Más que un complejo genético
A pesar de las implicancias positivas o negativas que represente, es prácticamente indiscutible el axioma que las personas son en gran parte sus mismos progenitores. Sin embargo, la descendencia es más que el color de ojos, la estatura o la forma de las manos. También se hereda la inclinación hacia ciertos hábitos, los traumas, gustos, las formas de enfrentar la vida y adicciones.
Pero a diferencia de por ejemplo, cierta enfermedad hereditaria, aquellos elementos no se trasmiten como consecuencia de mutaciones en el código genético sino que cambia la expresión del ADN, creando una lectura precisa para la siguiente generación.
Es decir que no sólo se hereda lo que sabemos hace décadas (el complejo genético) sino la disposición a activar o inhibir determinados genes a causa de los factores ambientales.
Esto es sólo un atisbo de lo que se conoce actualmente gracias a la Epigenética, definida por el CONICET como el “estudio de los cambios heredables en la expresión de los genes sin cambios en la secuencia -letras o código- del ADN: las marcas se producen en la cromatina –formada por ADN enrollado sobre proteínas y que contiene a los GENES antes de que sean interpretados-. Además existen moléculas capaces de regular a los ARN mensajeros, que son el producto de los genes una vez transcriptos”.
Gran parte de la vida de una persona se define incluso antes de existir y en esta línea un estudio publicado en la Revista Science explica que “los efectos epigenéticos transgeneracionales interactúan con las condiciones en la concepción para programar la trayectoria de desarrollo del embrión y el feto, lo que finalmente afecta la salud del niño durante toda la vida”.
No obstante estas verdades no significan la desestimación hacia la capacidad del uso de la razón y el poder de decisión por sí mismo de cada individuo.
¿Cómo funciona?
El funcionamiento de la Epigenética suele explicarse mediante la figura de la instalación eléctrica: mientras que el genoma es la instalación que siempre lleva la misma cantidad de energía, los interruptores vienen a ser esos mediadores que se prenden o apagan dependiendo de la luz que se requiere en cada habitación.
Técnicamente es la cromatina la que se modifica debido a la adición de grupos metilos a la base citosina (C) del ADN, que es el proceso denominado metilación. En segundo lugar, también puede cambiar según las modificaciones que se producen en las proteínas histonas que son los elementos sobre los que se enrolla la cadena de ADN. Por otro lado la regulación de los ARN mensajeros ocurre a través de microARNs.
Pero en palabras más simples lo que ocurre es que, aunque la secuencia genética se mantenga igual, varía su activación y desactivación. La palabra de origen griego lo indica: epi significa por encima, epigenética es lo que está encima del genoma.
Es decir que la dieta, los gustos alimenticios, el estrés, las medicaciones, el cuidado materno, las relaciones interpersonales, la actitud frente a la vida, la dependencia al alcohol, el tabaco u otras drogas dejan su huella en las generaciones futuras al modificar la legibilidad de los genes.
Gracias a esta disciplina científica se descubrieron los mecanismos epigenéticos de varios tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares, neurológicas, reproductivas e inmunes.
Antes de la Epigenética, la Biblia
En las páginas bíblicas hay versículos que manifiestan los principios de funcionamiento del ser humano y las sociedades. Así sucede con las denominadas frecuentemente “maldiciones generacionales”, basadas en los textos que prescriben castigos a las descendencias, hasta la tercera y cuarta generación.
Éxodo 20:3-6 es la primer parte del Decálogo dónde se prohíbe la adoración de imágenes creadas de otros dioses y es uno de los textos más citados al respecto:
“No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
Asimismo hay otros fragmentos bíblicos que corroboran el principio, como por ejemplo:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Éxodo 34:6-7
En síntesis, las personas nacen en y con naturaleza pecaminosa (Efesios 4:2, Romanos 8:5, Salmos 51:5, 1 Juan 1:8) pero Dios las quiere en armonía con sus leyes que gobiernan la naturaleza y la deidad (2 Corintios 3:18, Romanos 12:2, Joel 2:13). Para alcanzarlo es necesario entender que el conocimiento de la verdad es anterior a la libertad plena (Oseas 4:6, Juan 8:32).
Aquella verdad es en primer lugar acerca de la deidad pero también, en contraste, es el conocimiento de la propia humanidad. Es decir, la libertad comienza al saber cuál es el punto de partida de cada individuo, cuáles las tendencias, las limitaciones así como el plan perfecto que altera toda condición pecaminosa.
Entre el hardware y el software, las decisiones del estilo de vida
El principio bíblico instaurado miles de años atrás sustenta la aseveración acerca de la herencia de la condición humana generación tras generación. Pero no sólo se trasmite lo evidente y visible, sino de lo más íntimo como el comportamiento, los hábitos y las tendencias.
El autor de El ADN dictador, Miguel Pita, explica la importancia de la genética con la figura de la tensión entre la libertad y la imposición:
“Sabemos que estamos fabricados de acuerdo con un diseño preciso definido por nuestra genética. También sabemos que una vez que ya estamos construidos, somos liberados, es decir: en esta (aparente) emancipación, elegimos nuestro camino en la vida. Pero esta autonomía es solamente parcial. Quizá pienses que es total. O quizá pienses que, si no es total, lo es al 90 por ciento. Los porcentajes no importan. Porque lo importante es que la naturaleza deposita en nuestro software unos planes secretos que perseguimos cumplir ciegamente sin la sensación consciente de hacerlo, pensando que somos libres. Hay una parte de nosotros que se nos impone: es lo que hace nuestro ADN dictador”.
Más allá del fundamento evolucionista que hila el desarrollo del escritor, la metáfora del funcionamiento de los genes a través de un hardware y un software explica la disposición entre la parte “dura” que dota de una estructura genética, leída gracias a la parte “blanda”.
Aun así, escapa de esta argumentación la perspectiva espiritual, que presenta una alternativa de trasformación ante aquel ADN presuntamente dictador.
Sin duda queda en evidencia otra razón para tomar el control de la propia existencia, ya que las decisiones del estilo de vida no sólo determinan cómo se la transita sino que repercuten en la salud física y mental de las siguientes generaciones incluso antes de que nazcan.
Por Elizabeth Maier