En el principio fue Ur-nammu, «rey de Sumer y de Acad», citado en cilindros y tablillas encontradas en localidades tales como Nippur, Lagash, Uruk, Larsa, Eridu y Ur. Él redactó el llamado Código de Ur-nammu (que unificó jurisprudencia y distinguió dos estratos sociales, los hombres libres y los esclavos), estableció la paridad entre las diferentes monedas existentes, abrió canales y reconstruyó templos.
Su hijo y sucesor Shulgi, introdujo como medida de volumen el gur (200 litros), introdujo en el ejército uno de los pioneros cuerpos de arqueros y restauró la ciudad de Der, donde se enfrentó a los pueblos seminómadas que habitaban los montes Zagros, motivo por el cual buscó el apoyo de Elam casando a su hija con el gobernador de Anshan. Pero la paz no funcionó, y entonces Ur derrotó a Elam.
Su sucesor, Amar-Sin, sofocó conflictos pero no pudo impedir el arribo de más nómadas procedentes del desierto de Arabia, que se fueron asentando en la zona central de Mesopotamia, Acad.
Así, su sucesor Shusin (2036 a. C.-2028 a. C.) tuvo que construir un sistema de fortificaciones de 270 km. de extensión, llamado ‘muralla de los Martu‘, que debía detener las incursiones de los amorreos y de los tidnum (o Ttidanum), otra tribu semita nómada.
Ibbi-Sin, hermano de Shusin, fue el último soberano de la dinastía. Los amorreos traspasaron las barreras cortando los caminos al comercio y arrasando las cosechas, restricciones que provocaron hambrunas en las ciudades centrales del imperio, produciéndose rebeliones y rendiciones de muchas de ellas.
Shusin dejó el mando de las regiones fronterizas a un funcionario llamado Ishbi-Erra, gobernador de Mari, quien traicionó al monarca y fundó una dinastía propia en Isin, al norte de Ur, que cayó ante los nómadas de los Zagros, que arrasaron la ciudad, saqueando los templos y destruyendo las viviendas.
¿Por qué se cuenta esto? Para dar un contexto del turbulento mundo de la Mesopotamia, donde estaba por irrumpir un personaje muy especial.
Los caldeos
Entre las planicies junto a los ríos Éufrates y Tigris, la primera civilización del planeta se llamó Sumeria, que inventó el sumerio, que fue su impresionante legado.
El sumerio fue la primera lengua escrita conocida, llamada cuneiforme, por la forma de cuña de sus trazos, creación luego utilizada por el acadio, el ugarítico, el elamita, y lenguas indoeuropeas como el hitita y el persa aqueménida.
Sumeria participó, además, junto a Acadia, Caldea, Asiria y Babilonia, de la mitología mesopotámica. Su tan diverso panteón de dioses, que incluyó a Baal como deidad de los caldeo-asirios.
También:
- Dumuzi, dios de la vegetación;
- Ea, dios de la sabiduría;
- Enbilulu, dios a cargo del Éufrates y el Tigris;
- Enmesarraa, dios de las leyes;
- Enkimdu, dios de los ríos y canales;
- Enlil, dios del clima y las tormentas;
- Enten, dios agricultor;
- Gilgamesh, héroe de la gran epopeya de Gilgamesh posterior al diluvio;
- Hadad, dios del clima;
- Ishtar, diosa del amor;
- Marduk, dios nacional de los babilonios;
- Nabu, dios de las artes de escribir; etc.
Al dios Nabu hay que tenerlo muy en cuenta para esta historia. La escritura era un orgullo sumerio que pasó a otros pueblos que lograban exhibir así su civilización.
Precisamente el aporte de los sumerios fue similar al logro de los nómadas arameos, quienes luego se asentaron y dieron unidad lingüística al Cercano Oriente.
Ellos se ubicaron un poco más al norte que los caldeos.
Cananeos y arameos han sido relacionados entre sí por su presencia en la misma geografía y su parecido semblante fisiológico.
En cuanto a los caldeos, llegaron cuando ya existía ‘Ka.dingir.ra’ o ‘K.dingir.ma’, que significa ‘Puerta de los dioses’ o ‘Puerta del dios‘, más tarde llamada Babilonia, que años después fue dominada por Asiria.
