“Califato”: La vulnerabilidad como estrategia de reclutamiento de nuevos adeptos es la razón por la que las vidas de los personajes llegan a dar vuelcos extremos y aparentemente absurdos.
Este es uno de los disparadores sobre los que se teje la serie estrenada en marzo en Netflix, ubicada espacialmente en el epicentro de la guerra Siria iniciada en 2011 entre el ejército oficial y el rebelde, con sus correspondientes sostenes internacionales.
Aunque a lo largo del relato no se explicita una fecha exacta, se deduce que la historia narrada sucede entre la proclamación del Califato del Estado Islámico (EI) en 2014 y la expulsión en 2017 de su ejército de Al Raqqa, ciudad considerada su capital.
No obstante, la coproducción sueco-jordana no deja de ser una obra de entretenimiento y no una crítica al conflicto de nueve años de repertorio.
Con todo, al mismo tiempo que deja traslucir una mirada occidentalizada de la situación, logra un acercamiento más humano a la comprensión del límite entre la libertad de decisión y la coacción religiosa ejercida en los protagonistas.
Tres mujeres y el EI
Las distintas estrategias enfocadas en el uso de la vulnerabilidad etaria, social, de género, emocional o económica de las personas para reclutarlas y trasladarlas al foco bélico en Siria, son el hilo que conduce el relato de la producción de ocho capítulos.
“Califato” aborda diferentes aristas del sistema que preservó durante años el Estado Islámico (ISIS en inglés o Dahesh para los árabes), con enclave en una de sus células militares. Partiendo del convencimiento de que lo Occidental no tolera su religión, hasta el reclutamiento, la vida familiar y finalmente el llamado a inmolarse en nombre de Alá.
El nombre que lleva el estreno de la plataforma on demand refiere al protoestado que dominó gran parte del territorio iraquí y sirio. Originalmente “Califa” fue el término que le dieron los discípulos de Mahoma a la cabeza del sistema de gobierno religioso que había instituido el profeta.
Con el correr del tiempo pasó a representar la idea de un gobierno que implementa un sistema político basado en la ley islámica y luego también a la radicalización perpetrada en 2011 pero construida años antes en la región.
Dialogada en sueco, árabe y principalmente en inglés, la serie es contada desde la perspectiva de tres mujeres:
- Pervin migró para participar de la causa con su esposo yihadista a Al Raqqa que fue la ciudad dominada durante cuatro años (2013-2017) por el EI.
- Fatima es una policía sueca que intenta descubrir los planes de un grupo terrorista y sus aliados en Europa pero antes debe atravesar las dificultades en su propio trabajo.
- Sulle es una joven cuyos padres de origen musulmán emigraron a Suecia, pero al ser liberales despiertan en ella el interés por descubrir la religión personalmente, influenciada por la curiosidad y rebeldía característica de la edad.
Humildad no es vulnerabilidad
Según el propósito de alcanzar la yanna, aquel paraíso musulmán más allá de la muerte, los varones en la ficción al igual que en la realidad, buscan convertirse en mártires a la vez que devastan poblaciones y edificios característicamente cristianos.
La verosimilitud en las escenas describe a voluntarios dispuestos a dejarlo todo para devenir en supuestos héroes. Empero, sus inicios en el movimiento religioso han estado determinados por la rebelión y cansancio frente a todo lo demás.
En “Califato” un asistente estudiantil en Suecia pero guerrillero en Siria, se dedica a reclutar jóvenes. Progresivamente les abre las “verdades” olvidadas del Corán y los persuade casi imperceptiblemente a unirse a la organización extremista.
De esta forma, la decisión de los nuevos adeptos aparenta ser por descarte, porque no tienen nada más que defender, nada a que aferrarse ni que perder.
Tristemente, este panorama también ha sido el procedimiento llevado a cabo por múltiples grupos y sectas religiosas que han manipulado el concepto de la humildad para aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas.
