“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor,
VICTOR FRANKL
siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.”
La esperanza es el sentido de la vida, la energía que moviliza a una persona hacia su meta y la habilidad de poder ser mejor. Sin embargo, a causa de su propiedad abstracta, puede definirse de distintas formas de acuerdo al enfoque. La esperanza tiene un abanico de definiciones.
Para la Real Academia Española, la esperanza es un «estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea».
En la Biblia, se menciona a Dios como origen de la esperanza:
“Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo.”
ROMANOS 15:13
Es un concepto diferente a la pedagogía de la esperanza, que el educador Paulo Freire explica como una necesidad ontológica, lo que nos mueve, lo que nos marca una dirección.
Etc. etc. etc.
El doctor en Psicología, Mario Pereyra, autor de ocho libros relacionados a la temática, la describe como “una disposición prospectiva, ya que implica mirar hacia adelante en una espera activa”. Su condición multidimensional, liga la esperanza con aspectos afectivos, cognitivos, conductuales y de valores.
¿Cómo funciona la esperanza?
El filósofo francés Gabriel Marcel , padre del llamado ‘existencialismo cristiano‘, dijo que la esperanza es la apertura hacia el futuro. En este sentido, se contrapone a la mera ilusión, porque espera lo posible y lo realista. Pereyra agrega que “la ilusión es peligrosa porque puede llevar a una persona a pensar que todo es fácil y posible, y de ese modo es más probable el fracaso”.
De la misma manera que actúan todos los mecanismos de pensamiento, la esperanza se funda en determinadas creencias, algunas que la alimentan y otras que la debilitan. Creer en la posibilidad de un futuro mejor que el pasado y el presente, es el primer eslabón de una cadena saludable de creencias.
Asimismo, considerar que aquella posibilidad puede alcanzarse, ser flexibles en creer que hay más de un camino por el cual se arriba, y aceptar que ninguno está libre de obstáculos, son vías nutritivas para la esperanza.
Sin embargo, en un análisis más exhaustivo, se puede vislumbrar en la noción, la capacidad de conferir significado a la cotidianeidad e hilar el accionar humano.
Es en este punto que resulta imprescindible desprenderse de una concepción filológica de la esperanza: se trata de la disposición a darle sentido a la vida, sin importar el resultado.
“Tiene que ver con la actitud de coraje, enfrentamiento, y de rebelarse ante la realidad actual. Es creer que hay una solución aunque no se sepa cuál”, en palabras del doctor Pereyra.
En la Biblia, la promesa de la esperanza permea cada historia y cada principio, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En el libro de Oseas, Dios le promete al pueblo de Israel transformar los errores del pasado y el desánimo del presente.
“Le devolveré sus viñedos
OSEAS 2:15
y convertiré el valle de la Aflicción en una puerta de esperanza.
Allí se me entregará
como lo hizo hace mucho tiempo cuando era joven,
cuando la liberé de su esclavitud en Egipto.”
Una conclusión: es la capacidad de fisurar la realidad, lo que motiva a no permanecer inmóviles en el presente ni, eventualmente, atrapados en la angustia.
¿Para qué está habilitada una persona esperanzada?
Gracias a los estudios científicos relacionados a la Psicología Positiva, se sabe que los hombres más esperanzados son más longevos y tienen mejor calidad de vida.
El ser humano vive a demanda del continuo movimiento y crecimiento. Para un funcionamiento adecuado, la esperanza debe mediar entre lo presente y un porvenir diferente.
Es decir, esta disposición se convierte en un requisito para proyectar, planear y fijar metas. Además, enfrenta a la persona ante el imperativo de la acción: creer en la posibilidad del mejoramiento de la existencia implica tomar decisiones y dejar de lado la pasividad y la procastinación.
En el primer libro de la Biblia, Génesis, se plasma la historia de la mujer de Lot, sobrino de Abraham. En el relato no se menciona su nombre aunque en las tradiciones judías se la llama “Ado” o “Edith”. Dios le había encomendado a Lot, su mujer y sus dos hijas, que huyeran de Sodoma porque sería destruida a causa de la maldad de sus residentes. Pero había una condición para sobrevivir: no debían mirar hacia atrás. Sin embargo, antes de estar lo suficientemente lejos de la ciudad, ella volteó la mirada y se convirtió en estatua de sal.
