El 3 de octubre de 2020, junto a la tumba de San Francisco, en la ciudad italiana de Asís, el papa Francisco firmó y lanzó su tercera encíclica, titulada Fratelli Tutti (que traducido sería “Hermanos todos”).
Una encíclica papal es una carta escrita por el obispo de Roma y dirigida a todos los fieles de la Iglesia católica alrededor del mundo. Pero la más reciente circular de Bergoglio tiene algo en particular: pretende ir más allá de los límites del catolicismo.
En sus propias palabras: “Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”.
Más allá de la polémica suscitada por el nombre Fratelli Tutti, que para algunos no resulta inclusivo con el género femenino, varios aspectos del documento han sido cuestionados por diferentes personas en distintos puntos del globo, tanto dentro como fuera de la fe romana.
Sumado a esto, y a pesar de su manifiesta intención de fomentar la fraternidad y la solidaridad humana entre las naciones, el texto contiene notables omisiones históricas que parecen convenientes y hasta deliberadas.
A continuación se analizan algunos de los matices de una encíclica que, incluso antes de su publicación, ya generaba controversia.
La propiedad privada: un derecho secundario
“El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados […]”.
Esta es una de las declaraciones de Francisco que más se ha citado en los medios de comunicación, especialmente por su crítica explícita al sistema capitalista y a las ideas neoliberales que abogan por un mercado que regule la economía y solucione así los problemas de la sociedad.
Como era de esperarse, los adherentes a ideologías de izquierda festejaron la nueva encíclica y la señalaron como un importante paso hacia la solución de cuestiones aún no resueltas por la humanidad.
Uno de ellos fue el sociólogo Carlo Petrini, fundador del movimiento Slow Food, quién identificó a Bergoglio como “el líder más lúcido, confiable, creíble y esclarecedor del escenario internacional. Y también el más realista”.
En la otra vereda, personajes como José Ramón Bauzá, eurodiputado del partido español Ciudadanos, mostraron su desagrado por el carácter claramente comunista del documento y la visión reduccionista del papa sobre el libre mercado.
En una declaración categórica, Bauzá sentenció: “Es mejor que hable de Dios y deje la economía a un lado”.
Terremoto puertas adentro
Un detalle que no puede pasarse por alto es que el llamado de Francisco a la solidaridad y la erradicación del virus del individualismo llega en medio de un clima tenso debido a los escándalos financieros en los que se ha visto envuelto recientemente el Vaticano.
El cardenal Giovanni Angelo Becciu, quien hasta hace poco se desempeñaba como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, renunció a su puesto y a sus derechos cardenalicios tras darse a conocer una operación en la que utilizó fondos de la Iglesia destinados a la caridad para adquirir una propiedad de lujo en Londres.
Otra investigación, realizada por el diario Financial Times, demostró que Becciu había supervisado hace tres años una inversión de 621 millones de dólares, también provenientes de donaciones para los pobres, en la compra de derivados que apostaban contra la capacidad de la empresa de alquiler de autos Hertz para solventar sus deudas.
Pese a la discreción con la que se trató este tema en los pasillos de la Santa Sede, las cifras abultadas y los movimientos dudosos contradicen las pretensiones de igualdad de Fratelli Tutti y su preocupación por los más desposeídos.
Un opositor entre las filas
Una de las voces que también se hizo escuchar fue la del exarzobispo Carlo María Viganò, considerado como uno de los principales críticos del pontificado del papa Francisco, quien ya en 2018 había pedido su renuncia por el supuesto encubrimiento de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos.
Además de acusarlo de falsificar la historia de Francisco de Asís y omitir la cuestión del aborto, el ex Nuncio Apostólico en Estados Unidos reprobó la mirada globalista del obispo de Roma.
“Esta Encíclica constituye el manifiesto ideológico de Bergoglio -su Professio fidei masonicæ – y su candidatura a la presidencia de la Religión Universal, esclava del Nuevo Orden Mundial”, declaró.
Recordar para no repetir
En el capítulo 7, titulado “Caminos de reencuentro”, el Papa apela a la conciencia colectiva como un medio para mantener vivo el recuerdo de los horrores que vivió la humanidad.
En un tono contrito, ruega: “No podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de […] las persecuciones, el tráfico de esclavos y las matanzas étnicas que ocurrieron y ocurren en diversos países, y tantos otros hechos históricos que nos avergüenzan de ser humanos. Deben ser recordados siempre, una y otra vez, sin cansarnos ni anestesiarnos”.
Entre los acontecimientos que no deben ser olvidados, menciona ejemplos como la Shoah (término hebreo utilizado para designar el Holocausto) y los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki.
Pero la realidad es que la suma de las muertes de judíos y japoneses ni siquiera se acerca a las millones de ejecuciones realizadas por la Iglesia católica durante más de un milenio de historia.
Las Cruzadas, la matanza de San Bartolomé y tantos otros crímenes contra los derechos humanos fueron cometidos en nombre de la religión. Pero sobre esto la encíclica guarda silencio.
Bergoglio también se pronuncia en contra de la pena de muerte, citando a personajes de los primeros siglos de la Iglesia (como Lactancio, el papa Nicolás I y San Agustín) que, según él, se opusieron a la pena capital.
Pero olvida al tribunal de la Inquisición, que torturaba y enviaba a la hoguera a quienes simplemente buscaban vivir una fe bajo el dictado de su propia conciencia y no conforme a los dogmas de Roma.
Son sus palabras las que obligan a no considerar livianamente estos hechos: “Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No, por Dios!”
Unidad incompatible
Fratelli Tutti termina con una invitación a las religiones del mundo para unirse en torno al ideal de la fraternidad universal. Pero el llamado a las demás denominaciones cristianas es aún más específico:
“También urge seguir dando testimonio de un camino de encuentro entre las distintas confesiones cristianas. No podemos olvidar aquel deseo que expresó Jesucristo: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Escuchando su llamado reconocemos con dolor que al proceso de globalización le falta todavía la contribución profética y espiritual de la unidad entre todos los cristianos”.
Desde la óptica del papa Francisco, el ecumenismo debe tener un cumplimiento profético predicho por el mismo Jesús. Pero antes de adoptar una conclusión apresurada, vale la pena analizar el contexto de sus afirmaciones.
En la oración que Jesús realizó por sus discípulos horas antes de su muerte, no sólo rogó al Padre por la unidad de ellos sino que también estableció la base sobre la cual esa unidad debía existir: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17).
Esa misma Palabra, en sus últimas páginas, pinta un cuadro del mundo en los días previos al regreso de Cristo en el que existe una clara división entre dos grupos, definidos por el objeto de su adoración: Dios o Satanás (Apocalipsis 13 y 14).
La profecía bíblica no habla del ecumenismo como la solución a los problemas de la humanidad sino de un Reino celestial que viene a terminar con los reinos establecidos por una raza corrompida.
El amor al prójimo es innegociable, el reconocimiento de la dignidad humana también. Pero, aunque la idea de una globalización amistosa pueda sonar agradable, su concreción puede llegar a chasquear a más de uno.
O, tal como diría la encíclica Fratelli Tutti: “Cuando llegue el último día y exista la luz suficiente sobre la Tierra para poder ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar cada sorpresa!”.