La infodemia es otro peligro de la pandemia, como un efecto adverso de la actualidad conflictiva global.
En esta situación, la incertidumbre lleva a muchos a buscar respuestas que ni siquiera han podido develar los laboratorios más prestigiosos ni los científicos de trayectoria.
Como resultado de la búsqueda, se encuentran teorías conspirativas sobre el origen del nuevo coronavirus, sobre los métodos caseros de auto testeo y de las curas naturales y accesibles presuntamente ocultadas.
Lo cierto es que el desconocimiento fomenta el miedo, y ante el miedo se abre paso la falsedad que sólo aparenta seguridad y esconde el engaño.
La infodemia es un síntoma parasitario del COVID-19 que consiste en la propagación veloz de rumores y mensajes falsos a través de las redes sociales, generando pánico, confusión y comportamientos infundados.
Sobre el origen
En un mundo caótico, impredecible y cambiante cómo nunca en la historia registrada, las teorías de conspiración son lo primero en emerger ante la falta de respuestas.
Es así que muchos terminan por creer que el COVID-19 fue desarrollado en laboratorios, primero implantado en murciélagos y ratones para luego afectar al ser humano.
En gran parte se basaron en estudios publicados en la Revista Nature, que este año se ha dedicado a desmentir la malinterpretación de sus publicaciones como fundamento de tales conjeturas.
Aunque no deberían descartarse a priori todas las exposiciones, al día de hoy no hay pruebas que demuestren la mano científica en el surgimiento de la dolencia infecciosa, ni que ha sido financiado por Bill Gates. Los científicos y periodistas especializados insisten en que el nuevo coronavirus se ha desatado por evolución natural.
Sin embargo, no es el único enfoque que ha debido ser desmontado por profesionales. También circula una teoría que liga el origen de la enfermedad con las instalaciones de 5G en países desarrollados.
En las redes sociales no demoró el rumor que identifica a la pandemia como la excusa de las corporaciones para desplegar la quinta generación de internet móvil. Asimismo se responsabiliza a esta tecnología de generar el brote ya que fue Wuhan una de las primeras ciudades en donde fue colocada.
Pero así como se demostró en el pasado que las radiaciones de los celulares no provocan cáncer, tampoco se ha evidenciado que las ondas electromagnéticas propagan el COVID-19.
Con todo, el rumor continuó esparciéndose alrededor del mundo y logró que solo en Gran Bretaña se hayan perpetuado cerca de 50 ataques a torres de compañías telefónicas y decenas de agresiones a ingenieros y profesionales del área.
Testeos
Del mismo modo que se viralizaron cientos de conjeturas acerca del origen de la pandemia, Facebook y Whatsapp también son los espacios más propicios por los que desfilan todo tipo de métodos de auto examen para determinar si uno mismo ha sido contagiado.
Uno de los mensajes que circula afirma que si al inhalar profundamente y sostener la respiración por más de 10 segundos, se tose, se siente incomodidad o mala ventilación es un indicador de que hay una infección.
Del mismo modo se sugiere beber agua cada 15 minutos, lo que impide que el virus se aloje en el organismo y logra que rápidamente llegue al estómago dónde los ácidos lo matan.
No obstante, ya se ha advertido que la única forma de diagnosticar la enfermedad es con una prueba de laboratorio y que la segunda práctica tampoco funciona porque el alojamiento más común del microorganismo es entre la nariz y la faringe, por dónde no puede pasar el agua.
Sobre estas y otras recomendaciones que se divulgan en las redes sociales ya se han remitido distintos portavoces de la OMS para confirmar su falsedad.
La vacuna y las curas
En Irán murieron cerca de 700 personas a causa de haber bebido metanol puro por obedecer una teoría que afirmaba que la sustancia podría prevenir el COVID-19.
El metanol se utiliza para desnaturalizar el alcohol etílico y como aditivo de combustibles, pero es tóxico para el ser humano y puede llegar a ocasionarle muerte cerebral.
Como aquel escenario demuestra, desparramar información errónea sobre asuntos de salud puede cobrarse miles de vidas. Aún más mortífera puede ser la infodemia en la situación actual que atraviesa el mundo, de incertidumbre acerca del origen y la cura del nuevo coronavirus.
En este contexto, los organismos de autoridad demostraron que ni el ajo, el agua caliente, bicarbonato ni el limón previenen el contagio ni posicionan a la persona en ventaja frente a la posibilidad de contraerlo.
Los únicos remedios que fortalecen el sistema inmunológico son los hábitos saludables cultivados a lo largo del tiempo, ya sea alimentación sana, ejercicio físico regular, descanso, tomar suficiente agua o gestionar el estrés, entre otros.
Y los únicos métodos de prevención son los que se mencionan repetidamente: lavarse las manos con frecuencia, no tocarse la cara, distanciamiento social, uso de barbijos, etcétera.
Respecto a la cura, igualmente se difundieron otras falsedades tales como afirmar que la vacuna contra el nuevo coronavirus ya está disponible pero no ha sido distribuida por decisiones gubernamentales.
Frente a esta clase de mensajes, se aconseja a los ciudadanos acudir a organismos oficiales que comunican los avances en la materia, ya sea la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Salud o Sociedades Médicas.
Allí se podrá advertir que aunque hay 70 vacunas en el mundo en proceso de investigación, la aprobación comúnmente demora años. Dadas las circunstancias excepcionales actuales, los laboratorios están trabajando para lograrla en pocos meses aunque aún no ha sido creada.