Según Diodoro Sículo, durante mucho tiempo nadie conoció mejor que los caldeos
- la influencia de ciertos fenómenos astronómicos, y
- la ciencia del porvenir.
Los romanos también llamaban caldeos a los matemáticos.
Las claves de su doctrina fueron:
- los movimientos de los cinco planetas que llamaban ‘intérpretes’;
- Helios, el Sol, como el más importante de ellos;
- la salida y ocaso de los astros y su color.
Los magos caldeos practicaban las ciencias ocultas y tenían dos tipos de magia:
- la blanca, para la cual los magos se comunicaban con los espíritus superiores; y
- la negra, realizada por los hechiceros que explotaban las malas pasiones.
En su superstición lucían talismanes con forma de vendas en los que escribían fórmulas y fijaban en la indumentaria, los muebles y las imágenes de las divinidades suspendidas en cilindros de piedra dura.
Cuando Babilonia restableció su independencia, se encontraba bajo una dinastía caldea.
Nabucodonosor II
El primer monarca de la dinastía caldea fue Nabopolasar, de origen incierto (en el «Cilindro de Nabopolasar», él se llamó a sí mismo «hijo de nadie»).
Assurbanipal, rey de Asiria, murió hacia 627 a. C., al mismo tiempo que Kandalanu, su títere en Babilonia. El vacío de poder fue ocupado por Nabopolasar.
En su año de ascenso al poder (626 a. C.), Nabopolasar buscó el favor de la tierra de Elam, ya en decadencia, y de los medos. Entonces, él pactó con el rey Ciáxares, casando a su hijo Nabucodonosor II con Amytis, hija del monarca medo, viceabuelo de Ciro, el Grande, cuyo nacimiento ya había profetizado Isaías. Quien mueve los hilos ya había dispuesto el telar.
“Esto le dice el Señor a Ciro, su ungido,
ISAÍAS 45:1-3
cuya mano derecha llenará de poder.
Ante él, los reyes poderosos quedarán paralizados de miedo;
se abrirán las puertas de sus fortalezas
y nunca volverán a cerrarse.
Esto dice el Señor:
«Iré delante de ti, Ciro,
y allanaré los montes;
echaré abajo las puertas de bronce
y cortaré las barras de hierro.
Te daré tesoros escondidos en la oscuridad,
riquezas secretas.
Lo haré para que sepas que yo soy el Señor,
Dios de Israel, el que te llama por tu nombre.”
En el 612 a. C. la alianza de medos y babilonios derrotó a Assur-uballit II, devastó Nínive y la saqueó, para más tarde practicar una deportación masiva de los sobrevivientes.
Luego, Nabopolasar envió a su hijo, Nabucodonosor II, contra el faraón Neko II o Necao II, a quien derrotó en la batalla de Karkemish, controlando así Siria y Fenicia. Ya por entonces había problemas muy serios de los babilonios contra Judá.
Nabopolasar murió poco después y Nabucodonosor II regresó a Babilonia para ascender al trono.
Nabucodonosor II fue el gobernante más conocido de la dinastía caldea de Babilonia. Su nombre es interpretado como “Oh Nebo, defiende mi corona”.
Tiempos violentos, de esclavitud y sometimiento ante los vencedores, de nómadas salvajes que sólo conocían el golpe implacable, de saqueos y traiciones: el nuevo monarca conocía la Mesopotamia y no daba ventajas, lo que le provocaba un egocentrismo desmesurado, una opinión propia sobrevalorada, una soberbia grandilocuente.
En una inscripción, él se llamó a sí mismo “el favorito de Nebo“.
Nabu era el dios que guiaba la escritura, hijo de Marduk y de su esposa Zarpanitum, y nieto de Enki y esposo de Tasmetu.
Nabu había sido introducido por los amorreos a la mitología de Mesopotamia, quizás al mismo tiempo que Marduk, que fue la divinidad principal de Babilonia.
El templo a Nabu se levantaba a las orillas de un lago a 18 km. de Babilonia, en la cercana Borsippa.
