Ángel de Jehová mató esa noche a 185.000 soldados asirios que acampaban fuera de Jerusalén y el asedio fue levantado.
Pero el hijo de Ezequías no creyó en Dios.
Manasés comenzó a reinar a los 12 años y a los 14 años ya era padre.
Esto significa que nació durante los últimos 15 años de la vida de Ezequías, un período adicional por el que Ezequías, muy enfermo, rogó a Jehová.
“Si este buen rey (Ezequías) hubiera podido ver la perversidad de su indigno hijo (Manasés), sin duda no hubiera tenido ningún deseo de recuperarse de su enfermedad. Mucho mejor morir sin hijos que suplicar un hijo como Manasés lo probó ser”, afirmó Robert C. Knapp, historiador de la Universidad de Berkeley
“Manasés es nombrado en los Anales Asirios (MenasioMinse, Rey de Yaudi) entre los doce gobernantes de Palestina que llevaron tributo en especie a su gobernante supremo”, recordó Donald Wiseman, profesor de Asiriología.
Manasés imitó los pecados tanto de los cananeos como de los de los israelitas del reino del norte (2 Reyes 16:3), que provocaron el juicio de Dios, quien los entregó a los asirios..
Manasés hizo lo malo delante de Jehová:
- Volvió a edificar los lugares altos que Ezequías, su padre, había derribado.
- Levantó altares a Baal, el dios toro, en cuyo templo atendían las prostitutas sagradas.
- Hizo una imagen de Asera, tal como había hecho Acab, rey de Israel; era la diosa cananea de la fertilidad y del placer sexual que requería la prostitución ritual, y llevó la imagen de Asera -y posiblemente su culto- al templo levantado por Salomón, donde estaba el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley.
- Adoró “a todo el ejército de los cielos“, esto quiere decir que incursionó en la adoración astrológica, que ya practicaban los caldeos, en ascenso en la Mesopotamia.
- Pasó a su hijo primogénito por fuego, es decir que lo sacrificó en la adoración al dios Moloc.
- Fue hechicero, es decir que incursionó en las llamadas ‘ciencias ocultas’, y se rodeó de adivinos.
- Persiguió a quienes intentaban permanecer en la adoración de Jehová. Y derramó mucha sangre inocente. El relato de la Biblia dice que corrieron ríos de sangre en Jerusalén.
El reinado de Manasés fue el más largo entre los reyes de Judá, pero el más oscuro en la Biblia hebrea.
Pero no sólo el rey Manasés se pervirtió. La mayoría de sus súbditos le acompañaron en el abandono de su Dios. Quizás muchos de ellos habían presenciado la milagrosa liberación de los asirios en los días de Ezequías, pero nada fue suficiente. El culto pagano, repleto de sexo, alcohol y sustancias alucinógenas, era más atractivo.
En definitiva, Manasés ejecutó con el poder del Estado una reforma religiosa y cultural inversa y perversa, glorificando la idolatría.
Los arqueólogos hablan de construcciones importantes, al igual que su padre Ezequías, incluyendo sistemas de agua, y de integración de productos de Judá a las rutas comerciales de los asirios, según el historiador Israel Finkelstein.
Sin embargo, la existencia de Judá no tenía una motivación comercial (Fenicia) o de construcciones de infraestructura (Egipto y Babilonia). Judá era ‘pueblo elegido’, una teocracia al amparo de Jehová, y Manasés desafío esa condición, desconociendo que Judá -que no existía antes de Abraham, quien hizo un pacto con Dios- carecía de sentido en cualquier contexto sin su Dios, y para dejarlo en evidencia Salomón había levantado el templo como eje del Reino.
Isaías
Dios envió advertencias a Judá, tal como había hecho con el Reino de Israel.
El más prominente de los mensajeros fue Isaías (que significa “Jehová es salvación“), cuyo ministerio tuvo lugar durante las monarquías de Uzías, Jotán, Acaz, Ezequías y Manasés.
Isaías fue un estadista, asesor de reyes, poeta, orador y escritor, “el príncipe de los profetas”.
Pero Isaías no fue el único. Al menos cinco profetas tuvieron desempeño en aquellos días: Oseas, Joel, Nahúm, Habacuc, e Isaías.
Pero Manasés persistió e hizo más mal que todo el mal que hicieron los amorreos que fueron antes de él. Los belicosos amorreos eran infames, conocidos por su cultura violenta y depravada, hasta que los liquidó Nabucodonosor.
Manasés mató a Isaías. Lo metió dentro de un tronco y lo aserró, según se cree en 695 a. C.
Jehová prometió castigar a Manasés y a Judá.
“He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos. Y extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab; y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo. Y desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios; por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto hasta hoy.”
De paso, Dios dejaba sentado que la conducta histórica del ‘pueblo elegido’ había resultado muy negativa.
Caída y redención
Los asirios decidieron invadir Judá. Dios los había entregado a Manasés y su gente en manos de sus enemigos.
Manasés fue aprisionado y torturado por los asirios. Durante años estuvo en cautiverio.
Entonces sucedió algo muy llamativo: el arrepentimiento de Manasés, su súplica a Dios, que debió ser sincera.
Dios no se interesa en los labios sino en el corazón, y al parecer le creyó a Manasés, y le perdonó. Sin duda, fue un momento muy especial no sólo de la vida de Manasés y de Judá sino un mensaje a todos aquellos que, durante los siglos posteriores, han buscado la redención. Así como años después hubo redención para el ladrón anónimo crucificado junto a Jesús, la hubo para Saulo de Tarso partícipe necesario del asesinato de Esteban y perseguidor de quienes más adelante serían llamados cristianos. No hay límite para el perdón. Por lo tanto, tampoco los cristianos pueden imponer un límite a su perdón.
Sorprende que la Biblia le dedique mucho más espacio al relato de las iniquidades de Manasés que a su historia de arrepentimiento y reparación (tener en cuenta ambos conceptos, van juntos siempre). Pero es evidente que el motivo es dejar en claro que a tan terrible personaje perdonó Dios ante un pedido que consideró sincero.
Sin duda es un maravilloso ejemplo del principio “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Manasés fue criado por un padre temeroso de Dios, luego vivió rebelándose contra la fe de su padre la mayor parte de su vida.
Sin embargo, cuando llegaron las dificultades regresó al sus orígenes y sirvió a Dios.
Manasés regresó al trono de Judá, y entonces se reconcilió con el culto de su padre.
Manasés quitó los ídolos y dioses extranjeros de Jerusalén, y le mandó a Judá que sirviesen a Jehová Dios de Israel (2 de Crónicas 33:16). Y también fue un buen gobernante. Arqueólogos israelíes aportan descubrimientos de grandes obras de ingeniería realizadas en los días de Manasés.
Pero Manasés no pudo revertir la revolución cultural y religiosa que él mismo había provocado entre su sus súbditos. Judá iba hacia el cautiverio en Babilonia.
Los últimos años de Manasés fueron del lado de Dios y fue enterrado en la ciudad de David, panteón solo reservado para los reyes fieles: el perdón de Dios siempre es completo.
Pero si bien el perdón es completo, el mal tiene consecuencias, a menudo irreparables. Manasés no pudo revertir lo que ya había hecho. Inclusive cuando Jerusalén cayó ante Babilonia, se mencionó la mala influencia de Manasés sobre Judá (2 de Reyes 24:3-4). Pero la Biblia no lo oculta, el relato no es edulcorado sino brutal porque el ejercicio de nuestro libre albedrío merece conocer la verdad. Y que incluye la mención de Manasès como un antepasado de Jesús.