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Cristianos en la política: ¿Sí o No?

jueves 30/05/2019

En 2018, las iglesias evangélicas confirmaron su rol de nuevos actores políticos en América Latina: un diputado evangélico, Fabricio Alvarado,…

El Gran Peligro: El éxito en la política involucra transigencias, la exaltación personal, el ocultar debilidades y el juego de papeles partidarios.
El Gran Peligro: El éxito en la política involucra transigencias, la exaltación personal, el ocultar debilidades y el juego de papeles partidarios.

En 2018, las iglesias evangélicas confirmaron su rol de nuevos actores políticos en América Latina: un diputado evangélico, Fabricio Alvarado, ganó sorpresivamente la 1ra. vuelta electoral en Costa Rica con un discurso religioso y moral, consiguiendo 25% del Poder Legislativo costarricense; un candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, ganó las elecciones en México con el apoyo del evangélico Partido Encuentro Social (PES), y se comprometió a crear una “Constitución moral”; y Jair Messias Bolsonaro ganó las elecciones en Brasil con el apoyo oficial de grandes iglesias pentecostales y neopentecostales.

Para muchos, esta descripción es una respuesta al interrogante: ¿Cuál es la relación posible entre el cristiano y la política?

En el catolicismo nunca existió semejante dilema.

Pero entre otros cultos cristianos a menudo se tomaron como referencia los textos de Romanos 13:1–7, y 1 Pedro 2:13–17, que advierten no rebelarse contra las autoridades establecidas. Tanto Pablo como Pedro exhortan a la sumisión aún en un gobierno autocrático como el del Imperio Romano, porque el foco debía estar puesto en la tarea de predicar el Evangelio para que regresara Jesús.

Sin embargo, en tiempos posteriores también aparecieron otras necesidades vinculadas a lo coyuntural, y faltaron las respuestas unánimes.

Desde el cristianismo no denominacional agrupado en los Ministerios Got Question, se preguntó: ¿Cómo debe ver la política un cristiano?

Una respuesta:

“(…) Dios quien “quita reyes y pone reyes” (Daniel 2:21), porque “el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da.” (Daniel 4:17). Una clara comprensión de esta verdad, nos ayudará a ver que la política es meramente un método que Dios usa para llevar a cabo Su voluntad. Aunque hombres perversos abusen de su poder político, utilizándolo para el mal, Dios lo usa para bien, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28).

En segundo lugar, debemos estar conscientes del hecho de que nuestro gobierno no puede salvarnos. ¡Solo Dios lo puede hacer! Nunca leemos en el Nuevo Testamento, que Jesús, o cualquiera de los apóstoles invirtiera ni tiempo ni energía enseñando a los creyentes cómo reformar al mundo pagano de su idolatría, inmoralidad y prácticas corruptas por medio del gobierno. Los apóstoles jamás instaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para protestar contra las injustas leyes o los regímenes brutales del Imperio Romano. En cambio, los apóstoles les ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como a nosotros hoy, proclamar el Evangelio y vivir vidas que den una clara evidencia del poder transformador del Evangelio.

El objetivo de la iglesia, de acuerdo al propósito de Dios, no se encuentra en el activismo político. En ninguna parte de la Escritura se nos ordena invertir nuestra energía, nuestro tiempo, o nuestro dinero en los asuntos gubernamentales. Nuestra misión radica, no en cambiar a la nación a través de reformas políticas, sino en cambiar los corazones a través de la Palabra de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo puede de alguna manera ser aliada de la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. (…)”.

Obviamente, no es la única opinión al respecto.

cristianos en politica
Hay alguna bibliografía disponible. En el mercado digital Mercado Libre aparece
a la venta el siguiente ensayo.

El deber de estar informados

En Puerto Rico, el pastor William Hernández Ortiz tiene una columna permanente en el diario El Nuevo Día, donde también abordó el vínculo entre cristiano y política. Aquí un fragmento de su reflexión:

“(…) La relación entre la política y el cristianismo ha sido una fuente frecuente de desacuerdos a través de la historia del cristianismo. Ha habido muchos pensamientos relacionados con la forma de concebir la relación entre el cristianismo y la política, prevaleciendo los que creen que el cristianismo debe tener poco interés o participación en la política o el gobierno. Una cosa no debemos perder de perspectiva, y es que los tiempos cambian y con el tiempo también la cultura. Esto conlleva la responsabilidad de interactuar en la forma más efectiva para el bienestar de nuestros semejantes y el legado a futuras generaciones.

Quisiera recomendarles cuatro cosas que debemos hacer:

** Primero, un mandato bíblico, el deber de siempre orar. Especialmente en favor de los que ocupan cargos públicos. Las oraciones de los fieles son más efectivas que cualquier gestión intelectual, por más elaborada que sea.

** Lo segundo, no podemos ignorar el deber de votar. Los cristianos debiéramos votar, aun cuando a veces tengamos que hacerlo escogiendo entre el menor de dos males.

** También es sumamente importante el deber de estar educados e informados. Los cristianos necesitamos estar educados con respecto a los problemas que afectan la vida presente y futura de nuestro país.

** Y finalmente, tenemos el deber de aspirar a puestos públicos. El ocupar puestos gubernamentales como creyentes beneficia al pueblo cuando mantenemos firmes nuestras convicciones. No existe nada malo en aspirar a sentarnos y ser parte de la estructura gubernamental de un país. (…)”.

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La polémica subsiste y es muy válida.

El doble nacimiento

Rubén Dri, profesor titular de la Cátedra de Sociología de la Religión en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, profesor titular en el Doctorado de la misma Facultad, y fue el director de los 9 números que publicó Diaporías, revista de Filosofía y Ciencias Sociales, escribió:

“(…) con el emperador Constantino, a principios del siglo IV (Edicto de Milán en el 312) y Teodosio a fines de dicho siglo (Edicto de Tesalónica, 380) el proyecto político-religioso que con Pablo había sido a favor del dominado, se cambia a favor del dominador. Es el proyecto del imperio cristiano. Del siglo IV al VIII, los ocho concilios ecuménicos, así reconocidos por la Iglesia, fueron todos convocados por el emperador de turno.

Del siglo I, en el que tuvieron lugar tanto la narración de las tentaciones de Jesús como el accionar de Pablo, hemos pasado al siglo IV. Son los momentos de lo que podríamos denominar el doble nacimiento del cristianismo, el de las asambleas o ekklesíai cristianas y el de la Iglesia, la institución, sede del poder religioso en alianza y competencia con el poder político.

De esa manera, por una parte aparece con claridad que el surgimiento del cristianismo se da entrelazado con el accionar político y, por otra, que hay una diferencia fundamental en el sujeto en quien reside dicho accionar.

** ¿Puede ser diferente?
** ¿Se ha dado alguna vez, en alguna cultura, una completa escisión entre lo político y lo religioso?
** ¿Se han dado experiencias religiosas puras, sin entrelazamiento con lo político?

No, eso nunca se ha dado por la sencilla razón de que no puede darse. Tanto lo religioso como lo político, son momentos de la totalidad social. La sociedad es un todo en el que lo económico, lo político y lo religioso constituyen momentos esenciales. Entre ambos momentos hay mediaciones. No hay un paso directo de un momento al otro. Ni lo político es directamente o inmediatamente religioso, ni éste es inmediatamente aquél, pero la co-implicación es inevitable. (…)”.

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El emperador Teodosio I el Grande promulgó el edicto de Constantinopla, con el que prohibía totalmente el paganismo.

El denario

Es muy interesante el abordaje de Dri de un texto bíblico tradicional para introducir todo debate entre cristianismo y política: la parábola de la moneda del César.

“(…) Hay un texto en las narraciones evangélicas que parece contradecir entre entrelazamiento y mutua implicancia de lo religioso y lo político. Es el texto en el que parece que Jesús escinde claramente lo religioso de lo político cuando se le pregunta sobre la licitud de pagar el tributo a Roma:

Envían a Jesús a algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo sorprendieran -agréusosin- en alguna palabra. Y vienen y le dicen: ‘Maestro, sabemos que eres hombre veraz y no te cuidas de nadie, porque no moras a la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios: ¿es lícito dar tributo al César o no? ¿Daremos (pagaremos) o no daremos?’.

Pero él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me tientan? Tráiganme un denario para que lo vea’.

Ellos lo trajeron. Entonces les dice: ‘¿De quién es esta imagen -eikón- y la inscripción?’. Ellos le dijeron: ‘Del César’.

Jesús les dijo entonces: ‘Lo del César devuélvanlo -apódote- al César, y lo de Dios, a Dios’. Y se maravillaban de él.” (Marcos 12:13-17).

El contexto en el que se inserta este pasaje es el de las disputas ideológico-políticas entre Jesús y los dirigentes del pueblo judío, sacerdotes, escribas, herodianos y saduceos, que tienen lugar luego de la “entrada” de Jesús a Jerusalén al frente de una verdadera multitud. Dichos dirigentes tratan de poner en aprieto a Jesús para enemistarlo ya sea con el imperio romano,
ya con el pueblo.

En ese contexto, el pago del tributo era un tema fundamental. Los que le plantean a Jesús el problema-trampa son los fariseos y los herodianos, los mismos que al inicio de la actividad de Jesús se confabulan para “eliminarlo” -apolésosin- (Marcos 3:6).

Es evidente que Jesús no puede responder directamente, jugándose por una de las alternativas que le presenta la pregunta, porque si se decide por la afirmativa, se enemista con el pueblo, pierde su autoridad. Si lo hace por la negativa, cae en manos del poder imperial. Es por ello que Jesús, mostrando su cintura política, como ya lo había hecho en otros pasajes de la disputa, no da una respuesta directa. La mediatiza con la mostración del denario, la moneda con la que se debía efectivizar el pago.

Jesús, consciente de la hipocresía de la pregunta, se hace traer el denario porque quiere trabajar sobre la moneda y, como si no conociese la imagen del emperador, pregunta de quién es la imagen y la inscripción.

Jesús juega con la respuesta de sus adversarios. La toma al pie de la letra, dándole el sentido contrario que tenía para los que preguntaban.

Éstos responden que tanto la imagen como la inscripción son del César, por lo cual, les dice Jesús que hay que devolvérsela al César. Esa moneda no tiene nada que hacer allí. En el denario estaba la inscripción:

Ti (berius) Caesar Divi Aug(usti) F(ilius) Augustus,
o sea, “Tiberio Augusto, César, hijo del divino Augusto”.

“Devuélvanlo al César”. El verbo utilizado es apodídomi, compuesto por la preposición apó y el verbo dídomi, en imperativo apódote. El verbo simple significa “dar”, y con la preposición “dar de vuelta”, “devolver”.

Jesús no ha caído en la trampa. No lo pueden acusar frente al imperio porque no ha hecho otra cosa que darles la razón a los interlocutores. Son ellos quienes han dicho que esa moneda era del César.

Pero además Jesús agrega: “y lo de Dios, a Dios”, o sea, de la misma manera hay que devolver a Dios lo suyo.

¿Qué es lo de Dios que es necesario devolvérselo porque se lo han quitado? (…)

Devolver a Dios el pueblo significa practicar la justicia, volver a la sociedad basada en el don o la solidaridad, como siempre lo predicaron los grandes profetas, Amós, Oseas, Miqueas. El pueblo es de Dios, pero de Dios-en-el-pueblo. Es el Reino de Dios, contrapuesto al Reino del César.

No hay, en consecuencia, ningún asidero para la pretendida separación entre la religión y la política. (…)”.

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Denario de plata romano: “Devuélvanlo al César”. El verbo utilizado es apodídomi, compuesto por la preposición apó y el verbo dídomi.

El caso Brasil

La Iglesia Católica Apostólica Romana quedó muy impresionada por el proceso electoral de 2018 en Brasil. Una candidata presidencial, Marina Silva, es evangélica, de las canteras del pentecostalismo. Y el ganador, hoy Presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, es un excatólico, luego rebautizado por el pastor Everaldo Días Pereira, miembro de las Asambleas de Dios y presidente del Partido Social Cristiano, por el que fue candidato a la Presidencia de la República en 2014.

Esto sucede en un país estratégico para el catolicismo, donde tiene la mayor cantidad de fieles pero también donde 10 millones de brasileños han dejado el catolicismo desde 2014.

El sociólogo y educador peruano José Luis Pérez Guadalupe, exministro del Interior durante el gobierno de Ollanta Humala fue apoyado por la Fundación Konrad Adenauer, de la católica Unión Demócrata Cristiana de Alemania, para estudiar el ingreso de los evangélicos a la política en Latinoamérica en general, y en Brasil en particular.

Según Pérez Guadalupe, “en las dos últimas décadas los evangélicos pasaron de ser marginados sociales a ser protagonistas políticos, de la ‘huida del mundo’ a la ‘conquista del mundo’, de preguntarse si participan en política a preguntarse cómo deben participar, de guiarse por la consigna “el hermano no se contamina en política”, a “el hermano vota por el hermano”, del premilenarismo celestial al postmilenarismo contemporizador con el mundo, del modelo ‘misionero-protestante-extranjero’ al modelo ‘pastor-evangélico-nacional’.”

De acuerdo a Vatican Insider, suplemento cotidiano del diario italiano La Stampa, Pérez Guadalupe trabaja en un proyecto de investigación titulado “Los evangélicos y el poder político en Brasil”.

Las iglesias evangélicas en Brasil iniciaron su participación política en 1985 cuando la Asamblea de Iglesias Pentecostales decidió presentar candidatos a la elección de convencionales constituyentes en 1986, pasando de 12 representantes (la mayoría bautistas) a 32 (la mayoría pentecostales). Desde entonces es convencional que las iglesias evangélicas incursionen en política: hay candidatos evangélicos en todas las listas de los partidos políticos. En los comicios de 2018 hubo candidatos evangélicos de 26 denominaciones en 22 agrupaciones políticas diferentes.

En la política brasilera existe la “facción evangélica”, un concepto que permite presentar candidatos en casi todos los partidos políticos existentes, o dentro de partidos políticos confesionales (Partido Republicano Brasileño, Partido Social Cristiano, etc.), y hasta conforman una bancada parlamentaria.

Y se desarrolló como práctica habitual el ‘modelo corporativo de participación electoral’, con “candidaturas oficiales” dentro de las denominaciones pentecostales, evitando así la dispersión del voto de los feligreses.

Estudiando el proceso electoral de 2014, resulta que los evangélicos eran el 25% de la población brasilera y sólo pudieron conseguir el 13% en las elecciones federales, el 7% en las estaduales y el 4% en el Senado. Pero en las elecciones de 2018, ya 32% de la población, consiguieron 82 diputados, el 16% de los 513, en base a una anti-“ideología de género” o “agenda moral”, próvida y profamilia.

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Bautismo evangélico de Jair Messias Bolsonaro.

Concilio Vaticano II

El educador católico chileno José Johnson Mardones redactó un documento titulado “Los cristianos y su compromiso político”, en el apoya con fervor la participación. Aquí un fragmento:

“(…) Si comprendemos la Encarnación realmente, comprenderemos que no es sólo dogma o misterio, sino práctica. El cristiano, a imitación del Maestro, debe encarnarse en el mundo, en su circunstancia, en medio de los pobres y oprimidos de nuestra época, luchando por su liberación y dignidad.

La encarnación es camino, no teoría. Al encarnarse Jesús mostró la falsedad de la separación entre sagrado y profano, divino y humano, historia humana e historia sagrada, acción social o política y consecuencia religiosa. La práctica cristiana debe también, encarnarse, y encarnarse para liberar, para resucitar.

Resultan ilustrativas las palabras del pontífice Pablo VI:

“No se salva el mundo desde fuera. Es necesario, como el Verbo de Dios que se ha hecho hombre, hacerse una misma cosa, en cierta medida, con las formas de vida de aquellos a quienes se quiere llevar el mensaje de Cristo”.

(…) La mirada a la historia humana, y a la política dentro de ella, fue tratada por el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. En este texto se manifiesta que “El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo1”, es decir, el ser cristiano implica el preocuparse porque el mundo y la sociedad se ordenen hacia el bien común. La indiferencia política o social es opuesta al Evangelio de Cristo.

(…) Con todo, la acción política de los cristianos no debe ser ingenua. Ningún sistema logrará la plena felicidad de los seres humanos y tampoco existe el sistema perfecto. Por ello, una visión crítica del mundo político y social, de la economía y el trabajo, evitará las distorsiones y males mayores. El reino de Dios va siempre más allá de la historia, pero no sin ella. Es por ello que el Concilio llama a una participación crítica al señalar: “Aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios (…) El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección”.

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Apertura del Concilio Vaticano II, un cambio radical en la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Buscando un gris, entre el blanco y el negro

Un texto interesante acerca de política y cristianismo -aunque provocó mucha polémica entre sus allegados, lo elaboró en 1997 el por entonces ya retirado pastor Bert B. Beach, quien se había desempeñado como director de Libertad Religiosa y de Relaciones públicas en la Asociación General de los Adventistas del 7mo. Día (debe recordarse que en la Administración Trump, el secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano es, a título personal, el neurocirujano adventista Ben Carson, ex precandidato presidencial republicano):

“(…) Algunos adventistas creen que la iglesia no tiene ningún papel político que desempeñar, y que el papel del cristiano, como individuo, es insignificante. Esta idea está fundada en el concepto de que el reino de Cristo no es de este mundo. Otros adventistas insisten que tanto los individuos como la iglesia tienen responsabilidades sociopolíticas indiscutibles para mejorar las condiciones de vida. Algunos cristianos van varios pasos más allá alegando que la tarea más grande del cristianismo es trabajar para lograr un orden político cristiano que conduzca al establecimiento del reino de Dios en la tierra. Entre estas dos tendencias extremas existe una gran gama de variaciones.

#El ejemplo de Cristo

Solamente en muy raras ocasiones Jesús hizo referencia al tipo de sociedad política a la cual debían aspirar él y sus discípulos. El no asumió la posición de ser un reformador o defensor sociopolítico. Tampoco enunció ninguna plataforma política. Las tentaciones en el desierto tenían una clara dimensión política y él las resistió. A pesar de que tuvo más de una oportunidad para asumir el mando del pueblo aprovechando situaciones en que se podría dar un golpe de Estado (por ejemplo, la alimentación de la multitud y la entrada triunfal a Jerusalén), no escogió esa opción.

Al mismo tiempo, las enseñanzas de Jesús pueden conducir a un significativo acontecimiento sociopolítico cuando son vividas por la comunidad cristiana. El les ofreció buenas nuevas a los pobres, libertad a los oprimidos y “vida en abundancia” (Juan 10:10). Por lo tanto, los adventistas contemporáneos, al seguir el ejemplo de los cristianos a través de los siglos, deben reconocer que pesa sobre sus hombros cierta responsabilidad social. Los pioneros predicaban no solamente el evangelio de la salvación personal, sino que también estaban interesados en los alcohólicos, los esclavos, las mujeres oprimidas y en las necesidades educacionales de los niños y los jóvenes.

#La Biblia y la responsabilidad sociopolítica

La responsabilidad sociopolítica del cristiano está basada en dos fundamentos bíblicos.

Primero, la doctrina de la creación. Dios creó ex nihilo un universo y nos estableció como mayordomos gobernantes de este mundo. La mayordomía incluye responsabilidad y obligación de responder por medio del dominio sobre la jurisdicción que le ha sido asignada.

Segundo, la doctrina de la humanidad. Los seres humanos han sido creados a la imagen de Dios. Los parámetros de la responsabilidad humana con respecto al servicio descansan dentro de este concepto bíblico de la naturaleza humana. El punto de vista cristiano es que los hombres y mujeres no son una resaca que flota en el mar de la vida, sino personas con un papel responsable que desempeñar y con un futuro brillante. Este potencial humano ofrece propósito, dirección y optimismo a los cristianos que sirven a otros en el ambiente comunal.

Por lo tanto, el cristianismo no es una religión de un individualismo insular o de una introversión aislante, sino que es una religión de comunidad. Los dones y las virtudes cristianas conllevan implicaciones sociales. La dedicación a Jesucristo significa dedicación a todos los hijos de Dios, lo cual engendra la responsabilidad por el bienestar de otros.

#El dilema de la doble ciudadanía

Los cristianos sinceros afrontan el dilema de la doble ciudadanía. Por un lado, pertenecen al reino de Dios y por otro, a su país de ciudadanía. Son parte de la “nueva humanidad” y viven en medio de la “vieja humanidad”. ¿Existe aquí un conflicto inherente? ¿Debe la juventud adventista escoger una ciudadanía y renunciar a la otra? No cabe duda de que en algunas ocasiones puede haber un conflicto cuando las demandas o deberes de una ciudadanía chocan con los de la otra. En tales casos la Escritura es clara: “Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).

Sin embargo, el reino de Dios no está aislado del mundo presente; “entre vosotros está” (Lucas 17:21). En otras palabras, el reino de Dios es una esfera, una dedicación, una actitud y una manera de vida y pensamiento que se infiltra en la totalidad de nuestra existencia y da especial significado a nuestra ciudadanía nacional. Es la soberanía de Dios que invade la vida humana.

#El “no hacer nada” es una acción política

El orden político de la sociedad es la provisión providencial de Dios para la humanidad caída. Dios no le pide a la “gente buena” de la sociedad que se mantenga fuera del proceso gubernamental y se aleje del control socio-político y económico, dejándolo en manos de los “malhechores”. Los cristianos deben ser la sal y la luz de un mundo social y por lo tanto no pueden optar sencillamente por salirse del proceso político. En realidad, una abdicación tal sería en sí una acción política que abre el camino para el control político por aquellos que apoyan algo menos que los valores cristianos. El “no hacer nada” es una receta segura para que el pecado llegue a ser el amo.

(…) Habiendo subrayado las responsabilidades y privilegios del ciudadano, se hace necesario dar una advertencia contra el peligro de la politización tanto de los individuos como de la iglesia. Los adventistas, al igual que otros cristianos, corren el peligro de ser engañados por César. El éxito en la política involucra transigencias, la exaltación personal, el ocultar debilidades y el juego de papeles partidarios. A veces, se vuelve necesario aceptar un curso de acción que no se corresponde con las mejores convicciones morales del individuo. La política es un jefe exigente y puede convertirse en algo totalmente absorbente. Los políticos cristianos caminan sobre una cuerda floja. Deben evitar contaminarse por la característica irónica y totalmente absorbente del activismo político que puede degradar sus esfuerzos a tal punto que podría parecer que no hay un Dios involucrado en los asuntos del hombre.

Hay un creciente aumento del peligro de politización dentro de las iglesias. Esto no solamente ha conducido a la participación de la iglesia en actividades políticas, sino también a la interpretación de la fe cristiana y del evangelio en términos de valores políticos. En muchas iglesias el interés parece haberse desviado de la moralidad individual a la moralidad social. El resultado ha sido que en ciertos segmentos de la iglesia se ha permitido que las ideas seculares sirvan para modelar los valores cristianos de manera que hay muy poca diferencia entre lo secular y lo sagrado. Es triste ver que por lo general, a menudo las actitudes cristianas son las mismas que las de la sociedad en general. (…)”.

"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres."

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