La 2da. Guerra Mundial superó a la 1ra. Guerra Mundial en duración y magnitud. Durante esos años fue multiplicada la eficacia destructora de las armas y la crueldad de muchos humanos. Millones de personas perdieron la vida sin participar del combate, fulminados por bombardeos aéreos y asesinados en campos de exterminio, invenciones sin precedentes en países de civilización cristiana.
El cristianismo nunca elaboró una explicación a semejante pasión por la muerte. Tampoco nunca pudo explicar la licencia para matar que concedió a sus fieles. El caso de Alemania es muy interesante.
La población de Alemania en 1933 rondaba los 60 millones. Casi todos los alemanes eran cristianos, ya sea católicos romanos (20 millones) o protestantes (40 millones).
¿De qué modo los cristianos y sus iglesias en Alemania reaccionaron al ascenso del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei o NSDAP)?
La ideología que discriminaba a varias minorías, incluyendo a los judíos, convergió con el antisemitismo que estaba generalizado en toda Europa, y desde el medioevo había quedado arraigado en la historia cristiana.
Prevalecía una enorme mentira que ha marcado a demasiados cristianos: que la Biblia respaldaría semejantes prejuicios.
En el conflicto quedó en entredicho la autoridad del Vaticano, en especial por supuestas concesiones cruzadas con Benito Mussolini en su ascenso al poder en Italia.
Mussolini y el Papa
El 11 de febrero de 1929, el cardenal Pietro Gasparri, en nombre del papa Pío XI (Achille Damiano Ambrogio Ratti), y el primer ministro de Italia, Benito Mussolini, en nombre del rey Víctor Manuel III, firmaron los Pactos de Letrán, que devolvieron la independencia política a la Santa Sede, devenida en Estado soberano, con su territorio dentro de Roma, y el restablecimiento pleno de las relaciones entre los representantes de Italia y los de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Por este motivo, el clero nunca cuestionará a Pío XI ya que su negociación fue de un valor incalculable para la Iglesia Católica Apostólica Romana. Sin embargo, el asunto es harto controversial.
Tanto Benito Mussolini como Adolf Hitler firmaron Concordatos con el Vaticano en días de Pío XI. Un concordato es un acuerdo para regular las relaciones entre el Vaticano y un país cualquiera. Posee la categoría jurídica de Tratado Internacional. No son muchos los países con concordatos porque la mayoría de los países no conceden un trato especial a la Iglesia Católica, y aplican el Derecho Internacional convencional. Un Concordato establece un vínculo extraordinario entre Iglesia y Estado.
David Kertzer en su libro The Pope and Mussolini (2015) —gracias al cual recibió el premio Pulitzer—, escribió: “El Papa vio algo en Mussolini que le gustó. No obstante todas sus diferencias, ambos hombres compartían algunos importantes valores. Ninguno tenía simpatía por la democracia parlamentaria. Ninguno creía en la libertad de expresión y de asociación. Ambos veían al comunismo como una grave amenaza. Ambos pensaban que Italia estaba hundida en una crisis y que el sistema político vigente no tenía salvación“.
Pío XI calificó a Mussolini como “un hombre de la Providencia”. En las elecciones de marzo de 1929, desde la curia se animó a los católicos italianos a que votaran a los fascistas, y el propio pontífice bendijo los cañones italianos que partieron para la guerra contra Abisinia (Etiopía).
A pesar del escándalo que produjo esta invasión entre muchos sectores católicos del mundo occidental, tras la anexión italiana de Abisinia el Papa lo comparó con “el triunfo de los buenos” e impulsó la italianización de las misiones cristianas en el África Oriental Italiana.
Pío XI llegó a felicitar por el triunfo militar al mariscal Rodolfo Graziani, conocido como “el Carnicero de Etiopía”.
El 20 de julio de 1933, el cardenal alemán Michael von Faulhaber, arzobispo de Múnich, llamó a Pío XI “el mejor amigo de los nazis”.
