“Casi he alcanzado la lamentable conclusión de que el principal obstáculo para los negros en su lucha por la libertad no son los supremacistas del White Citizens’ Council (Consejo de Ciudadanos Blancos), ni los miembros del Ku Klux Klan, sino los blancos moderados, que están más preocupados por el “orden” que por la Justicia; que prefieren una paz negativa, plasmada en la ausencia de tensión, antes que esa paz positiva que la presencia de la Justicia proporciona; que constantemente dicen “Estoy de acuerdo con tu objetivo, pero no puedo aprobar tus métodos de acción directa”; que creen, con una actitud paternalista, que tienen derecho a fijar el calendario para la libertad de otro ser humano; que tienen un concepto mítico del tiempo y que constantemente aconsejan a los negros que esperen “un momento más propicio”“.
Martin Luther King Jr.,
Carta desde la cárcel de Birmingham, Alabama.
El huracán llegó de repente y en un abrir y cerrar de ojos todo fue transformado. ¿Quién no ha vivido en su vida una tormenta que lo sorprendió, que vino tan de repente que no pudo verla llegar? En Latinoamérica hay abundancia de historias al respecto pero decidimos utilizar una situación que muestran en la TV y redes sociales hoy día (junio 2020).
El impacto del cambio abrupto lo relató Nathan Guttman en la revista judía independiente Moment, que en 1975 fundaron y el premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, y el activista Leonard Fein:
“Muchos judíos ortodoxos en Estados Unidos apagaron sus teléfonos y se desconectaron el jueves pasado (28/05/2020) por la noche, celebrando la festividad de Shavuot y solo volvieron a conectarse con las noticias el sábado (30/05/2020) por la noche.
Para entonces, Estados Unidos era un lugar diferente. Los manifestantes se habían apoderado de las calles de ciudades de todo Estados Unidos, lamentando el asesinato de George Floyd por agentes de policía de Minneapolis, exigiendo justicia y denunciando la violencia policial contra los afroamericanos. Junto a las protestas pacíficas también hubo numerosos actos de violencia, saqueos y vandalismo. (…)”.
A menudo, las noticias malas llegan sin preaviso. Y la sorpresa por el chubasco recibido estimula la incomprensión y la ira, que a su vez promueve el sentimiento de impotencia, y luego de venganza. En especial cuando hay reiteración de injusticias o de malas noticias.
El dolor puede asfixiar la esperanza. Es importante resolver los eslabones de una cadena tan agotadora como tramposa.
En el caso en cuestión, antes de la muerte de George Floyd, ocurrió la de Breonna Taylor y la caza y el asesinato de Ahmaud Arbery. La cadena de asesinatos de afroamericanos desarmados provocó que rebalsara el vaso de la paciencia.
American Magazine es la publicación de la católica Compañía de Jesús en USA. En una nota editorial afirmó:
“El asesinato de otro estadounidense negro a manos de un oficial de policía atormenta los corazones y las mentes del país. Las protestas en todo el país ponen de manifiesto la injusticia del asesinato de George Floyd y sus raíces en una larga historia nacional de racismo, incluidos los patrones contemporáneos de brutalidad policial. La violencia que ha estallado en torno a algunas de estas protestas subraya la profundidad de la ira y el resentimiento en nuestras comunidades. Dicha violencia debe ser opuesta y rechazada. Como mínimo, tales actos restan importancia a la verdad importante en el centro de estas protestas pacíficas: nuestro país aún no ha encontrado, ni ha construido, los recursos espirituales y prácticos necesarios para superar el racismo.
Los católicos no pueden contentarse con mantenerse al margen de esta lucha. Ante el racismo, los católicos deben tener hambre de justicia como nosotros tenemos hambre de la Eucaristía . El Evangelio nos llama, mientras nos preparamos para la Comunión, a “ir primero y reconciliarnos” (Mt 5:24) con nuestras hermanas y hermanos. En este momento, cuando la pandemia de Covid-19 nos ha demostrado la profundidad de nuestra necesidad de los sacramentos y la comunidad, esta protesta nacional debería llevar a los católicos, especialmente a los católicos blancos, a la conversión , el arrepentimiento y la reconciliación. (…)”.
El racismo y la xenofobia no son monopolios estadounidenses. Hoy aparece en nuestra agenda de noticias por las consecuencias que tuvo en una nación tan importante. Pero, a menudo, el racismo, la discriminación, el maltrato, quizás en otras escalas aunque siempre perturbadoras, aparece en nuestras vivencias cotidianas.