La actitud esperanzada es lo contrario a fijar la mirada en el pasado. Todo lo contrario, es la confianza de un futuro que brinda posibilidades diferentes.
Si no hay una creencia optimista acerca del porvenir, la persona se posiciona desde la indefensión ante las adversidades. No está únicamente relacionado con la mejoría de la propia vida, sino con la existencia de ese poder superador.
De allí la interdependencia entre la aceptación, la flexibilidad y la ambición, como tres patas de una misma superficie: la esperanza.
La esperanza luego de Auschwitz
Viktor Emil Frankl fue un neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, sobreviviente de los campos de exterminio nazi en Auschwitz y Dachau, entre otros. Su experiencia la relató en el libro “El hombre en busca de sentido”, origen de su escuela de pensamiento llamada Logoterapia.
Antes de 1942, cuando él es ingresado al campo de concentración Theresienstadt, cerca de Praga (República Checa), él había trabajado con Alfred Adler, para quien la voluntad de poder era la raíz de las motivaciones humanas.
Sin embargo, al final de su larga travesía conviviendo con el horror, y habiendo perdido a sus padres, su hermano, su mujer, su cuñada y muchos colegas y amigos, Frankl sostuvo que las motivaciones humanas se originan en su voluntad de sentido, que se relaciona con el futuro:
“El hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro. Y esto constituye su salvación en los momentos difíciles de su existencia, aun cuando a veces tenga que aplicarse a la tarea con sus cinco sentidos.”
VIKTOR FRANKL
Ya regresado a la terapia, cuando sus pacientes se quejaban de sus padeceres cotidianos, Frankl les preguntaba por qué no se suicidaban, es decir, qué era lo que los mantenía unidos a la vida. El impacto de la pregunta apuntaba a que emergiera en ellos aquellas cosas que constituían su anclaje en la existencia, el sentido de su existencia.
Tal como sostuvo Friedrich Nitszsche, “Quien tiene un por qué para vivir, encontrará siempre el cómo”.
¿Qué sucede si la esperanza escasea?
Aron Beck es uno de los fundadores del cognitivismo y define la tríada negativa:
** baja autoestima,
** pensamiento negativo acerca del entorno, y
** pesimismo respecto al futuro.
Estas creencias se constituyen como la antesala de la depresión, que es la segunda enfermedad más común en el mundo.
** La inactividad,
** el abandono,
** el agotamiento emocional y
** la decepción permanente
son los primeros indicios de desesperanza en el hombre. De esta forma, se genera una ruptura entre las expectativas y la realidad, no se espera nada o se espera lo peor.
Pereyra entiende que los terapeutas son embajadores de esperanza, ya que a la consulta se acude en búsqueda de una salida. “Se ha investigado el comportamiento de sujetos durante el lapso entre que reservaron un turno y que acudieron a la consulta. Las conclusiones arrojaron que el simple hecho de saber que van a iniciar la terapia, los hizo sentir mejor. Y a mis pacientes les ha pasado varias veces”.
Es imposible continuar la vida si la esperanza es inexistente. Es por eso que, en esos casos, las personas atraviesan procesos suicidógenos.
¿Cómo ejercitar y fortalecer la esperanza?
Es básico trabajar en pos de metas y proyectos. Para lograrlo se requiere comprensión adecuada del punto de partida y esfuerzo activo.
Asumir la responsabilidad del transcurso de la vida, aceptando los condicionantes externos que no se pueden controlar.
En palabras del doctor Pereyra, “construir una arquitectura del futuro y saber lo que uno quiere”.
** Observar la conexión entre el esfuerzo y los resultados obtenidos.
** Iniciar nuevos hábitos y prácticas para mantener la capacidad de planificar intacta, a pesar de la edad o etapa de la vida.
** Iniciar nuevos hábitos y prácticas para mantener la capacidad de planificar intacta, a pesar de la edad o etapa de la vida.
** Ejercitar la flexibilidad en relación a los caminos por los cuáles se persiguen las metas, ya que alcanzarlas fortalece la esperanza. Pero también se vigoriza cuando no se cumplen, ya que demanda replantear y cuestionar el modo, en búsqueda de otro.
** Tener redes de contención social y no pasar los días enteros en soledad.
** Evitar el consumo de cualquier sustancia psicoactiva.
** Mantener una buena calidad de vida. La ciencia lo afirma: las personas más saludables son las más esperanzadas.