Sin embargo, hacia el final de su pontificado, en marzo de 1937, Pío XI publicó la encíclica ‘Mit brennender Sorge’ (Con ardiente preocupación), con declaraciones como el siguiente fragmento:
“(…) Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los pueblos, ante cuya grandeza las naciones son como gotas de agua en el caldero (Isaías 40:5). (…)”.
Por entonces, ya estaba muy en superficie el proyecto del Gobierno alemán de crear un culto estatal.
Pío XI murió el 10 de febrero de 1939. La guerra comenzó el 1 de septiembre de 1939.
Esoterismo
En Alemania, es muy importante considerar a Erik Jan Hanussen, austríaco de origen judío, nacido como Harschel Steinschneider, quien presumía de tener poderes místicos, de astrología y videncia aunque básicamente era un hipnotizador.
Él llegó a Berlín y se asoció con Hans Einz Ewers, un conferenciante que le presentó a Adolf Hitler, por entonces al frente de un pequeño movimiento político nacionalista.
Hanussen le auguró a Hitler que “la nación germana estaría a su merced”, logrando que éste y sus colaboradores se convirtieran en clientes del Palacio del Ocultismo que había abierto Hanussen.
Hanussen frecuentó a la ascendente Sturmabteilung (SA, sacrificada en la Noche de los Cuchillos Largos), y tuvo influencia sobre Hitler. Por ejemplo, antes de las elecciones de noviembre de 1932, lo preparó acerca de cómo presentarse ante las masas, el lenguaje gestual y las pausas dramáticas.
Esto fue confirmado por el psiquiatra Walter Charles Langer, en 1943, en un informe para el servicio secreto estadounidense.:
Hanussen, valiéndose de información que posiblemente ya conocía, “predijo” que ardería el edificio del parlamento alemán, el Reichstag, lo que ocurrió el 27 de febrero de 1933. La supuesta predicción de Hanussen fue muy incómoda para el NSDAP por las sospechas de que, entonces, el entorno de Hitler, el gran beneficiado por las llamas, ya conocía un hecho que pasaba a ser un atentado y no un accidente. Hanussen fue asesinado en la noche del 24 al 25 de marzo de 1933, probablemente por hombres de las SA.
El NSDAP intentó, en su ascenso al poder, relacionarse con diversos cultos cristianos, aunque persiguió a los Testigos de Jehová, a la vez que iniciaba actividades paracientíficas, tal como lo recordó el historiador José Lesta, en su libro “El Enigma Nazi”: El 1 de julio de 1935 se creó la Deutsches Ahnenerbe, o “Sociedad de Estudios para la Historia Antigua del Espíritu”, promovida por un obsesionado del ocultismo, Heinrich Himmler, comandante en jefe de las SS o Schutzstaffel (Escuadras de Protección).
Richard Walther Darré, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg también tenían un gran interés en el ocultismo.
El nazismo era una ideología con gran contenido esotérico entre los círculos más elevados de sus seguidores.
El esoterismo se refiere a toda doctrina que requiere un cierto grado de iniciación para estudiarla en su total profundidad. Conocimientos, prácticas, ritos secretos, tradiciones que utiliza secretos, símbolos incomprensibles, de difícil acceso, una iniciación no accesible al público común.
En ese misticismo que crecía se convirtieron en íconos importantes la Atlántida, Thule, Hiperbórea, Shambhala, Agartha y la estrella de Aldebarán, considerados los hogares originales de la raza aria y el superhombre.
La teoría en desarrollo en el Tercer Reich indicaba que la raza maestra (Herrenrasse), había sido corrompida y debilitada por la mezcla con otras razas consideradas inferiores.
“Himmler era con toda seguridad el más fanático creyente en las ciencias ocultas, profesando una fe ciega en “las fuerzas desconocidas que nos rodean“, de acuerdo a Lesta, quien afirma que la idea de las SS que tenía el jefe nazi era la de una Orden Negra que seguiría los preceptos del antiguo paganismo germano elevado a dogma de fe del nazismo.