Era un zigurat (templo con forma de pirámide) restaurado por Nabucodonosor II, con ladrillos de lapislázuli, de unos 63 metros de altura y siete terrazas, cuyas ruinas siguen en pie.
La deidad Nabu tenía un gran poder sobre la existencia humana porque escribía el destino de cada persona, decidido por los dioses, en las tablillas de los registros sagrados.
Nabu tenía, entonces, el poder de aumentar o disminuir según su voluntad la duración de la vida de las personas.
Esto permite imaginar la imagen que Nabucodonosor II tenía de sí mismo.
Ya en el trono, Nabucodonosor II conquistó Judá. La primera vez saqueó Jerusalén pero la siguiente vez, cuando los judíos incumplieron su promesa y buscaron una nueva alianza con Egipto, destruyó Jerusalén. En el Antiguo Testamento tanto el libro de Jeremías y sus Lamentaciones, como Daniel, Ezequiel, Reyes y Crónicas, reflejan esos tiempos turbulentos.
Después de la destrucción de Jerusalén, Nabucodonosor II sostuvo un asedio sobre Tiro, que terminó con un compromiso fenicio de aceptar la autoridad de Babilonia. Por ese motivo, no fue destruida. Es lo que Jehová había propuesto a los reyes de Israel a través de Jeremías: pactar con Nabucodonosor II.
Consolidado su territorio, el monarca ejecutó una monumental actividad constructora en todo su reino pero en especial en Babilonia, que incluyó canales, acueductos y los famosos ‘Jardines Colgantes’. Nada fue ahorrado, ni madera de cedro ni bronce, oro, plata, piedras preciosas y raras.
Nabucodonosor II reconstruyó el templo E.nam.khe (el culto a Ishkur), restauró el templo E.mes.lam y amplió el templo a E.zida.
El emperador pareció sentirse más orgulloso por sus obras de ingeniería y arquitectura que por sus batallas.
Un túnel bajo el río Eufrates y un puente de piedra conectaban las dos partes de la ciudad, que parecía inexpugnable con la construcción de un triple muro.
La religión estaba muy presente en Babilonia, según el historiador Herodoto, quien conoció la ciudad antes de su destrucción.
Las puertas del perímetro amurallado interior de la época de Nabucodonosor II, con una sola excepción, recibían nombres de dioses: de Ishtar, de Marduk, de Shamash, de Adad, de Enlil, de Zababa, de Urash.
De acuerdo con los textos, existieron 43 santuarios en Babilonia.
Las fiestas a los dioses eran eventos multitudinarios, que legitimaban al monarca y renovaban su popularidad.
La profecía
El libro de Daniel cuenta sobre Nabucodonosor II.
El capítulo 4 del libro de Daniel es atribuido directamente a Nabucodonosor II.
Esto queda en evidencia en el inicio:
“El rey Nabucodonosor envió el siguiente mensaje a la gente de todas las razas, naciones y lenguas del mundo:
DANIEL 4:1
«¡Paz y prosperidad a todos!”
La historia de Daniel 4 consiste en que el monarca tuvo un sueño que, tal como en otras ocasiones, sus adivinos no pudieron descifrar y entonces él acudió a Daniel.
“Cuando se presentaron los magos, los brujos, los astrólogos y los adivinos, les conté el sueño, pero no pudieron explicarme el significado.
DANIEL 4:7-8
Finalmente Daniel se presentó ante mí y le conté el sueño. (Daniel lleva el nombre de mi dios, Beltsasar. El espíritu de los dioses santos vive en él).”
Debe recordarse que Daniel y sus amigos deportados de Jerusalén a Babilonia, fueron sometidos a un proceso de reeducación que comenzaba por un cambio de nombre, procedimiento que tenía una enorme importancia cultural y religiosa.
Daniel proviene del hebreo Daniyyel, que significa «Justicia de Dios».
Bel-sharra-usur significa en acadio «Bēl -o sea Baal- ha protegido al reino»; y se suele transcribir como Balthazar, Belshazzar, Belsatzar o Beltsasar.