Islámicos
En esta historia, el racismo tampoco es un sentimiento exclusivo de los afroamericanos porque los musulmanes estadounidenses también lo sufren, en especial desde el 11/09/2001.
Aysa Khan escribió acerca de la reacción ante la brutalidad y el racismo policial sistémico, en la web Religion News. Pero ella también abordó las expectativas de lo que podría ocurrir si, a pesar de la tragedia, ocurriese un cambio. Es importante que los hechos, ya que siempre dejarán consecuencias, provoquen modificaciones. Solamente los cambios permiten esperar que no vuelvan a suceder.
En este caso, los líderes musulmanes no hablan de modificaciones en los protocolos policiales o en el enfoque de los magistrados sino que ellos anhelan un punto de inflexión en las comunidades musulmanas no negras. Su clamor se parece al que de Martin Luther King Jr., a quien no le importaban tanto los supremacistas como los blancos moderados, quien con su silencio legitiman la ilegalidad.
“Esta ha sido una semana difícil, dos meses difíciles para los musulmanes negros que han sido profundamente afectados por la brutalidad policial y el encarcelamiento masivo“, dijo Margari Aziza Hill, cofundadora de la Colaboración Musulmana contra el Racismo. “Estamos de luto, estamos cansados, estamos enojados, nos estamos movilizando“.
Por ese motivo, el viernes 05/06, dirigidos por el iman Jihad Saafir, del centro comunitario del centro de la ciudad de Islah (Los Angeles), una coalición de líderes musulmanes negros en California convocó a un “Día de Indignación” y exigió que, en los sermones y conversaciones, se abordara el racismo y también se escribieran cartas de solidaridad con los estadounidenses negros.
La ofensiva -desde Georgia hasta Seattle y Filadelfia- incluye el compromiso de abordar la lucha contra el racismo interno, doméstico, personal o familiar o vecinal.
Jóvenes diferentes
Los eventos trascendentes ya se saben que pueden ser traumáticos. Sin embargo, lo importante es que provoquen compromisos porque eso demuestra que no triunfó la indiferencia, que es la gran amenaza que conduce a la reiteración de lo que está mal.
Leslie Pollard, responsable de la afroamericana Universidad de Oakwood, en Huntsville, Alabama, de los adventistas del 7mo día., escribió emocionado, acerca del compromiso que acaba de ratificar:
“(…) Estoy enojado por el asesinato del Sr. Floyd. Y me indigna cuando me siento condenado por siempre a preguntarme si los jóvenes negros sobrevivirán a una rutinaria detención (N. de la R.: policial) en el tráfico. Estoy indignado, preguntándome si las jóvenes negras estarán seguras en sus propios hogares, o si podrán pasear por Central Park. Es casi imposible ser afroamericano y no tener o no conocer a alguien que haya tenido encuentros negativos relacionados con la raza, desde ser seguido en las tiendas hasta ser detenido mientras conduce un automóvil de lujo o atraviesa un área determinada.
(…) Pero, a raíz de la muerte innecesaria e insensata del Sr. Floyd, también estoy decidido. Estoy decidido a que la comunidad de Oakwood continuará siendo un centro de empoderamiento y testigo de la vida y el trabajo de una generación de estudiantes que llevan el estándar. Estudiantes que, en palabras de Jesús, amarán “aun al más pequeño” (Mateo 25:40).
(…) Estoy decidido a que “el menor de estos” podrá acceder financieramente a una educación de Oakwood, de modo que desde el césped empapado de sangre de esta antigua plantación de esclavos, se lanzará una nueva generación de activistas morales. Los grandes pensadores dejarán los terrenos sagrados de Oakwood no solo para ganar un dólar, sino para marcar la diferencia. El Sr. Floyd, y todos los Sr. Floyds de los últimos 400 años, merecen este compromiso de nuestra institución. ¡La pasividad moral no es una opción! (…)”.
La pandemia del alma
John Kingston, autor de ‘American Awakening: 8 Principles to Restore the Soul of America’ (Despertar Americano: 8 principios para restaurar el espíritu de América), y fundador del movimiento American Awakening, escribió en Christianity Today:
“(…) Tal como ha señalado Michelle Goldberg en The New York Times, hemos revisado algunas de las experiencias más traumáticas del siglo pasado en el lapso de cinco cortos meses, desde la gripe española de 1918 hasta el colapso económico de 1929 y los relacionados con la raza -asesinatos y disturbios urbanos en 1968- hasta el juicio político en 1974. A lo largo de todo esto, nuestro liderazgo, especialmente en el mundo político y mediático, ha traído más calor que luz. Hay excepciones, pero en general no sabemos en quién confiar.