Uno de los personajes que influyó en su pensamiento fue Kart Maria Wiligut, un ex militar austríaco que dicen que se presentaba como el último descendiente de los uiligotis, una estirpe de guerreros ancestrales prehistóricos, pero que en 1933 ingresó a las SS con el seudónimo de Karl María Weisthor, y ocupó el cargo de director del Departamento de Prehistoria e Historia Arcaica, dentro de la Secretaría de Raza y Población.
Su misión era entregar informes por escrito de sus visiones para que fuesen investigadas, y estar plenamente disponible para conversar con Himmler.
Himmler concedía a ciertos colaboradores un anillo (Totenkopfring) que, según algunos autores, indicaba un rango de iniciación en las creencias esotéricas presentes en la conducción de las SS, que en ocasiones incluían rituales durante los solsticios o equinoccios.
Algunos líderes fueron atraídos por el Espiritismo, el Mesmerismo-magnetismo, el significado de las runas y la astrología.
El interés por el Catarismo fue otra nota dominante. Los cátaros o albigenses habían sido un movimiento gnostico que se propagó durante la Edad Media. Un controvertido colaborador de Himmler, Otto Rahn, los consideraba legítimos guardianes del Santo Grial -el recipiente usado por Jesús en la Última Cena, cuya búsqueda lo obsesionaba-. Según él, el Catarismo era una religión ecuménica, capaz de unificar Europa.
Construyendo un Dios nacional
Hitler consideraba que la religión era un importante factor “del mantenimiento de nuestro carácter nacional”. En verdad, lo que él estaba buscando eran mecanismos de cohesión y una mística para su proyecto personal.
Un personaje muy interesante fue la psiquiatra Mathilde Friederike Karoline Ludendorff. Su tercer marido fue Erich Ludendorff, general del Imperio alemán durante la 1ra. Guerra Mundial.
Volk podía significar “pueblo” entre la izquierda pero para la derecha fue “raza”. En verdad, era un movimiento germánico místico que promovía el renacimiento de tradiciones paganas e incluía una preocupación marcada por la pureza de raza, que ayudó a desarrollar un sentimiento hiper-nacionalista y antisemita.
Ella, autora del libro “Triunfo de la Inmortalidad” fue una figura destacada en el movimiento Völkisch.
Mathilde Ludendorff inició un reclamo a favor “de un conocimiento alemán de Dios acorde con la raza”.
En el NSDAP, la idea de una “religión conforme a la raza”, un cristianismo sin rasgos judaicos, fue muy atractiva.
Según el comentario de Manuel P. Villatoro, para ABC Historia, fue clave en esta historia el hecho de que Himmler conoció al holandés Hermann Wirth, investigador del germanismo.
Wirth estuvo vinculado la nazismo desde 1932 pero sus excesos monetarios llevaron a Adolf Hitler a quitarle financiación a su centro de estudios (aunque Wirth siempre conservó el mecenazgo de Ludwig Roselius, importador y distribuidor de café, fundador de la empresa Kaffee HAG, y a quien se atribuye el desarrollo del descafeinado del café). Sin embargo, ya en el poder, el Führer le devolvió a Wirth inclusive su ficha de afiliación al NSDAP, y fue designado profesor de Teología en la Universidad de Berlín.
Wirth tuvo un rol protagónico entre 1933 y 1935, cuando ocurrió un gran choque filosófico de las iglesias cristianas vs. el neopaganismo apoyado por las teorías Völkisch, que apuntalaron el llamado Volkstum (“cultura de la nación” o “folklore étnico“), que impregnó al movimiento revolucionario conservador de Alemania, después de la 1ra. Guerra Mundial.
El NSDAP, a través de las SS, se interesó por el conocimiento de las tradiciones indoarias, budistas y orientales en general (de hecho, a pesar de la represión religiosa, los budistas no la sufrieron en Alemania y hasta hubo una colonia de monjes budistas). E incluso realizaron al menos tres expediciones a regiones asiáticas tales como el Tibet, buscando el origen ario incontaminado. El libro ‘Siete Años en el Tíbet’ (1952), de Heinrich Harrer, relata una de esas expediciones en las que él participó, entre 1944-1951.
