La relación cuerpo-mente y el colon irritable es científicamente cada vez más estrecha. Actualmente, las distintas circunstancias que atraviesan las personas originadas por la pandemia y el aislamiento obligatorio repercuten directamente en su salud mental y física.
Un síndrome
Desde un 10% hasta el 20% de la población en países desarrollados ha sufrido el impacto nervioso debido al Síndrome del Colon Irritable, aquel malestar que aparece en los intestinos, denominados “segundo cerebro”. Sin embargo se estima que entre un 30-40% tuvo síntomas compatibles al menos una vez en la vida.
Se lo define como un síndrome porque se trata de un conjunto de síntomas que, presentados en conjunto, caracterizan el cuadro patológico.
El Síndrome del Colon Irritable (SII) es sintéticamente una alteración en la neurotransmisión entre el cerebro y los intestinos pero sin una base orgánica aún descubierta.
Como tal, no es posible obtener un diagnostico completamente seguro, sobre todo porque hay numerosas enfermedades que también pueden provocar inflamaciones e irritaciones gastrointestinales.
Anatómicamente, el colon es una sección del intestino grueso que se inicia después del íleon, porción final del intestino delgado, y se extiende hasta el ano. Cumple funciones vitales tales como la hidratación, la absorción de vitaminas, transportar residuos y contener la microbiota.
Aunque la característica principal del SII es la alternancia entre episodios de diarrea y estreñimiento, también puede presentarse:
- Dolor y calambres abdominales
- Cambio de hábitos intestinales
- Hinchazón y distención
- Flatulencia
- Experimentar frecuentemente la necesidad urgente de ir al baño
Respecto a la multiplicidad de síntomas, la International Foundation of Gastrointestinal Disorders comenta que “ciertos individuos son más sensibles a los síntomas que otros, es como si se encendiera un amplificador y estuvieran más en contacto con lo que sucede en sus cuerpos. El por qué esto sucede, no queda claro. Las personas varían en el grado de comunicación verbal o corporal del estrés. Esto podría en parte, ser aprendido”.
Cuerpo y mente
A pesar que no está determinada aún una causa específica, sí se describe una serie de factores de riesgo relacionados a haber padecido gastroenteritis, sufrido un evento traumático o a efectos de ciertos antibióticos.
En los últimos años la ciencia médica se ha abocado a estudiar las alteraciones producidas en el intercambio entre los intestinos y el cerebro para determinar cuál es responsable de la causa y cuál del efecto.
Por estos motivos, frecuentemente se apoda a este órgano como el “segundo cerebro” ya que se comunica con la mente de forma directa a través del nervio vago, que también es el conducto de intercambio con otros órganos como el corazón y los pulmones.
No obstante, existe adicionalmente una vía química donde actúan hormonas y neurotrasmisores. En este punto es en el que los estados emocionales como la ansiedad, angustia, frustración, desesperación, el miedo y enojo llegan a afectar aquella comunicación.
Las modificaciones se dan en el cúmulo de la microbiota, reduciendo la diversidad de bacterias, virus y hongos cuyas funciones determinan directamente la calidad de salud física y mental.
Por estos motivos se considera que las emociones negativas son precursores de una respuesta inflamatoria en la mucosa del colon y se explica la alta incidencia de SII en personas con diagnósticos de ansiedad o estrés.
No obstante, no significa que el malestar sea psicológico o imaginario, ya que los síntomas son reales, condicionantes y constantes.
Múltiples acciones y mejoría
Si bien las probabilidades de padecer colon irritable son mayores en mujeres y la incidencia aumenta si la madre lo tiene, hay técnicas y métodos recomendados para aliviar los síntomas y gestionar el grado de condicionamiento de las emociones negativas.
Especialistas y pacientes recomiendan una serie de acciones que prometen una mejoría:
- Comenzar un proceso de aprendizaje de gestión del estrés, con psicoterapia, yoga, meditación, técnicas de relajación o la alternativa que se ajuste a cada sujeto.
- Tener una buena comunicación entre el médico y el paciente para que el diagnóstico sea fehaciente, ya que no existen análisis ni pruebas para determinarlo.
- Llevar un registro de los alimentos que se ingieren y su efecto en el organismo para adecuar la dieta.
- Desarrollar el hábito de comer con tranquilidad, con tiempo suficiente y sin distracciones.
- Practicar ejercicio físico regularmente.
- Tomar agua suficiente.
Algunas comidas y bebidas que comúnmente afectan a la mayoría de las personas con SII son: gaseosas y aguas saborizadas, café, comida chatarra, grasas, edulcorantes, chicles con sorbitol y los productos ultraprocesados en general.
Dieta baja en FODMAPs
La dieta baja en FODAMPs (fermentable oligosaccharides, disaccharides, monosaccharides and polyols) ha demostrado ser una herramienta eficaz para el manejo de los síntomas del Síndrome de Intestino Irritable.
El objetivo que plantea el programa desarrollado en la Universidad de Monash en Melbourne (Australia) es detectar cuáles son los alimentos que gatillan ciertos síntomas, y se sugiere sobre todo en sujetos con hinchazón constante.
En primer lugar se excluyen ciertas comidas y al tiempo indicado por el profesional se comienzan a incluir nuevamente, de modo que sea fácil descubrir a los precursores del malestar.
En líneas generales, los elementos que constituyen la sigla FODMAPs cumplen el rol de prebióticos debido a que incrementan el desarrollo de bacterias favorables para la salud y también generan la producción de ácidos grasos de cadena corta en el colon, asimismo beneficiosos.
Pero al mismo tiempo, este grupo de alimentos provoca distensión abdominal y aumento del gas en pacientes con SII al ser ingeridos y/o mal absorbidos. Por lo tanto, disminuir su consumo significa reducir los síntomas.
A pesar que no está completamente analizado el impacto de la dieta a largo plazo, se aconseja que no perdure más de dos meses debido a que, por ejemplo, se aminora inevitablemente la ingesta de calcio.
De todas formas, para aplicarla con seguridad es imprescindible la asesoría nutricional de un profesional.