En Argentina y el mundo, muchos recuerdan la secta denominada los Niños de Dios o La Familia, liderada por el pastor cristiano David Brandt Berg. Con el argumento de la contención, la humildad y el amor filial cometían crímenes tales como corrupción de menores y abuso sexual.
Al prometerles una libertad espiritual, real y total, el carismático creó un evangelio alterno y usó la misma estrategia que los fundamentalistas del EI para perpetuar su ideología y asegurar sus intereses.
En ambos casos una pregunta continúa formulándose, ¿cuál es el límite entre la capacidad individual de decisión y la coacción ejercida previamente por los reclutadores?
El punto justo entre la razón y la emoción
El deseo de pertenecer a algo mayor, ponderando la emoción por sobre la evidencia racional, lleva a realizar y creer cosas nunca imaginadas.
Esta actitud sumada a la condición de vulnerabilidad, lleva a Sulle a convencerse que el atentado del 11 de septiembre 2011 a las Torres Gemelas fue un evento planificado por los Estados Unidos para justificar sus ataques posteriores a la comunidad musulmana.
Asimismo se convence que el ataque al periódico de sátira parisino Charlie Hebdo fue un acto heroico, porque se alineó con lo que ordena el Corán.
Los yihadistas optan por aferrarse a la conciencia real de su situación de segregación en Occidente y de invasión en sus tierras desde el fanatismo. Como resultado, reclutados se unen a un movimiento fundado en la venganza y el resentimiento.
En la secta Los Niños de Dios el panorama es análogo. Allí todos debían participar de actos sexuales, incluso menores, porque según los líderes era la forma de demostrar amor a la divinidad. Las pertenencias personales estaban prohibidas y el control emocional era absoluto.
A través de esta metodología los dirigentes de la organización manipulaban la conciencia de los miembros y víctimas, sin ninguna evidencia más certera que la fe en que Dios les comunicaba las órdenes.
Fundamentalistas, sectas o grupos religiosos que ponderan la autoridad de algunos pocos, reabren la incógnita de si existe un punto justo entre la emoción y la razón.
La realidad más allá de la ficción
A pesar que la ficción deja abierta la posibilidad de una segunda temporada, para los espectadores interesados hay información de sobra si se busca conocer en qué devino el conflicto bélico.
A nueve años del comienzo de la guerra civil, alrededor de 500 mil personas perdieron la vida por intereses geopolíticos entre Siria y el Estado Islámico, con la interferencia de Rusia, Irán, Israel, Turquía, Arabia Saudita y Estados Unidos.
De todas formas, las circunstancias actuales son decisivamente diferentes a las del contexto en el que se enmarca la serie, ya que en marzo se cumplió un año desde la proclamación del fin del Califato por parte de Mustafa Bali, el portavoz de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), luego de conquistar Baguz, el último territorio del EI.
Además, el movimiento yihadista continuó debilitándose en octubre luego de la inmolación de su líder Califa y fundador, Abu Bakr al-Baghdadi, acorralado por el ejército estadounidense, según indicó el mandatario Trump.
En contraste, y a pesar de su pérdida territorial, sigue habiendo células dispersas en África occidental, Libia, Egipto, Afganistán, Filipinas y en zonas de Europa. Alrededor del mundo se advierte que puede llegar a resurgir, ya que el escenario se ve agravado por la presencia del ideal del Califa en el imaginario de sus descendientes.
Actualmente cerca del 100 mil sobrevivientes quedaron en campos y cárceles sirias custodiadas por el ejército oficial, como por ejemplo Al Hol, Ain Isa o Al Roj. De aquel total, miles de extranjeros esperan la repatriación y juicio en sus países de origen, aunque sin respuesta. Solo Kosovo optó por recibir de vuelta a ex miembros del EI, la mayoría en prisión domiciliaria y a la espera de juicio.
En el marco de la pandemia por COVID-19 las circunstancias empeoran en los asentamientos, donde peligra un contagio masivo a causa de las condiciones insalubres de vida.