La Conferencia Episcopal de Estados Unidos (Usccb) decidió examinar el dilema acerca de la despenalización del aborto que defiende el Partido Demócrata que lleva a la Casa Blanca a Joe Biden, y la realidad de que se trata del 2do. Presidente católico en la historia estadounidense, después de John F. Kennedy.
Un grupo influyente de cardenales católicos apostólicos romanos se manifiesta simpatizante de las posiciones anti aborto de Donald Trump, y tiene un enfoque crítico de Biden pese a que el papa Francisco lo ha saludado y expresado su simpatía.
No es casual que desde la Iglesia Católica estadounidense hayan surgido algunos de los críticos mayores del pontificado de Francisco.
Al frente de la comisión que estudia el ‘caso Biden’ fue designado el arzobispo de Detroit (Michigan), Allen Vigneron.
En octubre 2019, Robert Morey, sacerdote de la Iglesia Católica Saint Anthony, en Florence, Carolina del Sur, le negó la Eucaristía a Biden, a causa del aborto. El entonces candidato a Presidente había asistido a la misa dominical como creyente.
El debate
Biden es un católico practicante, que a menudo habla de su fe como motivación para su servicio público.
Él está personalmente en contra del aborto, pero no cree que el Estado deba prohibirlo.
El 07/11/2020, el arzobispo de Los Ángeles, José Horacio Gómez, presidente de la Usccb, difundió un comunicado de felicitación a Biden: “El pueblo estadounidense ha hablado. Ahora es el momento de que nuestros líderes se vuelvan a conectar en un espíritu de unidad nacional y se comprometan en el diálogo y el compromiso por el bien común”.
“El Presidente electo nos dio motivos para pensar que apoyará buenas políticas”, por ejemplo sobre migración, clima, justicia social. y racial. Al mismo tiempo, sin embargo, defiende posiciones que “socavan nuestra prioridad primordial de eliminar el aborto”, afirmó Gómez en su comunicado.
Los obispos más conservadores y simpatizantes de Trump, desautorizaron a Gómez. Fue el caso de Joseph Strickland, de Tyler, diócesis de Texas: “Agradezco el reconocimiento de Gómez de que las políticas propuestas por Biden difieren significativamente de las enseñanzas católicas. Sigue siendo problemático que la Usccb trate las elecciones como si estuvieran certificadas, cuando no lo están, y siguen siendo una fuente de división”.
Strickland hizo foco en que para él no había un resultado definido en el Colegio Electoral estadounidense, Donald Trump no había reconocido aún su derrota y los estados aún estaban contando sufragios.
Todo esto era cierto pero también que Biden ya había ganado.
El día 12/11, Francisco llamó a Biden, y fue uno de los primeros líderes mundiales en comunicarse, para bendecirlo y prometerle trabajar juntos.
En los días previos al comicio, el Papa le negó una audiencia al secretario de Estado, Mike Pompeo, durante una visita a Roma.
Antecedentes
Entonces, la Conferencia Episcopal celebró su reunión anual en forma digital y surgió el dilema.
Los católicos estadounidenses están divididos: según el instituto Norc, de la Universidad de Chicago, el 50% votó por Trump y el 49% por Biden.
Si esto es correcto, los católicos definieron la victoria de Biden, porque en 2016, en el universo de los católicos, Donald Trump había vencido a Hillary Clinton por 8 puntos pero ahora apenas por 1 punto porcentual.
Un problema no menor es que la división en el Episcopado, afecta la relación de Biden con el Vaticano, donde el papa Francisco sí tiene muchas expectativas considerando que ya se conoce desde antes con Biden.
Entonces, se desonoce hasta dónde algunos obispos estadounidenses se oponen a Biden o su crítica es una forma de conspirar contra Francisco.
La piedra en el zapato
Theodore Edgar McCarrick es un excardenal estadounidense que fue arzobispo de Washington DC entre 2001 y 2006.
McCarrick fue conocido como un extraordinario recaudador de fondos, conectado con políticos prominentes, uno de los obispos más defensor de los católicos activos en causas de justicia social.
Él se retiró en 2006, a los 75 años, pero luego mantuvo labores diplomáticas tanto en nombre del Vaticano como del Departamento de Estado de USA.
Pero un día todo explotó: McCarrick estaba involucrado en una cantidad de relaciones sexuales con seminaristas adultos varones durante décadas.
Peor aún: el papa Juan Pablo II había conocido, entre 1994 y 2008, múltiples informes sobre las inclinaciones sexuales de McCarrick y las denuncias de abuso sexual contra menores de edad varones pero como era un gran recaudador de fondos, se decidió que nada cambiara.