Continuando con la historia, Daniel le reveló a Nabucodonosor II que Dios le enviaba una severa advertencia para que reconociera que su poder no era obra propia sino, tal como había anticipado Jeremías –y Nabucodonosor II conocía esas profecías y hasta le ofreció a Jeremías vivir en Babilonia-, una gracia de Jehová.
Por lo tanto, Dios le estaba pidiendo al monarca que recuperase la memoria y cesara en su vanagloria. Nabucodonosor II debía abandonar su soberbia, que es puerta de la maldad. De lo contrario sería condenado a pasar siete años viviendo como una bestia salvaje, justo él tan orgulloso de su urbanismo.
Nabucodonosor no consideró la advertencia y le ocurrió el castigo. Pasado el período preestablecido, él reconoció a Jehová como el único Dios. Sin embargo, esto no es lo más curioso de la historia.
El mensaje profundo
Hay un dato relevante: en varias ocasiones, el libro de Daniel da testimonio de que Dios se comunicaba con Nabucodonosor II.
No importaba que el emperador fuese malvado, asesino, saqueador, etc. Dios lo consideraba un instrumento suyo.
Nabucodonosor II no integraba el ‘pueblo elegido‘, probablemente ni siquiera estaba circuncidado -una condición indispensable en Israel desde los días de Moisés– y hasta había arrasado el templo que levantó Salomón, pero para Jehová nada de todo eso ni menguaba ni impugnaba la elección del caldeo como colaborador.
Es más: Jehová estaba dispuesto a invertir tiempo y esfuerzo en intentar reeducar a Nabucodonosor II, pero antes le enviaba una oportunidad, tal como había hecho tantas veces con Israel. Todo un mensaje para quienes se declaran ‘iglesias verdaderas’. No hay derechos exclusivos. No hay élites privilegiadas. Ni malvados que no puedan redimirse. Nadie puede cerrar las puertas del Cielo a nadie.
Además, existen otros datos a tener en cuenta en esta historia del feroz emperador caldeo.
Si nadie debería descartar a nadie, nadie puede especular conque alguien -otra persona o uno mismo- se alejó ‘demasiado’ de Él. Prohibido renunciar a la redención, ni siquiera en el peor momento.
Y resulta necesaria una lectura precisa de Daniel 4:27:
“Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.”
Dios, a través de Daniel, no le pidió a Nabucodonosor II que guardara el sábado. Tampoco los otros nueve Mandamientos ni las reglas ceremoniales de Levítico. No le reclamó que cumpliera con una alimentación saludable. Ni que ofrendara el diezmo o depositara alguna ofrenda especial ni que estudiara las profecías.
Dios sólo le exigió al emperador misericordia para con los oprimidos.
La Biblia en su versión Reina Valera 2015 lo traduce como un pedido de “obras de misericordia para con los pobres”.
Dios reclama y reivindica la Justicia Social. Ama a tu prójimo como a tí mismo, predicó Jesús siglos después. El resto es secundario. Y Nabucodonosor no fue castigado por violar las reglas del ceremonial y de la moral ni levantar templos a su panteón de deidades sino por negarse a atender las necesidades de los que más necesitan. El resto es accesorio.
Sin duda, la experiencia del rey caldeo es poderosa y ayuda a revisar la idea del Plan de Dios para cada humano.
Existe una notable coincidencia entre el reclamo a Nabucodonosor y el reproche de Dios a Israel, expresado por el primero de los profetas menores, Oseas (en hebreo Hôšēă, ‘la salvación es Yahvéh’), sucesor de Isaías y predecesor de Amós:
Quiero que demuestren amor,
OSEAS 6:6-7
no que ofrezcan sacrificios.
Más que ofrendas quemadas,
quiero que me conozcan.
Pero igual que Adán, ustedes rompieron mi pacto
y traicionaron mi confianza.
El concepto lo reivindicó Jesús siglos después:
Más tarde, Mateo invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena en su casa, junto con muchos cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama.
MATEO 9:10-13
Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a los discípulos: «¿Por qué su maestro come con semejante escoria?».
Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí».
Luego añadió: «Ahora vayan y aprendan el significado de la siguiente Escritura: “Quiero que tengan compasión, no que ofrezcan sacrificios”. Pues no he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores».