Tras numerosas demoras y solicitudes de clemencia aún de la familia de la víctima, Daniel Lewis Lee fue ejecutado el martes 14/07 por la mañana y declarado muerto a las 8:07 a.m, según las agencias de noticias.
Supremacista blanco de 47 años, originario de Yukon (Oklahoma), fue el primer preso federal ejecutado en USA desde 2003. Desde que regresó la pena capital a USA, en 1988, sólo habían ocurrido tres ejecuciones federales.
Lee, condenado en Arkansas en 1999 por asesinar a un comerciante de armas, William Mueller; su esposa, Nancy; y su hija de 8 años, Sarah Powell, fue ejecutado en la Penitenciaría de Terre Haute, Indiana.
Lee insistió en su inocencia y sus últimas palabras fueron: “Yo no lo hice. He cometido muchos errores en mi vida, pero no soy un asesino. Están matando a un hombre inocente”.
Un testigo ocular le dijo al diario ‘Indianapolis Star’ que Lee tardó de dos a tres minutos en fallecer, después que le inyectaron la droga letal.
Lee, junto con un hombre llamado Chevie Kehoe, posible fundador del grupo llamado República Popular Aria, planificaban usar las armas y municiones robadas para establecer una nación sólo de blancos.
Kehoe fue sentenciado a cadena perpetua. Los familiares de los Mueller habían pedido que Lee también fuera condenado a cadena perpetua.
Earlene Peterson, cuya hija y nieta fueron asesinadas por Lee, pidió clemencia al presidente Donald Trump: “Como partidaria del Presidente Trump, rezo para que escuche mi mensaje: no quiero la ejecución programada de Danny Lee por el asesinato de mi hija y mi nieta, traería más dolor a mi familia“.
Sin embargo, el mandatario decidió ignorar su petición.
Otros familiares de las víctimas pidieron postergar la ejecución invocando la pandemia de covid-19, que les impedía viajar para verificar el procedimiento. Alegaron que debían afrontar una «elección imposible» entre su derecho a asistir a la ejecución y el respeto por su salud.
También fue en vano.
La jueza de distrito Tanya Chutkan ordenó suspender la sentencia horas antes para permitir impugnaciones a los protocolos para la inyección letal que se aplicaría en ese caso y a otros tres condenados a muerte por delitos federales.
El Departamento de Justicia apeló inmediatamente la sentencia de Chutkan y la Corte Suprema le dio la razón al Ejecutivo federal.
Un tribunal había verificado con pruebas “abrumadoras” que el protocolo de drogas que el gobierno quería utilizar causaba “dolor extremo y sufrimiento innecesario“, incluida la sensación de pánico y la sensación de ahogamiento al acumularse líquido en los pulmones.
«Revocamos la orden preliminar de la Corte de Distrito y las ejecuciones podrán tener lugar como estaban previstas» destacó la Corte Suprema, anulando 17 años después una decisión anterior de otro tribunal que las aplazaba.
La jueza de distrito Jane Magnus-Stinson ordenó retrasar la ejecución hasta que pudiera demostrar que defendía el derecho de los demandantes a asistir a la ejecución sin arriesgar su salud.
El gobierno apeló y el 7mo. Tribunal de Apelaciones de Circuito anuló la orden de Magnus-Stinson, diciendo que ningún estatuto o regulación federal daba a las víctimas el derecho de asistir a la ejecución.
La ejecución de Lee es una de las cuatro ejecuciones federales previstas para julio y agosto. Los cuatro casos coinciden en que fueron condenados por matar niños.
El reclamo
“Mientras nuestro país se enfrenta a la pandemia de covid- 19, a una crisis económica y al racismo sistémico en el sistema jurídico penal, debemos centrarnos en proteger y preservar la vida, no en llevar a cabo ejecuciones“, declararon más de 1.000 líderes religiosos al pedir por escrito el cese de las ejecuciones de los condenados a muerte.
Entre ellos,
- Krisanne Vaillancourt Murphy, directora ejecutiva de Catholic Mobilizing Network;
- Joseph Kurtz, arzobispo de Louisville;
- William Medley, obispo de Owensboro, Kentucky;
- Oscar Solís, obispo de Salt Lake City;
- Thomas Zinkula, obispo de Davenport, Iowa; y
- Richard Pates, obispo y administrador apostólico de Joliet, Illinois.
El párrafo 2.267 del Catecismo de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que se refiere a la pena de muerte, fue actualizado en 2018 con una declaración del papa Francisco, llamando a la pena de muerte “inadmisible porque es un ataque a la inviolabilidad y dignidad de la persona“.
Monseñor David O’Connell, miembro del Comité de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano de la Conferencia de Obispos Católicos estadounidenses (USCCB, por sus siglas en inglés) y del Subcomité de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano de la USCCB, habló con la web oficial vaticana Vatican News, acerca del pedido de clemencia que no sensibilizó a la Administración Trump.
“Es aberrante para nuestro sentido de respeto por la vida. Esta ejecución federal nos hace renovar nuestra lucha para apreciar toda la vida y buscar el fin de esta atroz matanza de Estado en nuestro país“, dijo.
También la Unión Europea expresó su firme oposición a la reanudación de las ejecuciones federales. El alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, difundió un comunicado instando a la “administración de los Estados Unidos a que reconsidere y no proceda con las ejecuciones federales que se realizaron a partir del 13 de julio” porque “va en contra de la tendencia general en los Estados Unidos y en todo el mundo de abolir la pena de muerte, ya sea por ley o en la práctica“.
Borrell calificó esta pena como “castigo cruel, inhumano y degradante, incompatible con el derecho inalienable a la vida. La pena de muerte no proporciona disuasión efectiva a la conducta delictiva y es irreversible“.
La última ejecución federal había ocurido en 2003.
En 2014, el presidente Barack Obama ordenó una revisión del Departamento de Justicia (DOJ) de la pena de muerte federal después de varias ejecuciones fallidas por inyección letal en estados como Oklahoma y Ohio.
A mediados de 2019, el Fiscal General, William Barr, instruyó a la Oficina de Prisiones para que reanudara la ejecución de los prisioneros federales que transitaban ‘el corredor de la muerte‘.
Hay 62 presos condenados transitando ese ‘corredor‘.
Indiana
Cubierto por llanuras de suelo fértil, Indiana fue el estado 19 entre los 50 que, junto con la capital federal Washington D. C., forman USA.
Las armas se encuentran en su ADN.
El vicepresidente estadounidense, Michael Richard Pence, es de Columbus, Indiana, y fue gobernador. Él se declara “cristiano, conservador y republicano, en ese orden“. También defiende que el calentamiento global “es un mito“. Y es un amigo de la National Rifle Association, la organización no gubernamental que, en nombre de la libertad individual, lidera la tenencia personal de armas de fuego.
Es muy interesante: hay una línea directa entre cristianos conservadores, partidarios de una liberal comercialización de armas, críticos de la defensa del medio ambiente y partidarios de la pena de muerte. Quizás habría que revisar de qué trata ese cristianismo.
El europeo pionero en explorar Indiana fue el francés René Robert Cavelier de La Salle. En 1682, anexó toda la región en torno a los Grandes Lagos (junto con la cuenca hidrográfica del río Misisipi) a la corona francesa.
Pero los franceses se interesaron poco en poblar la región, ya que lo que querían era fundar puestos comerciales para efectuar trueques por pieles con los nativos locales. En 1732, los franceses fundaron Vincennes. Al principio, los nativos comerciaban con los franceses, pero luego eligieron a los británicos, que pagaban más por sus pieles, e incluían armas de fuego como moneda transaccional. A los nativos les atraían las armas de los colonizadores.
En 2020, pese a la cuarentena, prosperó el comercio de armas: la gente estaba preocupada por el futuro y buscó abastecerse.
La legislación de Indiana no requiere revelar la posesión de un arma de fuego al entrar en contacto con las autoridades policiales.
El 09/05/2017, la Corte Suprema de Indiana dictaminó que es violar la 4ta. Enmienda -protección a pesquisas y aprehensiones arbitrarias- la detención de un individuo basándose únicamente en su posesión de un arma de fuego (con el fin de verificar que tiene licencia).
La historia
Es curioso que haya cristianos, que participan de un movimiento religioso que sufrió / sufre la pena de muerte en diversas latitudes y momentos históricos desde el inicio de su Fe, que crean en la pena de muerte como mecanismo de ajuste de cuentas de la sociedad con un delincuente.
Peor aún: mientras líderes cristianos estadounidenses exigen al Departamento de Estado de su país que reclame a autoridades de países africanos y asiáticos por la seguridad de misioneros cristianos en sus territorios, convaliden la pena de muerte en USA.
Según una Encuesta de 2015, de Pew Research Center, en USA la mayoría de los protestantes y católicos blancos simpatiza con la pena de muerte. Ellos lo hacen invocando diversos versículos del Antiguo Testamento.
“La pena de muerte supone que el Estado lleve a cabo exactamente el mismo acto que la ley sanciona más severamente. Prácticamente todo ordenamiento jurídico señala la sanción más severa para el homicidio deliberado y premeditado; pero no hay forma más premeditada ni a sangre fría de dar muerte a un ser humano que mediante una ejecución; y así como no es posible crear un sistema de imposición de la pena de muerte libre de arbitrariedades o errores, tampoco es posible encontrar una manera de ejecutar a una persona que no sea cruel, inhumana o degradante.”
Niceto Blázquez Fernández
Métodos de pena de muerte.
Al escribir en defensa de los cristianos injustamente acusados de crímenes en la Roma del siglo II, el filósofo Anthenagoras de Atenas escribió que los cristianos “No pueden soportar ni siquiera ver a un hombre morir, aunque sea por razones justas”.
Sin embargo, el ateniense Clemente de Alejandría, admirador de Platón, fue el primer autor cristiano que justificó el sistema penal. Para él, la legislación penal tenía como objetivo la reforma del delincuente, sin embargo, si éste era considerado irreformable, se justificaba la pena de muerte como liberación de futuros males para la sociedad.
Pero su discípulo Orígenes afirmó que el rechazo a la violencia como una característica de los cristianos.
Cipriano, obispo de Cartago, en el tratado “Ad Donatum“, consideró la guerra como un homicidio legalizado.
Antes del siglo IV d.C. la postura invariable del cristianismo fue contraria a la pena de muerte y al servicio militar.
A medida que el cristianismo se vinculó en Europa con los poderes del Estado, sus líderes comenzaron a legitimar la pena de muerte durante siglos… hasta su abolición en la década de 1950 a través de la Convención Europea de Derechos Humanos aunque en países como España fue abolida recién por ley orgánica del 27/11/1995 aunque las últimas ejecuciones fueron cinco fusilamientos el 27/09/1975, en las horas finales de Francisco Franco, tan bien ponderado por el Opus Dei.
En el mundo occidental 2020, sólo USA y Bielorrusia mantienen la pena capital por crímenes no cometidos en tiempos de guerra.
Así, USA se asemeja a China y a otras naciones del Medio Oriente, tales como Irán, el Sudeste Asiático y África, a las que cuestiona.
Es muy difícil argumentar acerca del valor disuasivo de la pena capital.
En USA diversos estudios afirman que la pena capital se ejecuta más en afroamericanos que en blancos, lo que suma polémica al debate.
Es cierto que en el Antiguo Testamento, se lee: “El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá”. Éxodo 21:12. El capítulo escrito por Moisés trata acerca de las obligaciones de “trato justo” con los esclavos.
Es muy interesante. Por ejemplo:
“Cualquiera que agreda y mate a otra persona será ejecutado,
pero si solo fue un accidente permitido por Dios, yo designaré un lugar de refugio adonde el responsable de la muerte podrá huir para ponerse a salvo. Sin embargo, si alguien mata a otra persona a propósito, tendrán que agarrar al responsable, aunque esté frente a mi altar, y matarlo.
Cualquiera que golpee a su padre o a su madre será ejecutado.
Todo secuestrador será ejecutado, ya sea que encuentren a la víctima en su poder o que ya la haya vendido como esclavo.
Cualquiera que deshonre a su padre o a su madre será ejecutado.”
Pero siglos después, el discípulo Mateo, ex cobrador de impuestos para los romanos, escribió en su testimonio de su vínculo personal con Jesús que él dijo: “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda”.
Se trata de un fragmento del Sermón del Monte, totalmente disruptivo respecto de las enseñanzas tradicionales:
“Han oído la ley que dice que el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: “Ojo por ojo, y diente por diente”.
Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.
Si te demandan ante el tribunal y te quitan la camisa, dales también tu abrigo.
Si un soldado te exige que lleves su equipo por un kilómetro, llévalo dos.
Dales a los que te pidan y no des la espalda a quienes te pidan prestado.
Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo” y odia a tu enemigo.
Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!
De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual.
Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo.
Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo.
Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto.”
Mateo 5:38-48
En las cuestiones morales, aunque no sólo en lo moral, el Nuevo Testamento resignifica el Antiguo. Al parecer, algunos cristianos lo ignoran u olvidan. De la lectura surge que Jesús estableció un estándar basado en la misericordia y la Justicia de su Padre.
- “Luego añadió: «Ahora vayan y aprendan el significado de la siguiente Escritura: “Quiero que tengan compasión, no que ofrezcan sacrificios”. Pues no he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores».” (Mateo 9: 13).
- “De la misma manera, ¡hay más alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios que por noventa y nueve justos que no se extraviaron!”. (Lucas 15: 7).
- “Luego Pedro se le acercó y preguntó: —Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces? —No siete veces —respondió Jesús—, sino setenta veces siete.” (Mateo 18: 21-22).
Sin embargo, más tarde, el cristianismo comenzó a cambiar. Agustín de Hipona teorizó que no habría contradicción entre la pena de muerte y el 6to. mandamiento “no matarás“.
En la Edad Media, el cristianismo institucional se involucró personalmente en el asesinato de miles de personas acusadas o por brujas o por herejes.
Tomás de Aquino, filósofo del siglo XIII, argumentó que la pena de muerte podría estar justificada para mayor bienestar de la sociedad.
El papa Inocencio III (Lothario dei Conte di Segni) declaró que “el poder secular puede, sin pecado mortal, ejercer juicio de sangre, siempre que el castigo sea empleado con justicia y no por odio, con prudencia y no por precipitación“.
La Iglesia Católica Apostólica Romana estableció la aborrecible Santa Inquisición en 1184 para combatir la herejía de los cátaros o albigenses quienes afirmaban una dualidad creadora (Dios y Satanás) y predicaban la salvación mediante el ascetismo y el estricto rechazo del mundo material. ¿Matar por una supuesta herejía?
Pero, a su vez, los reformadores protestantes apoyaron el derecho del Estado a imponer la pena capital. John Calvin, teólogo y reformador protestante, argumentó que el perdón cristiano no significaba revertir las leyes establecidas. Este concepto es invocado aún hoy por diversos evangélicos estadounidenses.
El llamado puritanismo, sistema de vida, doctrina y moral desarrollado por Juan Calvino en Ginebra (Suiza), cometió la atrocidad de quemar en la hoguera al médico y teólogo español Miguel Servet, autor del libro ‘Christianismi Restitutio’, donde aparece por primera vez una descripción de la circulación pulmonar de la sangre.
En 1969 Pablo VI derogó la disposición del Tratado de Letrán de 1929, entre Italia y la Santa Sede, que establecía la pena capital para la persona que intentara asesinar al Papa.
El Catecismo, publicado en 1992, introdujo cambios pero contempló la aplicación de la pena de muerte “en casos de extrema gravedad”. El criterio se mantuvo en la revisión efectuada cinco años más tarde, en 1997.
La organización no gubernamental Amnesty International, entre muchísimas otras, le reprochó al Vaticano, con fundamento, que la condena unilateral seguía sin producirse.
En agosto de 2018, el papa Francisco se pronunció públicamente contra el castigo de la pena de muerte, al que consideró “inaceptable”, bajo cualquier circunstancia.
No fue una simple declaración, sino un cambio en el Catecismo. Es el concepto vigente. Pero no representa a todos los cristianos. Ni siquiera a todos los católicos.
Según Pew Research Center, hasta 73% de los cristianos evangélicos del mundo está a favor de la pena de muerte y 43% de los católicos considera que es una opción para hacer prevalecer la ley.
Por supuesto que esto sucede en un mundo curioso, en el que por ejemplo, cambiar de religión se castiga con la pena de muerte en países como Mauritania, Nigeria, Sudán, Somalia, Maldivas, Malasia, Arabia Saudita, Yemen, Catar, Irán, Afganistán y Pakistán.
Quien se encuentre libre de culpa, que arroje la primera piedra.