Recién el papa Francisco, en junio de 2018, borró a McCarrick del ministerio público. En julio de 2018, The New York Times publicó una historia detallando el patrón de abuso sexual de seminaristas y menores de sexo masculino que había practicado el promiscuo McCarrick y la falta de acción de la jerarquía eclesiástica, algo que indignó a los católicos fieles en USA.
El papa Francisco aceptó la renuncia de McCarrick al Colegio de Cardenales, en febrero de 2019 lo expulsó del sacerdocio y existe un enorme debate interno entre los católicos sobre la realidad de la infabilidad papal y sobre la inconveniencia de la apresurada santificación de Karol Wojtyla, Juan Pablo II: de Marcial Maciel Degollado a Thedore McCarrick.
En ese contexto se reunieron los dignatarios católicos estadounidenses… pero ellos hablaron de Biden y no de McCarrick, cuando acababan de recibir un informe detallado de todo lo que sucedió con el excardenal.
Críticas
Thomas Reese, en Religion News, lo escribió así:
“La discusión del informe del Vaticano sobre el excardenal Theodore McCarrick por parte de los obispos estadounidenses en su reunión anual de otoño (N. de la R.: en el Hemisferio Norte, primavera en el Hemisferio Sur) fue triste pero predecible, triste porque los obispos no lograron comunicar que entendían las implicaciones del informe; predecible en el sentido de que algunos obispos defendieron a Juan Pablo II contra la conclusión del informe de que el pontífice compartía la culpabilidad en el caso McCarrick.”
El informe, publicado el 10/11/2020, reconoció que, a pesar de que se sabía que McCarrick se acostaba con seminaristas, fue ascendido a la Arquidiócesis de Washington DC y nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II.
“Habría sido mejor para los obispos reconocer el fracaso del Papa y argumentar que si estuviera vivo hoy, se disculparía por sus errores. En su discusión pública de 45 minutos sobre el informe, seguida de 90 minutos de hablar en privado sobre él, no hicieron ninguna de las ambas cosas.
Los obispos son reacios a criticar el historial de Juan Pablo de nombrar y promover a los obispos porque la mayoría de ellos fueron nombrados de la misma manera por el mismo Papa. Reconocer sus fracasos abriría la posibilidad de que ellos también fueran seleccionados a través de un proceso defectuoso que enfatizaba la lealtad sobre otros factores.
“No puede ser un mal sistema; me eligió”, sería la actitud de la mayoría de los obispos.
Solo el obispo Mark Brennan, de Wheeling-Charleston, sugirió que el proceso debería mejorarse. Propuso dar de 30 a 60 días al final del proceso para que las personas comenten sobre un candidato antes de que finalice su nombramiento. De esa manera, dijo, “podríamos evitar nombrar al episcopado a alguien que no lo mereciera”.
El tono de la reunión fue establecido por el arzobispo Christophe Pierre, el nuncio papal, quien ni siquiera mencionó el nombre de McCarrick en su discurso a los obispos. Lo que los estadounidenses necesitaban escuchar en cambio del representante del Papa era una disculpa por el fracaso de sus predecesores y la jerarquía del Vaticano, quienes no solo no se ocuparon del abuso de McCarrick sino que lo promovieron. (…)”.
Pero sí tuvieron tiempo para abordar qué hacer con Biden.
El mensaje es terrible: a la jerarquía católica apostólica estadounidense le preocupa más el aborto que el sistemático abuso sexual de un cardenal.
Señalando los obsequios de dinero que McCarrick otorgó a clérigos y organizaciones, que han llevado a sospechar que estaba comprando influencia, el obispo Michael Olson, de Fort Worth, pidió que se identificara a los destinatarios.
“Tenemos que rendir cuentas a los fieles por esto, tenemos que responder a sus preguntas”, dijo. Esto es necesario “para la continuidad de nuestra conversión, para la continuación de la purificación de nuestra iglesia y su transparencia“.
El obispo W. Shawn McKnight, de Jefferson City, argumentó que informes como el informe McCarrick deberían ser una cuestión de rutina cuando se hacen acusaciones y no solo cuando son forzadas por la demanda pública. También instó a que los laicos desempeñen un papel más importante, en particular aquellos con habilidades relevantes, en la realización de investigaciones.
Pero lo que marcó el encuentro fue el disenso antes que la unicidad.
Los jesuitas
La revista America es la vocera de la Compañía de Jesús en USA.
Y la Compañía de Jesús acompaña la gestión del papa Francisco, en parte porque él, Jorge Omar Bergoglio, fue jesuita.
Ningún sector de los católicos puede interpretar mejor a Francisco que los jesuitas.
Precisamente desde los jesuitas se formuló un intento de aproximar las partes.