En una ocasión, Hitler le dijo al revolucionario conservador alemán Hermann Rausching, quien se unió al movimiento nazi pero emigró en 1936 a USA: “Si Ud. cree que nuestro partido se reduce solamante a un partido político, no ha entendido nada”.
Hitler pensaba que la religión había surgido para que los hombres “pudieran comprender intelectualmente las imágenes de un pasado remoto, que se habían convertido en esquemas, adornándolas con los símbolos externos que habían de servir para que la Iglesia conservara su influencia.”
En su opinión, la religión “había sido mas humana en sus comienzos” pero quería conservarla -porque daba cohesión al tejido social y podía utilizarla como un medio idóneo para la gestión del colectivo- aunque no así la estructura Iglesia: no tenía reservado ningún lugar en la historia.
Hindúes y budistas conocían la esvástica (la ‘de la mano derecha’ era símbolo del dios Vishnu, la de ‘la mano izquierda’ de la diosa Kali), también utilizada en la antigua Grecia, y hasta aparece en las ruinas de Troya. Los antiguos druidas también la conocían, y las tribus nórdicas e incluso los primeros cristianos, y los Caballeros Teutónicos, orden militar medieval germánica. Significaba ‘Victoria Permanente’. Aquí una esvástica en una villa romana llamada La Olmeda.
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La esvástica
En enero de 1919 la Sociedad de Thule (Thule-Gesellschaft) participó de la fundación del DAP (Deutsche Arbeiterpartei o Partido Obrero Alemán), origen del NSDAP.
“Para entrar (a Thule) se debía facilitar una fotografía que el Gran Maestre examinaba para descubrir en los rasgos antropométricos huellas de sangre extranjera. Asimismo, tenían que jurar pureza de sangre hasta la tercera generación“, afirma Lesta.
Hitler participó de la organización hacia 1922 (en su texto ‘Mein Kampf’o ‘Mi Lucha’, él escribió: “Las ideas básicas del movimiento nacionalsocialista son Völkisch y los ideales Völkisch son los ideales del nacionalsocialismo”) pero él discrepaba con la idea de sociedades secretas, y más adelante prohibió a sus colaboradores cualquier relación.
De todos modos, el NSDAP incorporó algunas prácticas de Thule en Baviera como el ajusticiamiento callejero: “Sólo entre 1918 y 1922 se contabilizaron 354 crímenes y asesinatos políticos“. Según J.M Romaña, las fuerzas de seguridad estaban siempre al corriente de esta “justicia paralela”, porque muchos de los oficiales de la policía eran integrantes de la sociedad Thule.
El historiador afirma que también ocurrieron sesinatos en rituales de magia astrológica, aunque no ofreció datos concluyentes al respecto.
Uno de los emblemas de los círculos Völkisch trascendió dentro del nazismo: Friedrich Krohn, miembro de la Sociedad Thule, diseñó la versión original de la esvástica nazi, en 1919.
Hay una lógica trágica que lleva de Thule a 1935, cuando Eugen Fischer redactó un discurso titulado “La concepción del Estado Volkisch desde el punto de vista de la biología“.
Director del Instituto de Antropología Kaiser Wilhelm y rector de la Universidad de Berlín Frederick William, Fischer tuvo que ver con el fundamento de la supuesta superioridad racial.
La teología de Ahnenerbe
Wirth procuró reinterpretar el cristianismo a partir del origen étnico nórdico del monoteísmo original.
De acuerdo con Leo Stein, Hitler comprendía la relevancia de la religión en la sociedad, y por ello su régimen trató de reemplazar las antiguas religiones por una “religión nazi”, el Deutsche Christen (“Cristianismo alemán”), de Rosenberg.
En 1934, Wirth trabó relación con Heinrich Himmler y Richard Walther Darré, y en 1935 fue creada la Ahnenerbe, para “investigar el patrimonio ancestral alemán”.
