Jimena Barón y el eterno debate sobre la prostitución vuelve a surgir en un contexto de redefinición de los conceptos relacionados a las mujeres.
Lo cierto es que la práctica ha sido transformada a lo largo de la historia hasta llegar a la multiplicidad de perspectivas que hoy la identifican. Y aunque se discute cuál es el rol del Estado, el también llamado trabajo sexual manifiesta una vez más la desigualdad femenina.
Hace pocos días aparecieron afiches urbanos con la fotografía de la cantante y un número de teléfono que promocionaban su nueva canción, “Puta”. La decisión publicitaria juega entre la liberación femenina y la explotación sexual, y en respuesta toda clase de agrupaciones se expidieron para volcar sus posturas.
Pero no es un fenómeno aislado. La sociedad se siente hoy a punto de ebullición y las mujeres suben la temperatura de las discusiones acerca de
- sus lugares históricamente minusvalorados,
- la heterogeneidad de sus posturas y
- las contradicciones que perpetúa la historia.
No hace falta decirlo, porque el eco que resuena desde las calles penetra progresivamente al interior de cada conciencia.
Aquellos gritos se instauran desde tantas aristas como demandas de derechos existen. Una de ellas es la situación femenina en torno a la prostitución, también denominada trabajo sexual.
La cuestión deja de ser planteada en términos de moralidad sino que, en cambio, el dilema oscila entre considerarla una forma de explotación que debe ser abolida y una profesión que reglamentar. La pregunta es en qué momento entra en juego el Estado o, más ampliamente, ¿debería participar?
La prostitución como trabajo asalariado
Antes de aventurar establecer una conclusión, la complejidad que le es intrínseca al tema exige adentrarse en el origen de la actividad misma. El filósofo Friedrich Engels, además de establecer las bases del Marxismo, elaboró una teoría del Estado en la segunda mitad del siglo XIX. Dentro de ella, se encuentra el surgimiento de la prostitución como trabajo remunerado.
Como las familias no fueron siempre monogámicas, Engels desarrolló su evolución hasta convertirse en lo que es actualmente. Así descubrió que, para perpetuar un sistema basado en la pareja, debió acarrear a la prostitución como una institución social irremediable y necesaria.
De esta forma se convirtió en una profesión cuando apareció el trabajo asalariado, en provecho exclusivamente de los varones quienes la utilizaron libremente sin reprobación. De hecho, dice Engels, “esta reprobación nunca va dirigida hacia los varones, sino solamente contra las mujeres; a éstas se las desprecia y se las rechaza, para proclamar con eso una vez más, como ley fundamental de la sociedad, la supremacía absoluta del varón sobre el sexo femenino”.
No obstante, Engels aseguraba que la sociedad caminaba hacia una revolución dónde la base económica capitalista que dio origen a la monogamia, desaparecería. Y de este modo, la prostitución sería abolida como cualquier trabajo asalariado.
Modelos de regulación de la prostitución
Han pasado más de 13 décadas desde la publicación de aquella teoría marxista y el debate acerca del papel del Estado en torno a la prostitución devino en conclusiones simplistas y en soluciones que parecieran intentar tapar el sol con la palma de la mano.
Tradicionalmente se reconocen tres modelos en torno a la regulación de la práctica:
- abolicionismo,
- prohibicionismo y
- reglamentarismo.
Pero, progresivamente, se diversificaron, creando a su vez, otros modelos.
En Argentina la discusión gira alrededor de la legalización o no legalización, contraponiéndose los grupos que califican a las mujeres como trabajadoras sexuales a los que las consideran víctimas.
Ejemplo del primero es el propio Ministerio de Justicia y Derechos Humanos que en la Ley 26.842 específica que el consentimiento de la víctima no exime de culpa a los autores o cooperadores del delito de trata. Y muestra de la segunda postura es la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) que lucha por diferenciar prostitución de trata de personas.
Pero estas posturas contemporáneas no son más que un estado de situación de la realidad en una sociedad desigual y las leyes no son más que un reflejo de esta condición. Por eso, ya Engels aseguraba que. mientras el sistema se conserve siendo la explotación de algunos en mira del provecho de otros pocos. las mujeres seguirán siendo explotadas.
La desigualdad disfrazada de legalidad
El sistema político actual, diseñado y regido por varones, excluye a las mujeres en la producción de la legislación. La referencia implícita para lo humano es el varón, la masculinidad es la medida del derecho a la igualdad.
En consecuencia, la prostitución/trabajo sexual es una actividad que desde el Estado sigue viéndose desde la masculinidad, no busca cambiar la legislación porque no busca la igualdad real, sino aquella que se instaura discursivamente pero que en su trasfondo no es más que una innegable desigualdad.
Bajo estas premisas, poner en cuestión la legalización se mantiene superficial en relación al debate que realmente generaría un cambio. Decir esto no significa menospreciar la lucha a favor o en contra, en cambio, significa una profundización de la base sobre la cual se asientan.
En este punto es menester preguntarse
- ¿pueden ser las mujeres quiénes lleven adelante el cambio de su relación con el Estado y con los varones?
- ¿Ese cambio se producirá exigiendo igualdad real a través de la ley?
En relación a esta incógnita, la feminista estadounidense Catharine MacKinnon explica que “la igualdad sexual real en la ley limitaría o eliminaría los poderes de los hombres, es decir, los derechos actuales de los hombres a utilizar, acceder, poseer y traficar con las mujeres y los niños”.
Por lo tanto, mientras la igualdad siga siendo solamente una utopía y se siga hablando de Jimena Barón y el eterno debate sobre la prostitución, no se podrá afirmar una desaparición de la explotación sexual y cualquier cambio legal no será más que un disfraz para esconder un sistema desigual.
(*) Adaptación de “La desigualdad disfrazada de legalidad”, publicada en El Diario de Paraná en 2017 como opinión de lectora.