Entonces, nos sentimos desorientados, y muchos pueden preguntarse si hemos perdido nuestros amarres sobre quiénes somos como cristianos y estadounidenses. No solo es natural, sino correcto, sentirse enojado en respuesta al maltrato de nuestros hermanos y hermanas y conciudadanos. Hay un momento para la ira justa, cuando los hijos de Dios son despojados de su humanidad y se les niega la más básica de las dignidades (caminar libremente o respirar). Si no estás enojado y no sientes una profunda tristeza en ese momento, puede ser hora de un chequeo de tu alma.
(…) En 2018 realicé una campaña (compitiendo por una banca) para el Senado de USA. Con un equipo de gestión que era blanco y negro y latino y asiático, así como demócratas y republicanos e independientes y verdes, descubrimos que la gente había perdido el rumbo; la luz se confundía con la oscuridad, la verdad con la falsedad; y la ansiedad, la depresión y la soledad explotaban en cada grupo demográfico. 150.000 muertos por año de desesperación. Personas que buscan un propósito y un significado. Mucho antes de 2020, ya estábamos divididos, cayendo y buscando la esperanza.
Estados Unidos sufrió una pandemia del alma antes de enfrentar la pandemia del cuerpo.
(…) Como hijos de Dios, todos somos seres hechos a imagen de Dios, no solo individualmente sino también colectivamente, reflejando su ser y su carácter. Esta es la verdad fundamental de quiénes somos como pueblo.
Sin embargo, desde los comienzos hemos sido trágicamente divididos, oprimiéndonos unos a otros dentro de nuestro grupo étnico más cercano (Caín matando a Abel) y fuera (las muertes de Taylor, Floyd y Arbery). (…) El apóstol Pablo nos dice que fuimos creados para estar juntos sin importar a qué categoría de personas pertenezcamos: judíos o griegos, esclavos o libres (…) y para asumir las cargas del otro sin importar la identidad (Gálatas 3:28).
¡En el cielo, cuando todo se hace nuevo y todo se arregla correctamente, la unión para la que estamos hechos será restaurada! El apóstol Juan describe una vasta multitud de cada nación, tribu, pueblo e idioma, reflejando la gloria de su Creador (Apocalipsis 7: 9). Esa es la gloria para la que fuimos creados. Cuando estas pruebas y tribulaciones se desvanezcan, nuestra verdadera esencia —¡juntos! – surgirá.
Solo comenzaremos a sanar como personas cuando comencemos a escucharnos unos a otros. Aquellos que han caminado por la gracia de Dios a través de un gran dolor y lamento en sus vidas (a menudo en nuestras comunidades más marginadas), y han optado por no ser víctimas de ella, muchas veces han forjado en sus almas la mayor autoridad moral y espiritual. Sin defensa, sin contraargumentos, sin justificación propia, nosotros, como cristianos estadounidenses de raza blanca, necesitamos escuchar a nuestros hermanos y hermanas negros, cuya experiencia en este país a menudo es radicalmente diferente a la nuestra. (…)”.
Los Salmos
A pesar de que se produjeron muchas protestas no violentas y también algunos disturbios destructivos, las iglesias han respondido de varias maneras: marchando pacíficamente, celebrando vigilias de oración y abordando la injusticia racial desde sus púlpitos.
David Bailey, director del ministerio de reconciliación Arrabon y fundador de Urban Doxology, y David Taylor, profesor asociado de Teología en el Seminario Teológico Fuller, creen que hay otras maneras en que las iglesias pueden responder: en la alabanza. Pero no cualquier tipo de canto congregacional sino en los Salmos.
“(…) Es aterrador y vergonzoso admitir que tienes un problema de ira. (…) Pero también es profundamente tranquilizador descubrir en los Salmos tanto el permiso como la ayuda para enojarse por las cosas correctas, como el cáncer, el abuso doméstico, los desastres ecológicos y la experiencia de una pandemia global, o como el racismo y la injusticia que hemos presenciado recientemente.
Dios nos ha dado los Salmos para tener una “Escuela de Ira” entre nosotros y descubrí que si faltamos a esa clase, no estamos emocionalmente equipados para lidiar con cosas difíciles que estamos experimentando ahora. Tal como lo ven los Salmos, la diferencia entre una respuesta correcta vs. incorrecta a la ira es un corazón humilde vs. un corazón endurecido.
Un corazón humilde es honesto con Dios acerca de los sentimientos de uno; un corazón endurecido solo quiere ‘ojo por ojo’. Un corazón humilde confía los enemigos de uno a Dios; un corazón endurecido demoniza a los enemigos. Un corazón humilde está enojado ante el rostro de Dios y en presencia de la comunidad; un corazón endurecido se esconde de Dios y siempre encuentra que la comunidad es deficiente. Los Salmos siempre nos invitan a elegir un corazón humilde.
El Salmo 139 es el salmo paradigmático en esta cuenta. (…)
"(Oh Dios, ¡si les quitaras la vida a los impíos! ¡Si de mí se apartara la gente sanguinaria, esos que con malicia te difaman y que en vano se rebelan contra ti! ¿Acaso no aborrezco, Señor, a los que te odian, y abomino a los que te rechazan? El odio que les tengo es un odio implacable; ¡los cuento entre mis enemigos! Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno." Salmos 139:19-24).
(…) Orar contra los enemigos es muy enfáticamente no una licencia para hacer violencia a los demás; tampoco es una invitación a satisfacer nuestros deseos irresponsables de llamar a alguien que no nos gusta como enemigo. Es, en cambio, una forma de hacernos hablar con Dios. Su objetivo es la curación, no la autogratificación. Lo que el salmista anhela es la vindicación de Dios. Los Salmos, entonces, no niegan nuestra ira por haber sido perjudicados, pero sí nos niegan el derecho de vengarnos por nuestras propias manos (Romanos 12: 18-20).”
Acerca del dolor
La injusticia provoca enojo y también dolor. Es bueno que esto ocurra. Habla bien de nosotros, de nuestra escala de valores y de nuestra sensibilidad como seres humanos. Pero ¿qué hacemos con el dolor? ¿Cómo resolvemos el dolor? ¿Cómo evitamos que el dolor nos consuma?
Michael A. Polite es Especialista en Desarrollo Humano, y escribió en la revista de afroamericanos cristianos Message, una interesante reflexioón:
“(…) Si he aprendido algo en los últimos tres meses, es este axioma destacado: ‘el dolor unifica a las personas’. Francamente, es una verdad que preferiría no aceptar. (…)
Antes de que la pandemia global de COVID-19 tomara el centro del escenario, yo (como muchos de ustedes) estaba demasiado ocupado seleccionando qué lado de un argumento polarizador apoyaría. Fui un discípulo fiel y defensor de los patrones de pensamiento ‘en blanco y negro’. Si llegaste al lado del argumento que llamé “bueno”, eras aceptable para mí. Y si caes del lado del argumento que llamé “malo”, eras un oponente, un obstáculo y un enemigo. Era así de sencillo.
(…) Pero durante un período de 90 días, este hilo invisible se volvió claramente perceptible para mí y miles de millones de personas. ¿Qué tenía la pandemia global que creó esta mayor conciencia de nuestra humanidad compartida? ¿Y por qué fue tan eficaz al hacer que muchas de nuestras líneas de separación se esfumen y se desvanezcan como palabras en pergamino antiguo? Puede sonar como una perspectiva demasiado simplificada; sin embargo, la respuesta de una palabra es cualquier cosa menos simple. La respuesta es dolor. El dolor unió a nuestro mundo de manera que la victoria y la celebración solo podían soñar con lograrlo. (…) Nuestra pérdida compartida nos hizo trascender las polaridades que a menudo nublan nuestra capacidad de honrar a la humanidad en la pasión, perspectiva o posición de otra persona. Nuestro dolor compartido creó una experiencia compartida. La experiencia compartida produjo una preocupación emocional compartida. Y la preocupación emocional compartida creó la voluntad de trabajar para mejorar a todos los que sufrían.
La indignación actual sobre el racismo y la intolerancia sistémicas en nuestro país es una prueba de fuego divino, dada para que podamos evaluar si realmente hemos sido transformados por los últimos tres meses de desafío, juicio, depresión y pérdida. En el pasado, habríamos visto protestas, indignación y reclamos de justicia a través de la lente tribal de “ellos contra nosotros”. Pero, por mi parte, la pandemia de COVID-19 me cambió para siempre, y ya no veo las trágicas pérdidas de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd como un grito de guerra. En cambio, los veo como un grito de protesta de humanos vulnerables, para (…) abrazar el dolor mientras trabajan incansablemente (hasta el agotamiento) para curar las heridas. (…)”.
Amén.