En 1937, Himmler reestructuró la Ahnenerbe, convirtió a Wirth en el “presidente de honor” sin poderes reales y designó como autoridad ejecutiva a Walter Wüst. Fue el inicio del ocaso de Wirth en el nacionalsocialismo.
De acuerdo a Lesta, los objetivos de la Ahnenerbe eran tres:
> investigar el alcance territorial y el espíritu de la raza germánica,
> rescatar y restituir las tradiciones alemanas, y
> difundir la cultura tradicional alemana entre la población.
En las SS, la Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe e.V., conocida como Ahnenerbe, llegó a tener 43 departamentos de investigación sobre tradiciones germánicas, que incluían las ciencias paranormales, “asuntos secretos del Reich”.
“La sección esotérica estaba a cargo de Friedrich Hielscher y Wolfram Sievers; asimismo el famoso escritor Erns Jünger y el filósofo judío Martin Buber colaboraron con ella”, según Lesta.
La prioridad de la sociedad Ahnenerbe era desarrollar una religión propia del nazismo.
Al respecto aparece como personaje clave Friedrich Hielscher, maestro de lo paranormal.
Hielscher fue miembro de la Iglesia Evangélica en Alemania hasta 1924. Luego, Hielscher fue el fundador del movimiento esotérico o neopagano Unabhängige Freikirche (UFK o “Iglesia Libre Independiente”), que dirigió desde 1933 hasta su muerte, en 1990.
Testimonios de la época afirman que Himmler hablaba de Hielscher como el personaje más importante de Alemania, luego de Hitler.
En la teología de Hielscher, Dios es externo al universo. Dentro del universo se encuentran los “Doce Mensajeros Divinos” (zwölf göttliche Boten), seis hombres y seis mujeres, identificados con los dioses del paganismo germánico. Hielscher elaboró la personalidad de tres de las doce deidades, describiéndolas como “pareja divina“, también “rey y reina“, llamados Wode y Frigga, y el “dios de la Pascua” (Ostergott), llamado Fro.
Hielscher promovió una religión basada en la sangre y el valor de los soldados alemanes, logró que las fiestas paganas se superpusieran a las cristianas, mientras Himmler y su Estado Mayor juraban lealtad a la secta.
Según Ernst Junger, el sumo sacerdote era Friedrich Hielscher, y le seguía en orden de importancia Wolfram von Sievers.
“Una de las celebraciones más llamativas que se llegó a suprimir fue la de la Navidad. De hecho, el día en que se recuerda el nacimiento de Jesús se cambió por una jornada en la que se reverenciaba al sol”, apuntó Lesta.
El 25 de diciembre se conmemoraba el “día del nacimiento del sol invencible” –el Sol Invictus, que para los romanos representaba el nacimiento de Mithra-, es decir, el día en que este astro, después de ir acortando su presencia desde el solsticio de verano, en el Hemisferio Boreal, parecía recobrar nuevamente sus fuerzas tras el periodo agónico del otoño y la muerte invernal.
“Otros períodos del año habían sido igualmente reciclados en forma de fiestas neopaganas. La Pascua se transformó en la fiesta de “Ostara”, por ejemplo”, según Lesta. Los miembros de las SS celebraban el comienzo de la primavera recordando a la diosa de la fertilidad.
La Ahnenerbe procuró que el rito del matrimonio cristiano fuera sustituido por un ritual propio, en el que se entregaría a la pareja que ya había demostrado su pureza de sangre y por eso había realizado el matrimonio civil, el pan y la sal, símbolos de la tierra y de la fertilidad.
Y se dispuso una ceremonia bautismal: “Durante el bautismo del hijo de un afiliado a la Orden Negra se les hacía entrega de una medalla con signos rúnicos para el recién nacido, y se pronunciaba la fórmula de ingreso del bebé en la comunidad de las SS”.
