La cuarentena ha resultado más extensa de lo imaginado. El nuevo coronavirus es más potente de lo que muchos esperaban. No es “el virus chino” que algunos anticiparon con desdén sino una pandemia global. Que la ciencia encuentre una vacuna es la gran esperanza, y que esto suceda antes que finalice el año 2020.
¿Y cómo fue que ocurrió esta emergencia sanitaria que amenaza con devenir en crisis social y económica con consecuencias políticas?
El planeta Tierra luce agitado porque el nuevo coronavirus desnudó la fragilidad del hombre y su civilización. La grandilocuencia y la soberbia han entrado en crisis profunda, y llevará mucho tiempo reparar la herida infligida al ego colectivo.
- ¿Fue Dios o fue Satanás?, se preguntan muchos que conocen de la lucha milenaria entre el Bien y el Mal.
- ¿Es un castigo? ¿Es un juicio divino? ¿Contra quién?, interrogan otros.
- ¿Por qué mueren tantos inocentes?
- ¿Es el inicio del Apocalipsis o solamente un evento que forzará definiciones que llevarán hacia otra crisis?
No es conveniente sumar estrés a la situación difícil que resulta de la propia cuarentena.
La condición humana y la Redención
El ingeniero Délio Porto, quien vive en Minas Gerais (Belo Horizonte, Brasil), escribió una muy interesante reflexión en la revista Ultimato:
“Mientras el mundo observa las trágicas consecuencias de la pandemia de Covid-19, se corre la voz de que el juicio de Dios está en acción. Esta ha sido la explicación de algunos cristianos para la pandemia. Se trata de construir un puente entre las narraciones bíblicas sobre los juicios de Dios y la pandemia de hoy. Queda por ver si proporciona una buena comprensión de Dios y el papel de la iglesia en la situación actual.
La expectativa principal que uno puede tener de este enfoque es la parálisis, el miedo o la resignación ante la Corte divina. Es comprensible, ya que el mal y la muerte no son incubadoras de esperanza y vida. Un cambio solo puede lograrse mediante la proclamación del evangelio, no el juicio. En este caso, no se espera un efecto transformador. Los sobrevivientes, confundidos por sus pérdidas y su temor, se verán a sí mismos como eventuales vencedores en la lucha contra el destino.
Asociar el juicio divino con la pandemia satisface las mentes curiosas, pero no hace justicia a la imagen completa y compleja de las Escrituras. La Biblia es la historia de la salvación, no un manual para explicar los desastres. El mensaje de la iglesia es sobre un Dios que trastorna o desorganiza las condiciones trágicas, porque la salvación ha llegado.
La salvación y el juicio deben entenderse desde la cruz, y solo desde ella se puede tener una comprensión correcta de Dios. No se trata de omitir el juicio en la proclamación del evangelio, sino de hacer que converja con Cristo y la cruz, es decir, subordinarlo a la grandeza de la gracia y la misericordia. La riqueza de la proclamación cristiana se encuentra en el anuncio de “cosas buenas”, tal como nos recuerda el apóstol Pablo:
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?
¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: «¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae[f] buenas nuevas!»
Romanos 10: 14-15
(…) Lo que podemos enfatizar, y confiamos en decirlo, es que Dios envió la Vida, no la muerte, y quiere que todos se salven. Supera el mal y convierte los campos de tragedia en campos de paz. Tiene mucho sentido anunciar la soberanía divina, ya que saca provecho de las tragedias, guerras, plagas y muertes. Estos últimos son característicos de la condición humana y solo una voluntad sobrenatural puede superarlos.
La situación actual puede sugerir, para algunos, los temas de ira y juicio, pero el tema más importante del momento es el valor de la vida. Y este enfoque no presta atención a esto. (…)
La iglesia no tiene la función de agente judicial en el servicio de llevar a cabo una orden de arresto o exilio. La oportunidad actual de la iglesia es similar a la del embajador, que anuncia la llegada de un avión de rescate a los refugiados.
La visión correcta de la soberanía de Dios hace que la iglesia vea que el creador del cielo y la tierra también envía salvación, usa su poder para rescatar, para crear oportunidades para el éxodo. Las plagas, plagas, guerras son propios de la condición humana. Lo sobrenatural es la salvación (…) es el buen resultado a pesar del mal comienzo, es el agua viva que se encuentra en medio del infierno de fuego. (…)”.
Frustración y recompensa
En muchas ocasiones la vida transcurre en una forma diferente a la que imaginamos.
Sin embargo, nos siempre es para mal. Y en ocasiones, lo inesperado puede resultar una recompensa, o una bendición.
Eric E. Richter, desde la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata (Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina), escribió acerca del caso del profeta Ezequiel.
Resulta que el profeta se encontraba deprimido. Ezequiel tenía 30 años, edad en la que, tal como correspondía a un integrante de la tribu de Leví, debía iniciar su servicio en el Templo, justo él, hijo, nieto, bisnieto, tataranieto de sacerdotes.
Sin embargo, cuando Ezequiel cumplió 30 años ya no había templo en Jerusalén. La impactante arquitectura edificada por el rey Salomón había sido destruída por el rey Nabucodonosor, quien se había llevado a muchos jóvenes cautivos a Babilonia, incluyendo a Ezequiel.
“En vez de estar en el Templo de Jerusalén, en la capital del Reino de Judá, Ezequiel se encontraba en un poblado pobre en la Babilonia pagana. En vez de ser un distinguido y respetado sacerdote se encontraba sin profesión ni futuro. Toda su vida se había preparado para convertirse en sacerdote. Pero había llegado ese año tan esperado, cuando cumpliría 30, y se encontraba siendo un don nadie, con sus sueños rotos. Ahora resulta fácil entender por qué Ezequiel estaba junto al río, triste y deprimido.”
Sin embargo, Ezequiel estaba por recibir una visión y un mensaje. Sin duda, estaba muy próximo a convertirse en un protagonista de cierta historia mucho más importante que la que podría haber vivido en el Templo.
“(…) Todos pasamos o pasaremos por situaciones que, al igual que Ezequiel, nos lleven a estar tristes, a lamentarnos, a ir a un lugar solitario a llorar. Y tal vez, en esa situación tan difícil, podamos dudar del amor de Dios, de su protección y cuidado. Quizás dudemos de si Jesús se interesa por nuestras vidas, si está pendiente de nuestro sufrimiento y dolor. Pero la Biblia tiene respuestas para nosotros.
(…) Ezequiel recibió no solo la oportunidad de ser un profeta, sino la de tener visiones que forman un libro que es parte de la Palabra de Dios, la Escritura revelada que el Señor escogió para darse a conocer a sus fieles a través de la historia. ¡Ciertamente podemos decir que Dios le dio a Ezequiel mucho más de lo que había perdido!
(…) Y es interesante que, aunque Dios compensó su pérdida de vocación y ministerio, nunca le ayudó a regresar a Jerusalén. Ezequiel murió en el exilio, en la Babilonia pagana, sin haber vuelto a ver su amada ciudad natal. No obstante, Ezequiel es el único profeta en el Antiguo Testamento del cual se dice que pudo ver los cielos abiertos (Ezequiel 1:1). Esto significa que, aunque nunca pudo regresar a la Jerusalén terrenal, tuvo la oportunidad única de contemplar la Jerusalén celestial. Pudo observar el hogar eterno que Dios tiene preparado en el cielo para sus redimidos. A pesar de que Ezequiel no regresó a la Canaán terrenal, sabemos que estará entre los salvos habitando en la Canaán celestial.
(…) Debo serte sincero, no sé cómo actuará Dios en tu vida, con las pérdidas que has sufrido. Desconozco si recibirás una compensación en esta vida o si el Señor te devolverá “cien veces más” y te dará también “la vida eterna” (Mt 19,29) en el día final. Pero pase lo que pase, sé que tenemos a un Dios que nos ama tanto que no dudó en darlo todo, incluyendo su único Hijo para salvarnos. Por eso estoy convencido que Dios sabe qué es lo mejor para cada uno de nosotros y siempre buscará nuestro beneficio. (…)”.
Karol Coelho es periodista, poeta, y escribió el libro “Estado Atmosférico” mientras integra la red de jóvenes cristianos en Instagram, Projecto 242.
Y así decidió dejar su testimonio:
“Estoy cambiando el día por la noche. Nada de lo que planifico, puedo hacer. Si antes estaba en un momento de incertidumbre, que veía como un mar de posibilidades, ahora estoy inmerso en mi propia imprecisión. Y puedo culpar a Covid-19.
Muchos de nosotros estamos diciendo que es un momento para disfrutar, desintoxicarnos de las redes sociales, leer los libros que siempre hemos querido leer, o buscar a Dios. ¿Cuántos grupos de oración no han aparecido en las últimas semanas? ¡Perdí la cuenta! Y sería extraño si no hubieran aparecido. Pero no siempre quiero participar.
Estoy harta de futuros. Mi corazón no ha descansado con las improbabilidades que mi imaginación ha cultivado. ¿Podré pagar el alquiler? ¿Mis padres estarán bien? ¿La empresa en la que trabaja mi hermano lo mantendrá en el empleo? ¿Conseguiré un trabajo en este período de cuarentena?
Debo admitir que la culpa de estas preguntas no es la pandemia, porque en cualquier momento los miedos están tocando las puertas del corazón y, si no los abro, pueden saltar por las ventanas.
No quiero disminuir todo el dolor, las dificultades y las muertes que esta pandemia está causando a la humanidad. Nuestras preocupaciones no son infundadas. El punto es que necesito presentar mis limitaciones a todos ellos.
Confieso que, a veces, olvido la soberanía de nuestro Creador y creo ciegamente que no podré aprovechar ninguna oportunidad para ser su hija, respondiendo con santidad y amor a las heridas de este mundo.
Es hora de creer y también es hora de confesar: sin Dios no podemos sobrevivir a nosotros mismos. Ante el espejo, pintado con todas las insuficiencias que tenemos y que estamos, encerrados en nuestros propios deseos, planes y sueños, pasamos de la realidad de Sus hijos a la mentira de que no hay esperanza.
Pero hay esperanza. Él es esperanza.
Que confesemos nuestra dependencia y que clamemos, cada vez que nos sumerjamos en nuestra oscuridad, por su salvación. Porque “en todas estas cosas somos más que ganadores, por el que nos amó”. (…)”.