El temor tiene historia. También la promesa de que es posible derrotarlo:
“Así que no temas, porque yo estoy contigo;
no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa.”
Isaías 41:10
“Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.”
Salmos 56:3
“Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.”
Josué 1:9
“El Señor está conmigo, y no tengo miedo;
¿qué me puede hacer un simple mortal?”
Salmos 118:6
El miedo es aliado del poder. Su cometido máximo se ve cumplido cuando consigue que los ciudadanos vivan inmersos en él, sin naturalizarlo.
La creación de atmósferas de miedo obliga a los pueblos a blindarse.
Cuanto más aislada la criatura humana, menos social, cuanto menos social, menos humana….
El miedo, engendro de la emocionalidad devastada, quebranta la resistencia, genera pánico e imposibilita la toma de decisiones. Cuando lo consigue, él mismo se personaliza en quien asume -de hecho y nunca de derecho-la investidura del poder, y usurpa la libertad de elección.
El poder indiscriminado deviene del ejercicio o de la administración, paulatina y por tanto, eficaz, de alguna forma de terror.
Tras un desastre natural, por usar un contexto por todos conocido y contemporáneo, el miedo engendra la ansiedad.
Dicen los que saben que la ansiedad es un “exceso de futuro”, así como la depresión, un exceso de pasado y el estrés un exceso de presente. Cuanta mayor miseria, aflicción y mortandad genere el miedo, por ejemplo, tomando como escenario una pandemia, más dominio tendrá sobre las personas y se convertirá en terror.
Llegado a este punto, la humanidad busca sentirse a salvo, hasta de sus propias convicciones y decisiones. Confía y delega todo arbitrio a quien cree será su “salvador”, que puede ser algún ente, entidad o entelequia mesiánica, imprescindible para acallar el temblor y el crujir de los dientes. Por diferentes razones, muchos prefieren construir sobre la arena antes que sobre la roca.
Nace así, al amparo del desamparo, la ideología del miedo, llamada también la cultura del miedo.
¿Cómo se define tal concepto?
El concepto alude a una construcción social e ideológica.
Dicha entidad fundamentada en el miedo es omnipresente, por cuanto habita la ideología, y está arraigado, por cuanto va forjando cultura mediante el hábito y el ejercicio.
Algunos de los frutos de su macabra siembra son la desconfianza y el conflicto con el “otro”, al que se atribuye la culpa de lo ocurrido o de lo que puede suceder, y por tanto, la alteridad se torna una amenaza. Es imperativo protegerse del otro.
La ideología del miedo, es un constructo de los “fabricantes de miedo”.
¿Quiénes son?, ¿dónde operan?
Son fuerzas políticas, colectivos impulsados por neocolonialismos, en procura del establecimiento de un Estado gendarme, el cual urdiendo toda argucia de conspiraciones económicas, son desde hace siglos los que maltratan el medioambiente y a sus habitantes. A veces se han mostrado mediante rostros casi humanos, otras se hacen invisibles… pero se sienten.
La dictadura del miedo ha hecho historia
“(…) “El miedo se manifiesta cuando las relaciones de poder son muy extremas (…) se esfuman las certezas, lo garantizado, el statu quo, y emergen la precariedad y el desasosiego paralizante”, afirma el Doctor en Paz Conflictos y Democracia, Óscar Useche Aldana.
La tiranía del miedo se ha hecho ver, por citar sólo pocos ejemplos
- en guerras y en represiones políticas,
- durante la inquisición asolando las ciudades del Medioevo,
- positivizando las leyes raciales contra los judíos,
- cuando el negro asistía al fatídico arder delante de sus casas, de las cruces de madera erigidas por el Ku Klux Klan;
- en la Italia De Mussolini,
- en la Alemania nacionalsocialista,
- en la España de Francisco Franco,
- en la Unión Soviética de Koba el Cruel,
- en la China de la Revolución Cultural,
- en la Camboya de los jemeres rojos,
- en la Argentina o el Chile de los militares,
- en la Libia de Muamar el Gadafi
- en la Siria de Bashar el Asad,
- en el África del Ébola,
- en los vaciadores de los vientres de Haití,
- en los que asechan las aguas dulces,
- en el COVID-19 ¿Fatalidad o diseño?
Hoy el temor se expande y añade otra naturaleza a la tradicional. El miedo adopta rostros inéditos.
Se estima que este nuevo imperialismo del terror se inicia en “la dictadura de los mercados”, que tiende a reducir beneficios sociales, y ha traído muerte, enfermedad, miedo a llegar a la vejez y por ello ser “descartable”, miedo por el miedo de ser y de no ser acepto.
También indefensión, terrorismo, guerra, hambre, radiaciones nucleares, desastres naturales, catástrofes ambientales, subempleo, marginación económica y social. Esos son algunos de los temores contemporáneos.
Describe el checo Iván Klima (…) “A diferencia de los anteriores usurpadores de poder, estas estructuras de poder no tienen rostro ni identidad. Son invulnerables a los golpes y las palabras. Su poder es quizá menos ostentoso, menos abiertamente declarado, pero es omnipresente y no cesa de crecer”.
Este nuevo temor que se expande a la velocidad de la luz paraliza las reacciones.
Inaugura el miedo por el otro, ante el otro;
- el pobre que quiere robarme lo que con tanto trabajo alcancé,
- el iletrado, que pretende alcanzar sustento sin merecimiento alguno,
- el vecino que piensa distinto y por ello, mejor sería alejarse,
- el que se viste “raro”, aquél que no se sabe si es hombre o mujer…
De esta manera, impropia de todo rasgo de humanismo, se impone la dictadura del miedo, se culturiza y aprovecha toda crisis y amenaza para robustecerse.
El miedo, que se alimenta de miedo, no ceja, no descansa, no abandona y no lo hará hasta que la criatura, en un salto de fe o de puro hastío de negarse, se funda en un abrazo con otra y otras criaturas y con el hábitat, esta Casa Común que llamamos Tierra, y que nos humaniza.
Eso somos, etimológicamente, humanos: humus, tierra para ser sembrada y para dar frutos.
Mejor, volvamos a las promesas eternas, que despejan el miedo:
“El Señor es mi luz y salvación, ¿a quién temeré“.
Salmos 27:1
“No hay temor en el amor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor tiene pena El que teme no ha sido perfeccionado en el amor.”
1 Juan 4:18.
“Busqué al Señor, y él me respondió;
me libró de todos mis temores.”
Salmos 34:4