En la sede de Ahnenerbe había un espacio dedicado a venerar a sus muertos. “En la cripta, se hallaba la sala de los muertos, un recinto abovedado y circular. Albergaba en su centro una pira y en los muros doce habitáculos en los que se ordenó que se levantaran trece alturas alrededor de una gruesa mesa de piedra”, escribió Lesta, quien agregó: “Se hizo para el momento en que un miembro de tan restringido círculo de elegidos en las SS dejara este mundo. Entonces, se debían colocar sus cenizas en la correspondiente urna encima de uno de esos altares, justo después de que el escudo de armas del fallecido acabara de ser pasto de las llamas, y todo para que fuesen veneradas al mejor estilo religioso por el resto de los supervivientes. (…) En el techo de la bóveda, justo encima de la pira, se encuentra todavía una esvástica y cuatro aspilleras por las que el humo del ritual fúnebre debía ascender, formando una columna”.
El cisma cristiano
Mientras ocurría el auge del neopaganismo como religión del Estado nazi, ¿qué ocurría con los cristianos?
La mayor iglesia protestante en Alemania en la década de 1930 era la Iglesia Evangélica, integrada por 28 iglesias regionales o Landeskirchen, que incluían las tres tradiciones teológicas más importantes surgidas en la Reforma:
> la luterana,
> la reformada y
> la unida.
La mayoría de los 40 millones de protestantes eran miembros de esta iglesia, si bien existían expresiones menores como la metodista y la bautista.
Durante la década de 1920, surgió un movimiento dentro de la Iglesia Evangélica Alemana llamado Deutsche Christen o “Cristianos Alemanes“, quienes abrazaron muchos de los aspectos raciales y nacionalistas de la ideología nacionalsocialista.
Hacia 1931, los llamados Cristianos Alemanes, liderados por Ludwig Müller, se amoldaron a la ideología del Tercer Reich.
Pero la Deutsche Evangelische Kirche luterana condenó al nazismo en 1934, iniciando la Iglesia Confesante (la “Bekennende Kirche“), que reunida en el Sínodo de Barmen denunció como herética a la Iglesia del Reich (la Reichskirche), en una declaración redactada por el teólogo reformado suizo Karl Barth, quien reafirmó que todo Estado estaba limitado por los mandamientos de Dios.
Bajo el liderazgo del pastor luterano Martin Niemöller se fundó la Liga de Emergencia de Pastores para ayudar a clérigos de ascendencia judía, y rápidamente se convirtió en lugar de disidencia contra el nazismo.
Su documento fundacional, la Profesión de Fe de Barmen, declaraba que la iglesia debía fidelidad a Dios y a las escrituras, no a un Führer terrenal.
Tanto la Iglesia Confesionista como los “Cristianos Alemanes” siguieron formando parte de la Iglesia Evangélica Alemana, y el resultado fue una Kirchenkampf, o “lucha religiosa” dentro del protestantismo alemán: un debate y una lucha constantes por el control.
Cuando se leyó una declaración protestante desde los púlpitos de las iglesias confesionistas en marzo de 1935, las autoridades nazis reaccionaron enérgicamente arrestando por poco tiempo a más de 700 pastores.
Los integrantes más famosos de la Iglesia Confesionista fueron el teólogo Dietrich Bonhoeffer, ejecutado por participar en una supuesta conspiración para derrocar a Hitler, y el pastor Martin Niemöller, que pasó siete años en campos de concentración debido a sus críticas contra Hitler.
Las actitudes y acciones de católicos y protestantes alemanes durante la era nazi estaban moldeadas por sus creencias religiosas y otros factores:
• Repercusión negativa contra la República de Weimar y los cambios políticos, económicos y sociales que ocurrieron en Alemania durante la década de 1920;
• Anticomunismo;
• Nacionalismo; y
• Resentimiento hacia la comunidad internacional después de la 1ra. Guerra Mundial, que Alemania perdió y por la cual fue forzada a pagar cuantiosas compensaciones.
Estos fueron algunos de los motivos por los cuales la mayoría de los cristianos de Alemania acogieron el surgimiento del nazismo en 1933.
También fueron persuadidos por la declaración sobre “cristianismo positivo” mencionada en el Artículo 24 de la Plataforma del NSDAP, de 1920:
“Exigimos la libertad de todos los credos religiosos en el estado, en tanto que no pongan en peligro la existencia del estado ni entren en conflicto con la cultura y las creencias morales de la raza germánica. El Partido como tal se atiene al punto de vista de un cristianismo positivo sin atarse confesionalmente a ningún credo en particular. Combate el espíritu materialista judío a nivel nacional e internacional y está convencido de que la recuperación permanente de nuestro pueblo solo podrá lograrse desde las bases del bien común antepuesto al bien individual”.
En cuanto a la Iglesia Católica Apostólica Romana, no se dividió entre facciones ideológicas diferentes, y no sufrió una Kirchenkampf interna.
Desde un principio, los líderes católicos fueron más recelosos del nacionalsocialismo que los protestantes, y el anticatolicismo exacerbado de personajes tales como el ideólogo nazi Alfred Rosenberg, jefe del Servicio de Asuntos Extranjeros del NSDAP, planteó un problema entre los líderes católicos de Alemania y el Vaticano.
El partido Centro Católico había sido un aliado clave del gobierno de la coalición en la República de Weimar durante la década de 1920 y estaba alineado tanto con los socialdemócratas como con el Partido Demócrata, enfrentando a los partidos de derecha, entre los que estaba en el NSDAP.
Hitler decidió resolver la controversia. En su discurso del 23 de mayo de 1933 ante el Reichstag, describió al Cristianismo como el “cimiento” de los valores alemanes.
Luego, el partido Centro se disolvió como parte de la firma del concordato (Reichskonkordat) entre el Vaticano y Alemania. En 1934, varios de sus líderes fueron asesinados en la Noche de los Cuchillos Largos.
En 1935 se abrió un Ministerio de Asuntos Eclesiásticos, dirigido por Hanns Kerrl, aunque Rosenberg no cesó en su embestida, ejemplificada en su libro “El mito del siglo XX”.
La jerarquía católica alemana quedó dividida:
> algunos obispos, como el cardenal Adolf Bertram (y el nuncio papal en Alemania, Cesare Orsenigo), pensaban que para evitar persecuciones era mejor contemporizar con el régimen;
> mientras que otros, como el futuro cardenal Clemens August von Galen, el obispo Konrad von Preysing, y el arzobispo Josef Frings adoptaron una protesta abierta y enérgica desde sus púlpitos. Los obispos encargaron un catecismo contra el texto de Rosenberg, promotor de un “cristianismo positivo”, que pretendía una transición del cristianismo a una nueva fe nazi que negaba las raíces hebreas de las creencias cristianas.
Después de firmar el concordato, Hitler disolvió la Liga de la Juventud Católica y decretó una ley de esterilización que conmocionó a la comunidad religiosa. Durante la purga del 30 de junio de 1934, se ordenó el asesinato de Erich Klausener, dirigente de la Acción Católica.
En su carta-encíclica del 14 de marzo de 1937, Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación) de Pío XI, el pontífice acusó tardíamente al gobierno nazi de “sembrar la cizaña de la sospecha, la discordia, el odio, la calumnia, de secreto y la abierta hostilidad fundamental en contra de Cristo y de su Iglesia.”
El documento comenzó a ser leído en algunas iglesias alemanas, y Hitler mandó a la Gestapo a impedirlo.
Todas las diócesis católicas alemanas declararon en 1932 que la afiliación al NSDAP “era incompatible con la fe cristiana”.
Sin embargo, el 20 de julio de 1933 se firmó el Reichskonkordat, el concordato entre Alemania y el Vaticano. Rubricaron por el presidente de Alemania -en aquel entonces Paul von Hindenburg ya con Adolf Hitler como canciller-, el vicecanciller Franz von Papen—; y por el papa Pío XI, el cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII). Contradicciones, obviamente.