J. Kevin Appleby escribió en la revista América un contenido que es una agenda para los obispos estadounidenses en los días de Biden. Su título es significativo “Los obispos de USA deberían encontrar formas de colaborar con Joe Biden (y no alienarlo)”. Es muy interesante cómo se intenta reubicar el debate y explicarle a los obispos por qué motivo deben apoyar a Biden y cuáles deben ser sus prioridades:
“El presidente electo Joseph R. Biden Jr. será el 2do. líder católico de los Estados Unidos, después de John F. Kennedy hace unos 60 años. Su Presidencia brindará nuevas oportunidades para que el gobierno y la Iglesia trabajen juntos en temas importantes para la enseñanza social católica, incluida la reforma migratoria, la protección de los refugiados, las medidas contra la pobreza, la justicia racial, el cambio climático, el desarrollo internacional y la paz mundial.
Pero el tema del aborto podría inhibir la colaboración en estas otras áreas. Durante su larga carrera en el Senado de los Estados Unidos, Biden fue más moderado en el tema del aborto que muchos otros demócratas. Como candidato presidencial y líder del Partido Demócrata, asumió una posición más inflexible y, como presidente, probablemente permanecerá en el lado opuesto de los obispos estadounidenses en este tema. Será consciente de que el ala izquierda de su partido lo está observando de cerca.
Es casi seguro que Biden seguirá el ejemplo de anteriores presidentes demócratas y revocará la “política de la Ciudad de México”, que prohíbe a USA financiar organizaciones internacionales que pagan por abortos, probablemente durante su 1ra. semana en la Casa Blanca. (…) Y si tiene la oportunidad de nominar jueces para la Corte Suprema, sin duda elegirá jueces que apoyen la decisión ‘Roe v. Wade’ que legalizó el aborto.
Ciertamente, los obispos de Estados Unidos deberían oponerse firmemente a estas políticas (no tomar posiciones sobre los jueces) y apelar al Sr. Biden para que no las implemente. No necesitan lanzar sus golpes políticos a este respecto. Sin embargo, deben tener cuidado de no alienar al Sr. Biden hasta el punto de poner en peligro la cooperación en otros asuntos de importancia para la Iglesia.
No hace falta decir que el uso del sacramento de la Comunión como arma política debe ser fuertemente desaconsejado, sino prohibido, por los obispos. Es contraproducente y coloca al clero en una pendiente moral resbaladiza. Si al Sr. Biden se le niega la Comunión, ¿debería suceder lo mismo con los millones de católicos que votaron por él? Cuestionar públicamente la posición moral del Sr. Biden en la iglesia sería miope e inconsistente con el ejemplo de Jesús en los Evangelios, quien predicó y dio la reconciliación.
El Sr. Biden debería trabajar para encontrar puntos en común con los obispos estadounidenses y, en algunos casos, estar dispuesto a asumir un riesgo político en su nombre.
Biden también debe hacer su parte para trabajar de manera constructiva con los obispos estadounidenses. Como Presidente, debe respetar y considerar las opiniones de todos los ciudadanos estadounidenses, incluidos los católicos. Y como católico, debe respetar los puntos de vista de la jerarquía eclesiástica y no simplemente descartarlos, como hacen algunos políticos. Debería trabajar para encontrar puntos en común con ellos y, en algunos casos, estar dispuesto a asumir un riesgo político en su nombre.
Un área de controversia política en la Administración Obama fue, por supuesto, la libertad religiosa, en particular si las organizaciones sin fines de lucro y otros empleadores podían optar por excluirse, basándose en objeciones religiosas, de proporcionar a los empleados un seguro médico que cubra la anticoncepción y el aborto. A pesar de las recientes sentencias de la Corte Suprema que favorecen el derecho de las organizaciones religiosas en este sentido, este problema podría surgir nuevamente. El Sr. Biden debería trabajar para proteger los derechos de las organizaciones religiosas.
El Sr. Biden también debería trabajar con los obispos para encontrar formas de ayudar a la educación católica, especialmente a las escuelas de los barrios marginales que luchan y que sirven a niños y familias pobres. Como producto de las escuelas católicas, el Sr. Biden debería comprender el valor de una educación católica y cómo puede cambiar la vida de los niños de familias pobres.
También existen motivos para la colaboración con la Iglesia en los programas de redes de seguridad y la política fiscal, incluidos los incentivos para la adopción, la financiación para el cuidado de los niños, la prestación de atención a las mujeres embarazadas y la cobertura de seguro médico ampliada para la atención prenatal y la nutrición. No por casualidad, esta agenda podría ayudar a reducir el número de abortos en los Estados Unidos.
Biden también debe tener en cuenta que no todos los católicos, ni los sacerdotes y obispos católicos, son iguales. Como sin duda ya se ha dado cuenta, un sacerdote podría negarle la Comunión o un obispo lo podría criticar públicamente, pero esto no significa que todos los sacerdotes y obispos tengan la misma opinión. Lejos de ahi.”